Alejandro “Mono” González: "La candidatura al Premio Nacional no tiene que ver con que uno se quiere jubilar tranquilo"

Este año, el artista visual postulará por tercera vez al Premio Nacional de Artes Plásticas. Pero, según dice, esta candidatura será especial, ya que tendrá como telón de fondo, un tema que para él es ineludible y que va de la mano con la Convención Constituyente, es decir, la revaloración del arte popular. "Hay que poner el acento en el arte urbano, que es algo que le ha dado prestigio e identidad a este país. Lo mío va por ahí", dice.

Este año, el artista visual postulará por tercera vez al Premio Nacional de Artes Plásticas. Pero, según dice, esta candidatura será especial, ya que tendrá como telón de fondo, un tema que para él es ineludible y que va de la mano con la Convención Constituyente, es decir, la revaloración del arte popular. "Hay que poner el acento en el arte urbano, que es algo que le ha dado prestigio e identidad a este país. Lo mío va por ahí", dice.

El artista visual Alejandro “Mono” González (74) dice sentirse lleno de energía para continuar creando. “Todavía me queda harto carrete”, afirma vía Zoom y se lanza a comentar detalles de sus últimos proyectos, entre ellos, un texto para colorear, un libro de cuentos infantiles y un ejemplar sobre sus murales en el mundo. 

El confinamiento no ha sido un obstáculo para el pintor, por el contrario, en este tiempo se ha vinculado con las tecnologías y ha nacido una idea que para él estaba desechada: postular por tercera vez al Premio Nacional de Artes Plásticas.

Según explica, en esta oportunidad, la carrera por el galardón era algo que no le causaba entusiasmo. Primero, por la rivalidad que, extrañamente, crecía entre los candidatos a la hora de postularse; y segundo, por el contexto de muerte de la pandemia. “Como que había tirado un poco la esponja”, comenta el muralista, cuya postulación hoy es respaldada por la Academia de Humanismo Cristiano. 

“Pero, por otro lado, algo me entusiasmaba y me convenció la Convención Constituyente. Se están abriendo nuevas visiones o perspectivas que antes estaban muy cerradas y dije ‘podemos ser parte de esta discusión’. Porque la discusión del Premio Nacional también es una discusión cultural (…). Yo estoy pensando esto por otro lado. Hay que poner el acento en el arte urbano, que es algo que le ha dado prestigio e identidad a este país. Lo mío va por ahí ”, dice. 

“La candidatura al Premio Nacional no tiene que ver con que uno se quiere jubilar tranquilo, todo lo contrario, quiero trabajar más y trabajar hasta el último día y con los jóvenes, en los colegios, porque uno se nutre de ellos, se entusiasma con estas perspectivas de esperanza. El trabajador del arte puede levantar la autoestima de nosotros mismos”, sostiene. 

En este momento de cambio cultural, ¿cree que que la institucionalidad se abra a reconocer con un Premio Nacional este tipo de expresiones urbanas?

Está pasando en la música también. No reconocen a Pato Manns, no reconocen a Horacio Salinas, a Isabel Parra. Si Violeta hubiese estado viva, tampoco la reconocen. Todos los orígenes de los Premios Nacionales vienen de la academia. Cuesta mucho que visualicen lo que está pasando afuera. La academia tiene que salir de las aulas, ir a la calle para nutrirse ahí o influir con su sabiduría, experiencia y tecnología. Eso es lo que estamos haciendo. Yo me nutro ahí, converso. El muralismo que hacemos es una cosa muy distinta al muralismo mexicano. Es un muralismo de calle, de comunicación, de investigación, de conversación, de diálogo con la gente. Nunca llegamos como caídos del cielo a pintar. Todos participan en nuestros murales, proponiendo colores y contenidos.

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¿Cuál es su primer recuerdo respecto del arte? ¿Hubo alguien que lo inspiró a seguir este camino? 

Cuando era pequeño, hubo un concurso de unos cuadernos para colorear y pintar. El premio consistía en un viaje por una semana a Santiago y una semana a Valparaíso. El profesor de básica o primaria, viendo que tenía ciertas cualidades, me sentó en su escritorio, al medio del curso. Mientras él hacía todas las otras clases, me tenía dibujando y coloreando. Al final, se dio el premio y por primera vez viajé a Santiago, por primera vez dormí solo en una cama, por primera vez vi el mar y comí cosas que nunca había comido. Yo vengo de una familia muy pobre de ocho hermanos, con un origen modesto. Entonces, esto me abrió la perspectiva del mundo y, a veces, siempre recuerdo ese hecho, porque cuando viajo me siento como un provinciano. Para ser sincero, no sé cómo he recorrido tanto. 

En 1968, usted participó en la fundación de la Brigada Ramona Parra en las Juventudes Comunistas, ¿qué gatilló la creación de este grupo? 

Siempre he estado metido en política. Siempre he sido militante y sigo siéndolo tanto en las victorias como en las derrotas. Nos hemos educado en el rigor y en el sacrificio, por lo tanto, siempre hemos sido buenos para resistir y, en el fondo, las brigadas son parte de esa historia. Fui el encargado artístico de las Brigadas Ramona Parra el año del gobierno popular, del 70 al 73 hasta el golpe y sigo ayudando a los muchachos cada cierto tiempo.

Pero, ¿qué tan difícil fue instalar el tema del arte urbano en ese momento? Lo menciono porque, según tengo entendido, había un sector que criticaba a las Brigadas, argumentando mal uso de los recursos.

Sé perfectamente a qué te refieres. De pronto, muchos compañeros nos decían que andábamos malgastando los materiales del pueblo, o sea, la pintura como si uno anduviera haciendo figuritas, cuando uno trabajaba para convencer, comunicar, exponer ideas a otras personas que no pensaban como uno. Eso es lo mismo que pasó ahora en redes sociales con que unos del Inti que se fueron para Boric y otros para Jadue. Se armó una discusión y al final nos apocamos los unos a los otros y no fomentamos la unidad. 

¿Cómo nació la estética de la Brigada Ramona Parra? 

Eso es súper interesante. porque no se da en otro país. Las Brigadas hicieron comunicación con materiales precarios, con los materiales más usados por los trabajadores o campesinos para pintar su casa. Estamos hablando de la cal o la tierra de color. En segundo lugar, creamos una mano de obra especializada, que tiene que ver con un colectivo. Uno era el trazador, que dibujaba y que tenía la cualidad de mover el cuerpo alrededor del muro y visualizar y distribuir las letras y las imágenes. Había otros que rellenaban con color unas partes y unos fondos. Esa mano de obra especializada cubría un muro en poco tiempo, con la clandestinidad, la urgencia. Eso creó otra cosa también: la síntesis y una iconografía propia. 

Hoy esa técnica es replicada por otras generaciones…

Eso es bien curioso, porque hubo una época en que la gente no salía a la calle y eran muy pocos los que dibujaban con la mano. Casi todos dibujan en el computador, entonces, como que costó un poco que salieran a la calle. Con el estallido las cosas cambiaron. Los muchachos salieron a la calle y retomaron cierta herencia, pero también la están retomando a su manera y eso es lo interesante también.

¿Qué valor le da al muro como medio de comunicación artística y política? 

El soporte del muro es permanente en el sentido de que siempre va a ser un soporte, aunque haya leyes anti grafitis o leyes que repriman estas expresiones populares. Las calles sólo pueden ser controladas con represión. Es el único lugar abierto donde la gente se puede expresar y la ley anti grafitis impulsaba el poder controlar la calle también. En dictadura, cuando terminaba una protesta, ¿qué quedaba? Una pared llena de murales y no de artistas, sino que de gente que se estaba expresando. En el estallido pasa eso también. 

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¿Cómo vivió la revuelta de octubre? 

Me entusiasmó mucho. Los cabros chicos me cuidaban, porque no corro tanto como antes, pero me dio fuerza en el sentido de que el estallido lo representaron más los jóvenes y volví a sentirme joven como la época de Allende o como la época de las protestas en la dictadura. El estallido me nutrió y me hizo despertar para no sentirme sólo en mi descontento. Pero, lo que más me alegra y entusiasma, es que hay una expresión cultural. Estoy convencido de que en todos los movimientos sociales, como los que se han producido en Chile, hay manifestaciones culturales. La Brigada Ramona Parra, de alguna manera, fue parte de eso como también lo fue la nueva canción chilena y las expresiones de poesía, murales y panfletos contra Pinochet. Ojo con eso, porque eso también nos nutre. Cuando uno está muy encima como que no se da cuenta, pero si tomas distancia, ves lo lindo que estamos viviendo. 

Usted, ¿era de quienes veían venir esta movilización? 

No solo lo veía venir. lo sigo viendo venir. Hay algo que no entendemos muy bien o no nos explicamos muy bien. Ahora están todos peleando por una unidad progresista para buscarle una salida de justicia, pero ojo, busquemos también la forma de escuchar al espacio territorial, lo que produjo el estallido. Si no se escucha o se sigue tapando esto, va a suceder de nuevo. No es necesario ser profeta para decirlo. La gente tiene mucha rabia acumulada y además no está contenta porque las cosas no se han resuelto. 

¿Cómo lee los resultados de la primaria? 

Me encantó. Hay que sacar algo positivo: hay una unidad progresista con una intención de hacer cambios en este país, en contra de una derecha conservadora, cerrada, que no dejaba ni una pasada, que no quiere perder los privilegios. Ojalá hubiese sido mayoritaria y ojalá hubiese ganado Jadue para mi, pero estoy contento igual, porque la votación de la derecha va en baja y las fuerzas progresistas van en alza. No queremos más de lo mismo. Los políticos que son más de lo mismo tienen que darse cuenta.





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