Celebramos el Programa de Educación Superior de Gabriel Boric, tal como han descrito sus encargados Andrea Encalada y Fernando Carvallo en este medio, que propone terminar el inmoral endeudamiento por estudiar y avanzar en gratuidad.
El subsidio a la demanda o voucher, como el Crédito con Aval del Estado (CAE), no solo ha causado endeudamiento, también ha privatizado creando un artificial mercado y afectado la calidad al imponer un trato a estudiantes reñido con la esencia de la educación, de este modo desvirtuada.
Concordamos con la obligación ética y urgencia de condonar las deudas al millón de familias que llevan esta apremiante carga. Concordamos asimismo con el responsable esquema propuesto de condonación: efectividad inmediata para deudores, reconocimiento de pérdida del 56% de la “cartera” que el fisco ya la ha recomprado y absorción fiscal del 44% restante, hoy en manos de la banca, negociando con esta un acuerdo de largo plazo que de seguro aceptará de buen grado ya que le resultará conveniente frente a la altísima morosidad actual de 46% (37% entre quienes egresaron, 76% en casos de deserción). Además, la banca tendría que reconocer que el fisco, al comprar ese 56% incluyó un cuantioso sobreprecio (recarga) a su favor.
El fracaso de este esquema de financiamiento es escandaloso, fiscal y socialmente ineficiente. La partida presupuestaria destinada a vouchers, disfrazada de “inversión” siendo a todas luces un gasto fiscal, alcanzaría para cubrir la gratuidad de 2/3 de toda la población estudiantil que corresponde hasta el noveno decil.
Detractores a esta propuesta no se demoraron en repetir lo que han venido arguyendo para perpetuar el CAE: que faltan recursos tanto para condonar como avanzar en gratuidad, y que condonar sería injusto con quienes ya han pagado.
Se equivocan en lo primero, la plata está pero se gasta mal. Sobre lo segundo, efectivamente corresponde una reparación a ese grupo que podría consistir en la transformación del pago ya efectuado en un crédito de impuestos.
Como se viene demandando hace una década, es tiempo de terminar el endeudamiento estudiantil como base para reconstruir el sistema de educación superior en dignidad.