Dos presidentes muy distintos y un nuevo ciclo

  • 10-03-2022

Pocas veces en la historia de Chile se habían apreciado tantas diferencias entre el presidente saliente, Sebastián Piñera, y el entrante, Gabriel Boric. Durante el tiempo transcurrido entre el cambio de mando anterior y éste ha ocurrido tal cantidad de cosas que estas disimilitudes no solo aluden a características personales, sino que también a la enorme transformación que ha experimentado nuestra sociedad en poco tiempo.

La lectura que hizo Piñera del mandato que le dio el Pueblo en enero de 2018 era de continuidad y profundización. En su análisis, las tensiones que se vivían en Chile no se debían al malestar por las inequidades, sino a una revolución de expectativas de sectores que habían visto incrementado fuertemente su estándar de vida en pocos años, y que ahora se habían vuelto más exigentes. Su respuesta a ello fue la pretensión de un gobierno de reformas modernizadoras que harían más eficiente el sistema. Tan seguro estaba el Presidente de ese camino que pocos días antes del 18 de octubre de 2019 señaló, a un medio extranjero, que Chile era un país tranquilo y exento de grandes tensiones sociales.

Pero luego del estallido social, todo lo que representaba Sebastián Piñera empezó a derrumbarse: su liderazgo, su gobierno, su lugar en la Historia, su sector, la Constitución e incluso sus adversarios, puesto que fue el conjunto del sistema político el que dio señales de su obsolescencia. La idea que el país podía ser dividido y gobernado a partir de dos grandes bloques colapsó y en vez de ello apareció un Chile diverso territorial y culturalmente, plurinacional, con la exigencia de la igualdad de género y con nuevos paradigmas.

Antes de ello, era difícil imaginar que el devenir de la Historia terminaría ungiendo al diputado por Punta Arenas, Gabriel Boric, quien ha hecho su propia metamorfosis para poder dar con el punto capaz de interpretar a las grandes mayorías. Su liderazgo obedece a una diversidad de factores en un país cambiante y por ello es más difícil de interpretar, pero según sus propias palabras, el mandato que el pueblo de Chile le ha dado es el de realizar transformaciones estructurales, con estabilidad. Lo que sí está claro es que la manera de gestionar los conflictos de los últimos 30 años quedó atrás. No es el pacto entre las cúpulas ni la convivencia pacífica con los grandes poderes la que le dará estabilidad al Gobierno, cuando al mismo tiempo se aprecia una ciudadanía vigilante y con ganas de incidir de manera concreta en la construcción del país.

Las grandes diferencias entre Piñera y Boric nos indican, por lo tanto, que este 11 de marzo comienza un nuevo ciclo en muchos sentidos. No será una tarea fácil para el gobierno entrante dar cauce a este Chile que puja por nacer, pero el momento ha llegado y con él el encuentro con la Historia.

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