Demasiadas veces hemos visto la vivienda y su acceso como un elemento aislado, que no necesariamente se relaciona con el medio donde se encuentra, o dicho de otra forma, con el medio donde sus habitantes construyen su hogar y su ciudad. Es más, sabido es que las políticas públicas de los últimos 40 años, y con contadas excepciones, se han centrado en la producción en masa de viviendas sociales, alejadas de los centros urbanos, de baja calidad, hacinadas y muchas veces sin equipamiento y servicios.
El problema dice relación con una mirada errónea de la vivienda como un bien de consumo, y no como el derecho social que es. La misma, se produce y se reparte según nos indique el mercado, el cual, se preocupa mucho de quien puede pagar, pero no es para nada justo con quién no puede hacerlo, no tomando en cuenta las necesidades individuales de las familias, y de los colectivos organizados, en relación a sus características culturales, requerimientos de espacio público y áreas verdes, equipamientos, cercanías a sus redes, entre muchos aspectos.
Lo mismo podemos advertir desde la Constitución, donde la consagración al derecho a la vivienda no existe, cosa que esperamos se pueda corregir mediante el valioso trabajo de la convención constituyente.
Ahora bien, una cosa es que logremos consagrar el derecho humano a la vivienda adecuada en nuestro ordenamiento jurídico, y así podamos proteger a la ciudadanía mediante el establecimiento de garantías claras y exigibles. Pero otra cosa, quizás más amplia, es la construcción de ciudades justas, lo que requiere un urgente cambio de foco.
Si a 2050 cerca del 70% de la población del mundo vivirá en ciudades, según datos de ONU Habitat[1], es claro que tenemos una responsabilidad enorme en la construcción de espacios justos, los que además, deben cuidar y resguardar nuestro ambiente, ya que la crisis ambiental golpeará primero a los grupos vulnerables.
Y es que, si a todos nos gusta tener un hogar seguro, donde podamos ser felices y donde nos podamos desarrollar a cabalidad, es esperable que todos queramos participar de la ciudad y de sus beneficios. Por lo mismo, no basta con hacer casas, necesitamos construir barrios y entornos que reflejen la humanidad del vivir, que respondan a las necesidades de acogida de una sociedad que aspire a ser fraterna, en el cuidado de todos y todas y en la que nadie quede puerta afuera.
[1] https://unhabitat.org/sites/default/files/2020/05/spanish_1.pdf
El autor es candidato a diputado por el distrito 20.