“Era estupendo quemar”, así parte la clásica distopía del Siglo XXI, escrita por el norteamericano Ray Bradbury y publicada el año 1953. La novela toma su nombre de la temperatura a la que arde el papel y trata acerca de una sociedad donde están prohibidos los libros: el personaje principal, llamado Montag, es un bombero que tiene como misión quemar los libros. Nos encontramos con una futurista urbe estadounidense en la que los bomberos prenden fuegos en lugar de sofocarlos. Las personas de esta humanidad no leen libros, no disfrutan de la naturaleza, pasan tiempo solos, piensan de forma independiente o mantienen solo conversaciones significativas. En cambio, conducen muy rápido, miran cantidades excesivas de televisión en sets de tamaño de pared y escuchan radio en los sets de Seashell Radio conectados a sus oídos.
La novela nos cuenta la existencia de una suerte de resistencia, en que las personas lo que hacen es memorizar cada un libro: un hombre, un libro. Una suerte de vuelta a la oralidad. Este es un texto escrito con mucho lirismo, por lo que es una novela especialmente bella.
Y ¿por qué se hace actual repasar este texto a la luz de un nuevo 18 de octubre? Primero, por un hecho anecdótico: el Club de Lectura Rebelde aparece con “peligrosidad media” en los correos que fueron filtrados de las FFAA y la PDI: esto parece explicar la detención sufrida por uno de nuestros miembros, en octubre de 2020, cuando estábamos a punto de iniciar una sesión del club y, Carabineros apareció a hacer control de identidad: uno de nosotros no portaba su identificación y fue sometido a proceso por maltrato a Carabineros, acusación que luego de un año y medio fue desestimada por los Tribunales de Justicia. Parece hasta gracioso que en dichas comunicaciones aparezcan nuestras reuniones, en que nos organizamos para leer el Estallido Social desde los clásicos de la Literatura Universal en espacios públicos. El Club de Lectura sobrevivió la pandemia y se convirtió en un activo agente social que hoy enarbola como bandera la educación como pilar de inclusión cultural y social de niños migrantes en situación de vulnerabilidad. A punto de cumplir tres años de existencia, hemos forjado fuertes vínculos con la sociedad civil y contamos con trabajo comunitario en varios Campamentos de la ciudad.
Sabemos que la lectura literaria ha sido vista como peligrosa en tiempos aciagos de la historia de la humanidad. La persecución de escritores y poetas, la censura y quema de libros forman parte de momentos vergonzosos del siglo XX. Esto, por la potencia que posee la literatura en la construcción del relato social e histórico de nuestras comunidades.
Acerca del Estallido Social se ha escrito tanto. Millones de personas volcadas en las calles exigiendo que todos aquellos derechos como la salud, la educación, las pensiones y la vivienda dejaran de ser consideradas “privilegios” y dejaran de reposar en la responsabilidad y esfuerzo individual, básicamente. La represión de la protesta social fue brutal y hasta hoy lamentamos muertes, mutilaciones oculares y torturas. En los sectores más precarizados, se levantaron barricadas diariamente, a modo de protesta y de protección contra la fuerza policial. Cientos de jóvenes fueron a dar las cárceles, sufrieron extensas prisiones preventivas en plena pandemia, muchos de ellos, menores de edad, que luego de dos años resultaron absueltos. En Antofagasta, las Madres de estos jóvenes se organizaron, rezaron el Mes de María fuera de la Catedral y se convirtieron en las Madres de la Plaza Colón: ícono de un país que padeció el disciplinamiento y punitivismo (leyendo a Michel Foucault) de parte de sus autoridades, en lugar de dar origen al diálogo y a cambios que mejoraran la calidad de vida de las personas. Se abrió un proceso constituyente que terminó cuando a fuerza de desprestigio y noticias falsas, se destruyó la posibilidad que un país ejerciera la soberanía radicada en el pueblo. Un relato construido desde las bases mismas, por los “Nadie “ de Galeano llegaba a su fin, sin que se obtuviera ningún beneficio ni se garantizara ningún derecho.
Y la Literatura tiene tanto que ver con esto y con todo lo humano. Martin Heidegger, considerando uno de los filósofos fundamentales del siglo XX, escribió un ensayo, que se encuentra en el libro “Caminos de bosque” y que se llama “Para qué poetas” y que aporta a nuestra reflexión: en dicho texto, lo que hace es señalar que en momentos de reclusión e incertidumbre, hay que retomar la pregunta que se hace el Hölderlin: “¿Para qué poetas en tiempos de penuria?” Esto, en el filósofo alemán, adquiere una resonancia singular. Heidegger nos dice que en el momento de mayor indigencia, cuando la noche del mundo extiende sus tinieblas hay que experimentar y soportar el abismo del mundo, pero para eso es necesario que algunos alcancen dicho abismo. Como puede suponerse, son los poetas los que se arriesgan en el abismo y desde allí, desde el desierto de la desprotección, nos sostienen con su palabra.
Leer el Estallido Social, sus implicancias y devenires, es tarea de buenos ciudadanos y una tarea indispensable para reparar esta grieta que parece haberse producido con ocasión de las movilizaciones legítimas de octubre del 2019, que aún no hallan solución y que someten a un abismo de precariedad cultural y económica a amplios sectores de la población. Es tarea indispensable, de este modo, como diría Rimbaud, la poesía no habrá cantado en vano.