Sánchez, presidente del Gobierno y secretario general del Partido Socialista, es el primer español que preside esta agrupación política que naciera en 1889 como la “Segunda Internacional”, sucesora de los fines políticos de la “Primera Internacional”, que había sido fundada en Londres más de 30 años antes (1862), y en la cual tuvieran tan alta influencia nombres como Karl Marx, Friedrich Engels y Mijaíl Bakunin. El propósito de esta “Segunda Internacional” siguió siendo el de agrupar y coordinar a los distintos partidos y organizaciones obreras que se alzaban en Europa contra la explotación del capitalismo salvaje de la época.
Entre sus miembros fundadores destacaban algunos nombres que pasaron a la Historia: Karl y Wilhelm Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Vladímir Ilich Lenin, Gueorgui Plejánov y también uno que más tarde sería motejado como “renegado”, el checo Karl Kautsky. También estuvo ahí y puso su rúbrica el político marxista Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y de la otrora poderosa UGT (Unión General de Trabajadores). A Iglesias se le considera hasta ahora como el padre del socialismo español. Las divergencias entre las posiciones de los partidos y movimientos socialistas a lo largo de la historia de fines del s.XIX., y primer cuarto del s. XX., llevaron a múltiples reformulaciones de la organización internacional, la última de las cuales sucedió en 1051.
71 años después, otro español, Pedro Sánchez Pérez-Castejón llega a la presidencia con nuevos bríos y el ambicioso objetivo de dar “un giro de 180 grados” a esta histórica organización. Para ello ha fijado entre sus prioridades trabajar por la igualdad entre hombres y mujeres “sin discursos paternalistas”; combatir la emergencia climática “dándole una perspectiva de inclusión social y territorial”; hacer una “apuesta histórica” por la paz y la democracia; promover una economía justa e inclusiva al margen de “beneficios obscenos”; y buscar “soluciones justas” para los trabajadores.
“Asumo esta responsabilidad con un firme compromiso: conseguir que entre todos hagamos de la Internacional Socialista la gran casa común del pensamiento y de la acción progresista mundial”, subrayó Sánchez tras ser elegido. “Hemos vivido tiempos difíciles para la socialdemocracia, tiempos en los que algunos se empeñaban por dar por amortizados a nuestros valores y a nuestros propios partidos, diciéndonos que la socialdemocracia era una ideología del siglo XX., pero jamás una ideología del siglo XXI., y ése es el inmenso error que han cometido nuestros adversarios. Estamos más vivos que nunca y somos más necesarios que nunca”, añadió.
Con su designación, el presidente del Gobierno español toma el relevo del griego Georgous Papandréu, que ha permanecido en este cargo político durante los últimos 16 años. A la hora del traspaso simbólico de poderes en el 26º Congreso de la organización -que se celebra hasta el domingo en el recinto ferial de Ifema en Madrid- el ex dirigente griego ha destacado la “pasión”, el “dinamismo” y el “compromiso” de su sucesor.
Además de Papandréu, previamente han presidido la Internacional Socialista desde su última reformulación, el británico Morgan Walter Phillips (1951-57), el danés Alsing Andersen (1957-63), los alemanes Erich Ollenhauer (1963) y Willy Brandt (1976-92), el francés Pierre Mauroy (1992-99) y el portugués António Guterres (1999-2005), actual Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas..
Recientemente, Alfonso Guerra, alto dirigente del PSOE, reveló en una entrevista que el histórico dirigente y ex presidente de Gobierno, Felipe González, había rechazado hace “mucho tiempo” liderar la Internacional Socialista porque “no le interesaba”. Según el ex vicepresidente del Gobierno español, en la década de los 80 la IS se estaba convirtiendo en una “agencia de viajes” y González criticaba que había perdido su función de activismo político.
Durante mucho tiempo, la internacional socialista se mantuvo alejada de América Latina, considerando a la región como una zona de influencia de los Estados Unidos. Así, no denunció el golpe de Estado organizado por la CIA contra el presidente constitucional Jacobo Arbenz, en Guatemala en 1954; ni tampoco la invasión de la República Dominicana por parte de los “marines” de Estados Unidos en 1965. Sin embargo, el golpe de Estado en el Chile de 1973 pareció abrir una nueva perspectiva política a la Internacional Socialista. “Parecía como que hubiéramos descubierto “un mundo que no conocíamos”, explica Antoine Blanca, diplomático del Partido Socialista francés. Y tiene razón, porque la enorme ola de solidaridad con la izquierda chilena fue “el primer desafío a Washington digno de ese nombre por parte de una Internacional que, hasta entonces, había hecho todo lo posible para aparecer sujeta a la estrategia norteamericana y a la OTAN”. “Eso, con el honroso sacrificio de Salvador Allende, terminó” -afirma el alto funcionario galo.