La estrategia impulsada por el gobierno de Nicolás Maduro de lograr un menor impulso en los precios de los bienes y servicios, a cambio de sacrificar el crecimiento económico, parece tener resultados. Al cierre del primer trimestre de 2022 se espera que Venezuela salga de la hiperinflación que ha vivido durante cuatro años, al acumular suficiente tiempo con tasas mensuales por debajo del 50%.
Es el resultado de un plan que comenzó a ejecutar el Banco Central del país inyectando dólares a la banca pública y privada para contener el precio del dólar frente a la moneda local, el bolívar. Lo ha hecho a costa de las reservas internacionales: solo en noviembre de 2021 se consumieron 171 millones de dólares de esas reservas.
Por otra parte, el Estado venezolano ha podido contar con más recursos debido a la mejoría en los ingresos petroleros, no solo por el precio del crudo sino porque ha podido recuperar la producción que tocó un mínimo de 400 mil barriles diarios y llevarla hasta los casi 900 mil barriles en un buen mes. Aunque está muy lejos de los tiempos en que se producían 3 millones de barriles diarios, Venezuela ha notado una mejoría en esa entrada de dinero, aun con las sanciones internacionales que complican su acceso a mercados globales.
Asimismo, las finanzas públicas han abandonado el bolívar como moneda de uso principal y se han concentrado en los dólares norteamericanos, a pesar de la animadversión política a Washington, vista la diversificación de fuentes de ingreso del Estado, que depende menos de los hidrocarburos pues ahora vende chatarra, oro y mina criptomonedas.
El director de la firma Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, advierte no obstante que aunque lo peor de la hiperinflación ya pasó, aún la economía está herida. Dice que lo que costaba 100 dólares en 2018 ahora cuesta 330 dólares. Es decir, que el costo de la vida sigue siendo elevado para la gente.
De hecho, a partir de abril de 2022, cuando terminaría la hiperinflación, el indicador venezolano igual sería el más alto del mundo, en un país donde una dolarización informal se ha impuesto en el día a día, las remesas de la diáspora financian a muchos habitantes, y la economía de puertos se ha profundizado al relajar los permisos de importación.
La economía venezolana ha caído 80% en ocho años y muestra alguna mejoría por sectores, principalmente en el comercio.