La guerrilla tributaria

  • 21-07-2022

Ya empezó. Una guerrilla tributaria, tan secreta como previsible, ha comenzado nada más el gobierno ha presentado su proyecto de reforma impositiva.

Esta guerrilla no enfrenta a gobierno y oposición directamente. Es una  disputa entre las élites económicas y la inmensa mayoría de personas de este país. Y es secreta porque quienes se resisten al cambio tratan de hacer pasar sus intereses por sentido común. Así buscan convencer a la mayor cantidad de gente posible de que están en la misma carretera tributaria que el puñado de millonarios a los que se les convoca a contribuir como es debido.

Es comprensible que algunas pequeñas empresas, que están pasando verdaderas dificultades para cumplir sus obligaciones fiscales, puedan pensar que sus problemas son una versión a pequeña escala de los que enfrentan las grandes fortunas. Pero la propuesta beneficia a la clase media con descuentos por gastos en arriendo y cuidados. El 97% de las personas no verán alzas en sus impuestos ya que los cambios sólo apuntarán al 3% de mayores ingresos. Las PYMEs podrán reducir la tasa de 27% a 25% si reinvierten en productividad.

En los últimos cuarenta años se ha creado un pacto fiscal monolítico entre los dueños de las grandes fortunas, las autoridades tributarias. Así se explica que el 20% de la población más pobre de Chile hoy pague una cantidad de impuestos desproporcionada. El motivo está en la carga de los impuestos indirectos, como el IVA, y otras contribuciones. Por el contrario, desde cierto nivel de ingresos el pago de impuestos se ha hecho prácticamente una elección personal, a causa de los mecanismos de ingeniería fiscal que contempla la legislación y que tienen en los paraísos fiscales el destino prioritario de estos dineros, comenzando por el entonces presidente Piñera que les tenía a buen recaudo en las Islas Vírgenes.

Otro argumento en esta guerrilla apunta a descalificarla de lleno por las ineficiencias en el gasto público. El supuesto mal uso que el Estado hace de los impuestos justificaría que  las grandes fortunas hagan uso de los paraísos fiscales. Ejemplos de gastos mal hechos y despilfarros se pueden encontrar, en todas las administraciones. Pero el ejemplo se cae cuando se ven las cifras gruesas. Al analizar el destino de los impuestos se observa que el margen que queda para despilfarrar es muy estrecho. El gasto en 2021 en protección social (MM$ 33.085.868), salud (MM$ 13.819.347), educación (MM$ 11.515.333), orden y seguridad (MM$ 3.381.188), y la administración general de los servicios públicos (MM$ 4.323.916) consumieron la mayoría del presupuesto, quedando para los demás campos sectoriales un margen de MM$ 7.530.616. Sostener a la ineficiencia del Estado para no pagar impuestos es como si alguien decidiera no respetar las señales del tránsito porque hay un par de semáforos que no funcionan.

La justicia tributaria es el cimiento de la democracia. De ella se desprende algo mucho más importante que el dinero que se recauda. Los impuestos son una expresión cualitativa de la solidaridad intergeneracional e intersectorial que articula la vida en sociedad. Sin impuestos no viviríamos en una utópica ciudad anarcocapitalista como soñaba Ayn Rand. La alternativa sería una forma moderna de sistema feudal, con señores de la guerra al mando de todo.

La guerrilla fiscal es una batalla por la posibilidad misma de la vida democrática. Más allá de la concentración de la riqueza lo que se pone en juego es la distribución del poder. Basta pensar que aunque las grandes fortunas llegaran a pagar, sin evasión ni subterfugios, el 50% de sus ingresos, esa gente perfectamente podría seguir llevando una vida de lujos, despilfarros y mansiones. No es eso lo que se disputa, sino otra cosa: el privilegio de mandar más allá de cualquier límite al ciudadano promedio. El argumento contra la justicia tributaria es el rechazo a la democracia, a la idea de la igualdad ante la ley y eso pesa mucho más que la codicia.

Por eso la reforma tributaria es un paso necesario para alcanzar una recaudación fiscal más justa, lo que no sólo respeta la libertad personal, sino que es la condición necesaria para tomar el control de nuestras vidas.

Álvaro Ramis
Rector Universidad Academia de Humanismo Cristiano

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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