El aire, el oxígeno que da vida y que nos faltó tanto en todo el mundo durante la pandemia de Covid 19. Desde todas las latitudes nos llegaban noticias sobre la falta de tubos con oxígeno para aliviar a los pacientes contagiados y aquí en Chile conocimos día tras día la cifra de personas conectadas a ventiladores.
Esta realidad fue la que llevó al artista plástico Raúl Sotomayor a crear un grabado en madera para presentarlo en la Vigésimo Segunda Trienal de Grenchen, Suiza, luego de una invitación realizada por el artista mendocino residente en esa ciudad europea Kardo Kosta.
“Yo no lo conocía para nada. Me dice ‘he visto algunas cosas tuyas y me interesa lo que tú haces’. Y me invita a participar en la 22ª Trienal que viene de 1958. La Trienal consistía en un miniprint, es decir, un pequeño grabado que no medía no más de 15 centímetros por no sé cuánto… ¡Y los suizos son así… al milímetro!”, recuerda Sotomayor flanqueado por varias de sus obras.
Conocido con el nombre de Sotelo y retratado así en el documental de 1976 de Raúl Ruiz, Sotomayor partió al exilio en Francia pocos días después de haber sido exonerado de las universidades de Chile y Católica donde ejercía su profesión. “Quería que me reintegraran”, comenta. Pero un encuentro en las calles de Santiago post golpe de Estado con un amigo le hace recapacitar. “Estás chiflado, estás loco”, le dice. Y luego agrega perentorio: “Mira Raúl, tienes 24 horas para decidirte. Acá hay un pasaje a tu nombre a Paris”.
El ticket que lo llevaría al destierro había sido enviado por el pintor Nemesio Antúnez desde Europa para que Sotomayor junto a otros artistas se refugiaran de lo que serían 17 años de violaciones sistemáticas a los derechos humanos.
El golpe y la cara de la muerte
Raúl Sotomayor recuerda con la claridad de ayer el día del golpe de Estado. Se dirigió hacia la Facultad de Artes que entonces estaba en el barrio Bellas Artes. “La orden era irse a los lugares de trabajo y estar ahí, cosa que en el caso de nosotros era absolutamente suicida”.
Entre quienes estaban ese día en el edificio estaban la Premio Nacional de Artes Plásticas (2001) Gracia Barrios, un profesor de dibujo y Pedro Millar. “Y desde el edificio de la facultad vi cuando se bombardeó La Moneda y después un tiroteo brutal”.
Poco después, su mujer, la periodista Sady Ramírez, llegó a la facultad junto a un joven reportero que ese día comenzaba su práctica en Radio Magallanes.
Uno de los docentes que era profesor de dibujo en la Facultad de Artes, los llevó hacia Plaza Egaña pasando por la Plaza Italia que ya estaba llena de columnas de militares que tenían en el suelo a los obreros que entonces abrían el socavón para construir el Metro de Santiago.
“Yo veo que un milico nos hace una seña. Pero nuestro conductor entre los nervios, en vez de frenar, acelera. Nos pegaron unos gritos y unos garabatos y paramos en seco. Abren la puerta los milicos y yo salí en el aire, no sentí el suelo. Salí no sé cómo. La Sady y la Gracia llevaban el carné del Partido Comunista entre sus cosas. Y miro al suelo (de la Citroneta que los trasladaba) y estaba lleno de diario El Siglo, lleno”, rememora el artista.
Sotelo agrega a su relato: “el gallo estaba con una metralleta delante de mí. Yo he visto cara de asesinos, pero a este tipo le faltaba sólo tirar el gatillo. El gallo de al lado que debe haber tenido un rango superior a él, decía ‘¡cálmese, cálmese, cálmese!’. Ahí yo vi la muerte así, enfrente. De un momento a otro nos dice que nos subamos y nos grita que nos vayamos, pero en el momento”.
Después vino la decisión de dejar Chile, reunir a la familia en Francia y construir desde cero la Escuela de Artes Plásticas en la comuna de Vigneux-sur-Seine a unos kilómetros de Paris, la que hoy está sobre la avenida Salvador Allende en ese pueblo de obreros que se vieron atraídos por la propuesta impulsada por el alcalde de la época y materializada por Sotomayor y Sady Ramírez. La historia está contada en el libro “Peñuelas/Coquimbo/Vigneux sur Seine/Paris” de la periodista, publicado en 2008.
El arte y la pandemia
Raúl Somotayor reparte su vida entre Peñuelas en Coquimbo, cerca del mar, y Paris. En Francia tiene a dos de sus tres hijos; el tercero, el menor, es el chileno.
Pero la pandemia y las restricciones de viaje impidieron que Sotelo junto a Sady volvieran a mediados de 2020 a Europa como tienen presupuestado cada año para aprovechar los meses de verano en el hemisferio norte. Luego, cuando el planeta vuelve a inclinarse en su ciclo natural, ambos emprenden rumbo a tierras coquimbanas.
Pero la pandemia los obligó a quedarse dos años en Chile, encerrado en su taller donde espera poder construir un espacio cultural abierto a la gente de la zona.
“Esto ha sido mi refugio acá”, sostiene Sotelo. “Pintando me pude salvar de esa neurosis que podría haber tenido. Esto es una maravilla”, expresa al referirse a su taller serenense que tiene unos 50 metros cuadrados.
De su participación en la Trienal de Grenchen, señala que la inspiración estuvo marcada por varios temas surgidos a partir de la pandemia. Uno de ellos fueron las fiestas que se realizaban a pesar de las prohibiciones de las autoridades. “Acá al lado, en el peor momento de la pandemia, habían unas fiestas que se movía todo, hasta los vidrios. Y bueno, y los pacos pasaban por afuera y nadie daba pelota”.
“Lo otro que me llamó la atención fueron las ventanas. Porque cuando se veían fotos de la gente que estaba encerrada, aparecía mucho en las ventanas la gente mirando hacia afuera y gente que tocaba un instrumento, cantaba, pero era como un gesto de que uno seguía viviendo”, apunta el artista.
El tercer grabado estuvo inspirado en la escultura “El arpa del viento” que está en el embalse Puclaro en el camino entre La Serena y el Valle de Elqui, que fue construida por el artista Mario Arenas.
“Dije, realmente nos estamos muriendo por falta de aire, por falta de oxígeno. Ahí hice un grabado que se llama ‘Arpa del viento’. Y esa fue finalmente que conseguí y que explico en el video que se llama ‘Carta a Kardo Kosta’”, comenta.
“El grabado es como una familia. Hay gente que son solo grabadores. Yo soy pintor, grabador y -creo también- dibujante. Puedo hacer grabado, dibujo, pintura… escultura todavía no, le trato de hacer empeño. Pero me encanta el grabado. Es para mí un elemento que se incorpora a lo que yo hago, lo que hago de forma natural”, subraya Raúl Sotomayor.
Sotelo concluye tajante: “Si yo no pintara, no sé dónde estaría. Seguramente estaría en algún asilo por ahí metido. Realmente para mí la pintura es fundamental”.