En estas horas, las distintas expresiones de la derecha chilena debaten sobre cómo deberá configurarse el sector para el tiempo que viene. Todo el proceso electoral presidencial tuvo para Vamos por Chile situaciones inéditas: primero, el triunfo en las primarias de Sebastián Sichel, el único candidato que no pertenecía a ninguno de los partidos del sector y que, además, provenía del centro político. Y, luego, la victoria en primera vuelta de José Antonio Kast, quien milita en el Partido Republicano, es decir, tampoco pertenece a la coalición.
Durante las tres semanas pasadas, una de las preguntas que circulaban era cómo habría de construirse un eventual gobierno de José Antonio Kast. Pero aquello ya no sucedió. La pregunta ahora es otra: cómo sigue una coalición entre dos candidaturas que no le son naturales y cuál debería ser el eje hegemónico en torno al cual se alinee la actividad política del sector. El presidente de Renovación Nacional, senador Francisco Chahuán, ya expresó opinión: el suyo es el partido más grande y, por lo tanto, el líder del sector. Pero ya sabemos que si hay algo que caracteriza a RN es su diversidad, muchas veces disfuncional, por lo que no es posible llegar a figurarse qué significaría eso en el próximo tiempo. Adicionalmente, el ex candidato del Partido, Mario Desbordes, señaló que Sichel “no tenía nada que hacer” en Vamos por Chile.
Aquí entramos a un punto crucial e interesante. Desbordes plantea que Sichel debió apoyar a Kast porque era candidato de los partidos de la coalición, los que así lo decidieron. Pero soslaya el gran tema de fondo en esta discusión: el programa del candidato republicano era en muchos aspectos, y así lo señalaron algunos estudios, incompatible con el estándar democrático e hizo retroceder al sector a las posiciones más duras, propias del pinochetismo que, se suponía, habían empezado a abandonar hace décadas. La rapidez acrítica con que los partidos oficialistas se abalanzaron a la candidatura de Kast hace dudar de las convicciones democráticas o podría ser explicada por el mero pragmatismo de querer ganar, pero en ambos casos la fotografía no queda bien.
Recordemos que, a diferencia del apoyo incondicional de los partidos de Vamos por Chile, Sichel puso nueve condiciones a Kast, algunas de ellas risibles si no hubiera estado en juego el gobierno de un país, tales como el mantenimiento de Chile en el sistema internacional, el no cierre del Instituto Nacional de Derechos Humanos y el compromiso de respeto total a minorías y diversidades ¿Se puede juzgar a alguien por no apoyar a un candidato que ponía en riesgo estos mínimos? ¿Renunció la derecha chilena a exigirse esos mínimos a sí misma en la sociedad y en la política nacional? Es probable que, mirado en perspectiva histórica, la posición de Sichel sea más adecuada, al menos si le sitúa en el siglo XXI y en el lugar que ocupan los partidos de la derecha mundial en este tiempo. La palabra cavernaria, usada para referirse a las ideas de la derecha más ultra, alude en sentido figurado a un retroceso de miles de años en la historia de la humanidad. Ése es el principal problema del sector hoy.