Su juicio comenzó en Brandenburg an der Havel, en el Este de Alemania, en presencia del acusado de 100 años, quien, apoyado en un andador para caminar, sólo atinó a esconder su rostro de la prensa detrás de una carpeta azul.
Sin embargo, Schütz respondió con claridad al presidente del tribunal cuando éste le preguntó su nombre y situación personal. Dijo que vivía en la región de Brandeburgo, cercana a Berlín, que era viudo desde 1986 y explicó, con cierto timbre de orgullo en la voz, que se apresta a celebrar su centésimo primer cumpleaños el 16 de noviembre próximo. Por su parte, el abogado que lo representa, Stefan Waterkamp, informó a la audiencia que su cliente “no se expresará” sobre los hechos que se le imputan. “El acusado no hablará, solo dará información sobre su situación personal”, dijo el letrado.
La audiencia, la primera de 22, duró sólo una hora debido a la avanzada edad del acusado, que se cansa visiblemente. Por ello, el fiscal Cyrill Klement sólo leyó parte de las 134 páginas del acta de acusación y, obviamente, su decisión de no pronunciarse sobre los hechos atroces en los que estuvo involucrado, lo que implica una negativa a pedir perdón, provocó el disgusto de los presentes.
Josef Schütz tenía 21 años cuando comenzaron a suceder los hechos por los que se le juzga, aunque Iris le Claire -portavoz de la fiscalía de Neuruppin- afirmó que al centenario ex guardia de la muerte no se le acusa de disparar contra alguien en particular, sino de haber contribuido a actos atroces como vigilante de los prisioneros del campo de concentración de Sachsenhausen, donde en todo momento estuvo al tanto y consciente de los asesinatos que estaban ocurriendo allí.
El juicio se realiza una semana después de la audiencia fallida contra Irmgard Furchner, de 96 años, una exsecretaria de otro campo de concentración nazi. Su primera sesión debió aplazarse al 19 de octubre después que la anciana intentara fugarse, justo el mismo día en que empezaba su juicio. Aunque en julio de 2020, un tribunal condenó a dos años de prisión suspendida a un exguardia del campo de Stutthof, Bruno Dey, de 93 años, en este caso, el acusado Schütz se expone a un mínimo de tres años de prisión, pero su pena sería, claro, simbólica dada su avanzada edad. Empero, otros ocho casos de ex miembros de las SS están siendo evaluados por diferentes fiscalías alemanas.
En los últimos 10 años, Alemania ha juzgado y condenado a cuatro integrantes de las temibles SS, al extender a los guardias de los campos y a otros ejecutores de las órdenes nazis la acusación de complicidad por asesinato, en una demostración de la severidad de su justicia, algo que, sin embargo, es considerado como tardío por las víctimas y sus familiares. “Se dejó escapar a los peces más grandes”, es un concepto generalizado entre ellos.
Para Stephanie Bohra, investigadora del museo berlinés Topografía del Terror, dedicado a los crímenes nazis, “estos procesos son particularmente importantes para los sobrevivientes y sus descendientes. Ellos desean que se haga justicia y que los crímenes sean resueltos”. Por su parte, Thomas Walther, abogado de 11 de las 16 partes civiles de este juicio, se mostró optimista: “Para los denunciantes, el hecho de que Schütz se haya presentado al juicio es ya algo positivo. “Algo puede pasar -confió- tal vez concluya que, antes de morir, debe ajustar cuentas con su conciencia y explicar su pasado”.
Desde que fue abierto, en 1936, hasta su liberación por parte del Ejército Rojo y los soviéticos, el 22 de abril de 1945, por el campo de Sachsenhausen pasaron unos 200 mil prisioneros, principalmente opositores políticos, judíos y homosexuales. Decenas de miles de ellos murieron de agotamiento debido a los trabajos forzados y a las crueles condiciones de detención.
(Imagen: RFI – Tobias Schwarz – AFP)