La declaración universal de los derechos humanos es, probablemente, el consenso más importante que nuestra especie haya alcanzado. En su preámbulo, destaca que el “reconocimiento de la dignidad inherente y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana es la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo”.

Así, establece un piso de dignidad para toda persona, por el solo hecho de haber nacido, y compromete a todos los Estados del mundo, independientemente de su ideología y su ubicación. Pero está, al mismo tiempo, permanentemente expuesto a vulneraciones, por lo que el trabajo en la defensa de los derechos humanos ha de ser necesariamente incesante.

La pretensión de que esta declaración universal sea motivo de consenso y no de discrepancia entre nosotros, a veces parece acercarse pero sigue estando lejos. Aun luego de haber vivido los traumáticos sucesos de la dictadura, cuando se pensó que podríamos comprometernos colectivamente con el Nunca más, nos encontramos a poco andar con que aquello era más una expresión de intenciones que una realidad, porque la Historia siempre puede volver a repetirse.

Fenómenos en ascenso como el negacionismo, con sus retóricas hostiles a los derechos humanos expresadas desde el interior de los sistemas políticos y de los poderes del Estado, alarman y hacen preocupar por el presente y el futuro, en la medida que cuentan además con respaldo electoral. Mujeres, migrantes y diversidades sexuales suelen concentrar el encono de estos sectores, lo que a su vez desnuda nuestras falencias societales en educación cívica y en derechos humanos.

Los medios de comunicación masivos, muchas veces imbuidos de un tipo de comprensión de las libertades que los lleva a desentenderse de su rol social, no solo pasan por el lado, sino que en algunos casos naturalizan y reproducen sentidos comunes atentatorios contra los derechos humanos. La manera simplificada en que se vincula migración con delincuencia es uno de muchos ejemplos que se podrían mencionar.

En este contexto es que Radio Universidad de Chile, honrada por el patrocinio de un conjunto de instituciones y organizaciones con una destacada trayectoria, ha emprendido este viernes 9 de diciembre el Día Radial de los Derechos Humanos, en la víspera del día internacional homónimo. Una transmisión colaborativa que se extiende por todo el día que no tiene más ni menos valor que el de un grano de arena, a través del cual se refuerza la convicción de que nuestra vida colectiva será mejor si se asienta en un consenso sobre la importancia de los derechos humanos. Que llegue a ser, aunque parezca lejano el propósito, motivo de encuentro para la comunidad. Y que de alguna manera señale el rol de un medio público como éste en el compromiso y difusión de valores universales.