El grabador francés Thierry Defert (73), más conocido como Loro Coirón, contesta con entusiasmo el teléfono. Dice estar contento y expectante frente a su próxima exposición, una retrospectiva que será inaugurada el primero de diciembre en el Centro Cultural Matucana 100 y que recorrerá sus últimos 30 años de trabajo
“Esta exposición es una fiesta. Es un honor”, afirma el artista radicado en Valparaíso desde los años 90. “Además, me va a permitir mostrar cuál es mi idea del arte y, para mí, la idea del arte es hacer a la gente feliz, porque puedes exprimir una belleza. Eso me gusta mucho”, sostiene.
En la muestra, el artista volverá a exhibir aquellas piezas en blanco y negro que lo han transformado en un cronista innato de la ciudad-puerto. En específico, presentará obras de pequeño y gran formato que van desde finales de los años 80 hasta 2021, develando incluso su mirada sobre la pandemia y el confinamiento. La exposición también contempla sus últimos trabajos realizados en la localidad de Lontué, Región del Maule.
“Va a ser como contarle una historia a niños o personas mayores”, adelanta el grabador. “Matucana tiene una arquitectura de un teatro griego: es largo, grande. Eso permite exponer muchas cosas. Es realmente fantástico”, comenta.
En la muestra presenta un largo periodo de trabajo, ¿qué tipo de evolución podrá ver el público respecto de su técnica?
No soy un gran artista, no tengo tanto cambio. Mi particularidad es que, antes de ser un artista plástico, soy un cronista. Lo que me interesa es el fondo, contar la historia. Sí me interesa la forma, por supuesto, porque es el sabor, el perfume, pero cada pintor, cada grabador, tiene una sinfonía particular y mi sinfonía es la de no cambiar. Yo no tengo la cualidad del colorista, de la belleza. Tengo la posibilidad de contar cosas maravillosas.
Pero, en sus obras, uno puede descubrir más de una historia. ¿Cómo es ese proceso de creación?
Tiene que ver con la manera de estar en la calle. Cuando tienes cinco días para visitar una ciudad. ¿Eso es mucho o poco? Ahí tengo una técnica que consiste en ir, durante los primeros días a un restaurante para almorzar. Al segundo día vuelvo al restaurante y el patrón me saluda y me pregunta cómo estoy. Al tercero, llegas y el patrón te mira como si fueses un amigo. Al cuarto día, vuelves y el patrón te da un abrazo. Al quinto día eres parte de la familia. Es una manera de, en cinco días, visitar una cultura, un país muy interesante.
¿Qué es lo que le interesa retratar ahí?
Como cronista, lo que me interesa es contar un lugar de la ciudad. No toda la ciudad, todos los barrios, todos los cerros de Valparaíso, sino un lugar con el cual tienes una armonía y contarlo con un máximo de detalles. Después, haces una distinción, porque nada es único en la naturaleza. No hay sólo una manzana sobre un árbol para una persona. Es súper interesante la idea de la repartición que tiene el grabador, porque te permite hacer una multitud de obras y no caes en la esquizofrenia de la pieza única, lo que para mí es bien complejo en la historia del arte, porque la pieza no es la unicidad. La belleza es la multitud armónica.
Pensando que su trabajo tiene mucho que ver con la representación de la calle y la gente, ¿cómo la crisis sanitaria y el confinamiento permeó su obra?
La pandemia influenció mi obra por la actitud de la gente caminando en la calle. Se veían cansados por las dificultades de la vida. Ese fue mi modelo. Si la vida es dura, mis personajes aparecerán con una dificultad. No dibujé la pandemia, pero sí el efecto que tuvo sobre la población, aunque desde hace un año estoy dibujando en el Maule, cerca de Curicó, donde vive una parte de la familia de mi señora.
¿Cómo recuerda su primera visita a Valparaíso a fines de los años 80?
Mi idea no era ir a Valparaíso, pero tenía que esperar un barco para volver a Hamburgo, pero los barcos son como fletes. No están a la hora fija, dependen de la carga. Entonces, durante diez días estuve esperando este barco y vi una ciudad increíble. La relación entre la luz y la piel de los habitantes de la ciudad. Había una armonía. Un ritmo y yo creo que tú amas a una persona por su ritmo particular. Eso me fascinó. Después, antes de salir en el barco, decidí volver para habitar y ver este lugar. Para dibujarlo, para contarlo. Cada uno tiene un lugar que lo espera en la vida en el mundo. Estoy seguro de eso. Cada uno tiene su papel.
A esta altura, usted se ha transformado en un artista icónico del puerto. ¿Qué lugar ocupa Valparaíso en su vida?
Valparaíso es el 80 por ciento de mi vida. Mi modelo principal es el puerto principal. Es la fuente en la punta de la montaña.
La pandemia y la crisis social también dejaron su huella en el puerto. ¿Cómo ve el presente de la ciudad de Valparaíso?
Valparaíso es una ciudad súper dura. Los porteños y las porteñas son valientes, porque es difícil. Es una ciudad que debería tener mucho ingresos por su puerto, pero es pobre. Es súper dura la vida en Valparaíso. Pero la gente tiene una dignidad natural, porque la cultura de todos los puertos del mundo es la de recibir al visitante, entonces, hay una tradición de hospitalidad. Antes de todo, el porteño hace un saludo, lo que no existe en las grandes ciudades o capitales. Valparaíso te saluda en la calle. Esa es una de las grandes diferencias. Es súper duro lo que pasa en Valparaíso, pero la gente conserva su dignidad. Ojalá pueda salvarse, porque hay mucha pasión por esta ciudad. Pero pasan cosas increíbles también: este año la Universidad de Playa Ancha inauguró un museo del grabado. Eso es genial. Engrandece la cultura.
Entonces, ve posibilidades de crecimiento…
Si, absolutamente. Valparaíso es una perla.
Coordenadas exposición
Esta retrospectiva del Loro Coirón podrá ser visitada en Matucana 100 hasta el 23 de enero de 2022 de miércoles a domingo de 11 a 14 horas y de 15 a 20 horas. La entrada es gratuita.