El hombre está visiblemente aturdido y tembloroso, trata de descender pero a medio camino cae pesadamente sobre la losa. Ha enfrentado unos 56 grados C° bajo cero, a 12.000 metros del suelo y con velocidades que superan los 900 kilómetros por hora. El indocumentado fue trasladado a un hospital cercano mientras el vuelo era revisado por la Policía ante la falla en la seguridad en el Aeropuerto Internacional de La Aurora, en Ciudad de Guatemala, para, después de más de dos horas y media, aterrizar en suelo estadounidense.
Este no es el primer polizonte en llegar igualmente en muy malas condiciones a Miami. La crónica habla de un dominicano de 26 años procedente de Santo Domingo que escogió escapar de su país escondido en el tren de aterrizaje, también en un vuelo de American Airlines que recorrió casi 1.500 kilómetros. La huida de Centroamérica y el Caribe no cesa, aunque son pocos los que se atreven a acomodarse dentro de la diminuta estructura, con el peligro de caer al vacío cuando los grandes pájaros de acero elevan el vuelo o despliegan las ruedas para tocar tierra.
Se huye del hambre, de la pobreza, de la droga, de la violencia, de los atropellos a la dignidad. Se huye del terror. Es imposible no recordar la ocasión en que un chileno fuera el primero en esconderse de la muerte en la mínima cavidad del tren de aterrizaje de un avión con rumbo a Lima.
Era junio de 1974. Mario Grez Rivas, un joven obrero, lograba burlar el estricto control militar del aeropuerto de Pudahuel, en Santiago, logrando colarse a través de las barreras y alambradas hasta un escondite muy cerca de la pista de despegue, donde esperó con la noche su oportunidad. Esta llegó cuando un avión Boeing-707 carreteó hasta el cabezal de la losa para iniciar el decolaje. Entonces, Mario corrió agazapado y sin ser visto hasta las ruedas del aparato mientras éste estaba inmóvil y calentaba motores, subió rápidamente sobre una de ellas y desde allí se encaramó dentro de la cavidad que ocupa el tren de aterrizaje. Luego, se amarró a la parte superior de la misma con un simple cinturón. Cuando las ruedas del enorme aparato se replegaron, tuvo suerte de no ser aplastado por ellas y su cuerpo delgado le permitió acurrucarse lo mejor que pudo en el estrecho espacio sobrante.
Después de enfrentar la muerte por congelación debido a las temperaturas extremas a 10 mil metros de altura, el muchacho logró arribar -aunque en críticas condiciones- a la capital peruana y de ahí en más su hazaña se convirtió en noticia mundial. Era la primera vez que algo así ocurría, no se recordaba otro hecho como aquel en la historia de la aviación. Pero lo que Mario Grez Rivas no podía imaginar es que su huida desnudó a nivel internacional la desesperación del pueblo chileno bajo la bota golpista. Tal vez por lo mismo, tampoco pudo imaginar que estando ya a salvo en el Perú, aún tendría que enfrentar los intentos de los militares de Pinochet por llevarlo de vuelta a Chile, esfuerzos que afortunadamente no prosperaron porque fueron desoídos por el gobierno del general populista peruano Juan Velasco Alvarado, en ese momento inquilino del Palacio Pizarro.
El caso de Mario Grez Rivas fue recreado en la película “Un Salto al Vacío” (2007), del director Pablo Lavín, que se aproxima al tema desde tres puntos de vista: la recreación documentada de los hechos, las reflexiones del actor Alberto Zeiss, quien juega el rol protagónico (y que debió investigar a su personaje para poder actuarlo) y el testimonio del mismo Grez, quien finalmente voló con sus sueños hacia la libertad para encontrar finalmente solidario refugio político en Inglaterra.
(Imagen: vistazo.com)