“Es que él no me pega”

  • 25-11-2022

Es que él no me pega, escuché tantas veces de una voz dentro de mí que también me decía que podía estar en peligro
Es que está estresado por la pega
Es que su papá enfermó
Es que se siente inseguro
Es que lo van a tener que operar
Es que
Es que
Es que

Rellenando siempre con excusas sus humillaciones, su maltrato, su violencia, porque claro, como no me pegaba ¿Qué tan violento podía ser realmente?

Llegó a mi vida en un momento sumamente vulnerable, atravesando una crisis de mi familia y de mi identidad, lo veía como lo mejor que me había pasado, hablaba de él con mis amigas como si fuera la persona más dulce que existía. Ahora que soy libre me di cuenta de que esa persona jamás existió, era una máscara que inventó para que bajara la guardia, que los momentos buenos que vivimos tampoco eran reales, solo eran manipulaciones entre medio de sus abusos emocionales. Me daba tanta vergüenza asumir esto, con una militancia y formación feminista, estudiando la violencia en sus múltiples formas ¿Cómo no me di cuenta? ¿Cómo no lo vi venir? Fue recién cuando hice el ejercicio de ver mi historia desde un tercero, como si escuchara los dolores de una compañera, que me di cuenta del calvario que viví ¿Por qué no fui capaz de reconocer mis propias heridas teniéndolas en frente mío?

No voy a mentir, a veces me siento ridícula. Tantas alertas encendidas, tantas red flags a la vista: la manera en que trataba a su familia, a sus amigos, su manera despectiva de referirse a su ex. A los pocos meses de terminar él empezó una relación nueva, y la ex, la loca, la inestable, ahora soy yo. A veces sí me siento loca. Siento que estoy exagerando o inventando su narcisismo para encubrir el hecho de que quizás yo arruiné todo, que yo fui la culpable, que yo me cause este daño tan grande. Me cuesta reconocerme como víctima, porque le rogué volver, le rogué que me siguiera amando, pero él ya había encontrado a alguien más, una nueva para sacar su primera versión, esa dulce, en la que me excusé para quedarme, pero que nunca volvió. A veces siento ganas de llamarla, de advertirle de lo que no ve venir, pero, ¿De qué sirve? Si al final, ahora la loca soy yo, y la persona que le voy a describir no la conoce ni la ve. Habito tantas contradicciones incómodas, una feminista que no reconoció violencia, una víctima que no quería soltar a su agresor, una mujer que se ve fuerte pero que en realidad escondía el maltrato en su intimidad.

Este 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer y comparto el momento más doloroso de mi vida porque si estás escuchando esa misma voz que escuché yo, esa que te dice que esto no es normal, que estás sufriendo, que te mereces más, quiero que sepas que es real. Quizás no te pega, pero eso no significa que no te estés muriendo por dentro, que cuesta muchísimo salir de ahí y no importa cuántas veces hayas vuelto, no te mereces esta violencia (Porque es violencia, con todas sus letras y en mayúscula), quiero que sepas que te creo todo y que gracias a mis amigas salí de ahí, destrozada pero liberada, sigo recogiendo los pedacitos que quedaron de mí, algunos todavía no los encuentro, pero sé que en algún momento lo haré y que también lo harás tú.

Luz Leiva Ureta
Coordinadora Frente Feminista Región Metropolitana Revolución Democrática

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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