Aunque el candidato José Antonio Kast ha señalado que sus ideas no son extremas, la revisión de su programa demuestra consistente y sucesivamente lo contrario. En lo que respecta a las mujeres, señala entre otros aspectos la derogación del aborto en tres causales, la disolución del Ministerio de la Mujer y la entrega de subsidios como el habitacional solo para mujeres casadas. De sus huestes provienen también quienes han enviado oficios inquisidores contra las académicas que imparten docencia en género en la Universidad de Chile y otras casas de estudio. En lo que respecta a los migrantes, es ya conocida la propuesta de construir una zanja en la frontera norte para impedir el paso de extranjeros. Por lo tanto, no es de extrañar que en una sola frase el diputado electo de su coalición por el distrito 10, Johannes Kaiser, despachara su opinión simultánea sobre mujeres y migrantes. Cito textual: “Hay una especie de esquizofrenia. Las mujeres dejan de ir al parque a trotar, porque tienen miedo a los inmigrantes que las pueden violar, pero siguen votando por los mismos partidos que están trayendo a esa gente y tú te preguntas si el derecho a voto fue buena idea”. Aunque el parlamentario electo dijo haber usado un sarcasmo y que fue sacado de contexto, no hay nada en el video que permita deducir alguna de las dos afirmaciones.
Haciendo una revisión del posicionamiento emergente de la ultraderecha a nivel mundial, aparece que el desprecio por las mujeres y los migrantes, y por lo general juntos, son posiciones ampliamente compartidas. Más sofisticado es cuando recurre a una espuria defensa de uno de los dos grupos para atacar a otro, como hace Kaiser cuando alude a las mujeres que no salen a trotar porque podrían ser violadas. En Europa, ha sucedido por ejemplo que la extrema derecha suele utilizar un discurso de defensa de las mujeres para atacar a los inmigrantes musulmanes. Como ha señalado la periodista y doctora en Antropología. Nuria Alabao, “con un discurso liberal de defensa de la mujer frente a un «otro» peligroso, este sector de la extrema derecha ha logrado parecer más aceptable para la mayoría y conseguir un abundante voto femenino, joven e incluso gay”.
Pero lo cierto es que es la extrema derecha, dentro y fuera de Chile, la que ha interpretado con mayor fuerza la noción vaticana de la “ideología de género”, para desacreditar los avances de las mujeres en derechos sexuales y reproductivos y que han sido recogidos en tratados y acuerdos de amplia adhesión internacional. La batería de clichés para atacar a las mujeres es de manual: solo la mujer sumisa es compatible con la única idea de familia aceptable, el feminismo es una corriente internacional que atenta contra los valores nacionales y se asimila al rechazo al marxismo en tanto ideología foránea, y así sucesivamente.
Respecto a los migrantes, es sabido que la ultraderecha ha crecido en Europa mostrándose en contra de los refugiados. El recurso es el mismo que el usado por Kast en Chile: culpar a quienes llegan de todos los males, en vez de hacerlo con los verdaderos responsables, es decir, con quienes detentan el poder.
Pero hay una gran diferencia: la reacción de la derecha y de las instituciones. En Alemania, la líder conservadora más importante del mundo, la Canciller Merkel, sigue haciendo en sus últimos días de mandato gestos hacia los migrantes y ha pagado por ello el costo de enfrentar a la ultraderecha, mientras en Francia el potencial candidato a las presidenciales de 2022, el polemista también de extrema derecha Éric Zemmour, es juzgado por decir que los migrantes menores no acompañados “son ladrones, asesinos, violadores” y no tienen “nada que hacer” en Francia.
En Chile, en cambio, los dichos de Zemmour, tan parecidos a los de Kaiser, no son delito, mientras la derecha sin ninguna excepción conocida hasta ahora ha salido a proclamar a José Antonio Kast.