Desde el último congreso estratégico en 2018, hasta ahora, se conquistó el mejor de los escenarios: ser gobierno en el siguiente ciclo presidencial. La crisis del capitalismo y su efecto polarizador se manifestó en nuestro país: 8,3 millones de personas concurrieron a las urnas; 4,6 millones votaron por nuestro compañero presidente Gabriel Boric, el adversario alcanzó los 3,6 millones de votos -cien mil menos que Piñera en 2017- sin embargo, esta vez el rostro de la derecha no es el de la especulación financiera, sino que el de la restauración conservadora y patriarcal.
En los últimos años, Chile ha vivido momentos históricos importantes, destacan entre ellos; la ola feminista, el estallido social, la peor pandemia de los últimos cien años, la irrupción del neofascismo con expresión parlamentaria, el primer proceso constituyente democrático y paritario de nuestra historia republicana, la derrota del mismo, y el primer gobierno del pacto Apruebo Dignidad. A partir de esto esbozo una reflexión con perspectiva en estos acontecimientos, como así también una propuesta del rol que debe jugar Revolución Democrática -y su militancia- en el ciclo de cambios que nos atraviesa, tanto en nuestro rol como partido de gobierno, el énfasis estratégico en el actual escenario político y la construcción de una política orgánica más robusta.
Hace once años nos constituimos como fuerza política para disputar el poder desde todos los espacios, levantamos propuestas de cambios en gobiernos locales y regionales, enfrentamos el bipartidismo en 2013, y en 2017 ofrecimos a Chile un programa de gobierno presidencial junto a nuestra compañera Beatriz Sánchez. Después de las masivas movilizaciones de 2011 -donde las y los estudiantes sacudieron el sistema político completo- los senadores de la comisión de educación dijeron a las vocerías estudiantiles que acusaban recibo de sus propuestas, pero que su tarea llegaba hasta ahí, y que para temas serios como lo presupuestario, estaban ellos.
Sin duda, las formas que caracterizaron la transición en nuestro país se sustentaban en hacer política sin el pueblo, en la toma de decisiones lejos de la sociedad civil organizada. Una vez más en la historia de Chile la elite gobernante daba un portazo institucional a las demandas de la ciudadanía. Sin embargo, la relación de la ciudadanía con el Poder en el siglo XXI cambió. Mientras las diversas derechas mutan en expresiones políticas reaccionarias, machistas y conservadoras, al calor de las masas surgieron nuevos partidos que representan malestares, democratizan soluciones, fortalecen anclajes territoriales en sectores populares, construyen estructuras horizontales para la toma de decisiones, tal y como ha hecho, Revolución Democrática en Chile.
En más de una década de existencia, chilenas y chilenos han depositado sus esperanzas en nuestra colectividad, por tanto, es un imperativo categórico poner las urgencias de la ciudadanía en el centro de la ocupación política, disponiendo las instituciones para ello, y si estas no se desprenden del ritmo cansino del siglo pasado, debemos abrirlas, actualizarlas, imprimirles eficiencia y acercarlas a la ciudadanía. La democracia en el siglo XXI requiere participación, transparencia y retroalimentación constante.
Cualquier marco de alianzas debe ser establecido en clave de defensa de nuestro proyecto político, considerando que los sectores reaccionarios no se encuentran sólo en la derecha tradicional. Las estructuras regionales y locales son fundamentales para sostener nuestro avance. En las próximas elecciones municipales nos jugamos el posicionamiento estratégico para frenar las ideas del neofascismo en el parlamento, dotando así de una mayoría legislativa, la posibilidad de un segundo gobierno de nuestra coalición.
Este congreso estratégico propone fortalecernos orgánicamente a partir de una discusión profunda desde nuestra base militante -que son quienes sostienen y hacen carne las directrices de Revolución Democrática en sus territorios- para delimitar y orientar la línea de acción política en el mediano plazo. Para nosotras es fundamental que la toma de decisiones se dé en un marco de equilibrio, equidad y democracia, empujando siempre que nuestro partido siga jugando un rol clave y transformador en la política nacional. Seguiremos dando la disputa por el sentido común y construyendo la posibilidad de una vida digna, trabajando sin pausa desde el debate de ideas y la acción colectiva, evitando así que nuestro quehacer se traslade únicamente al terreno de los rostros con buen rendimiento electoral.
El primer mandato presidencial de Apruebo Dignidad tiene la responsabilidad de continuar la senda de reivindicaciones que Chile abrió en 2019, y por cierto, proyectar un ciclo político de avanzada económica y cultural que transforme las condiciones materiales de la base social, para que el desarrollo en nuestro país sea desde la justicia social, donde todas y todos sean respetados en dignidad y derechos.
Para esto, los partidos que sustentamos al gobierno debemos fortalecer nuestro rol de puente entre la ciudadanía y el sistema político de manera seria, pero audaz, pues de muy poco sirve la acumulación de siglas tras un acuerdo parlamentario si esto no tiene un correlato social, ya nos tocó presenciar, con la derrota del plebiscito, que las buenas ideas no bastan por sí mismas, que en ellas debe estar contenido el sentir colectivo, y a partir de este ser defendidas, explicadas y empujadas en cada población, villa, edificio, liceo, universidad, sindicato y medio de comunicación comunitario, dicho de otra forma, la contundencia de las ideas requieren de fuerza social. Sin el protagonismo de los sectores populares y sus múltiples formas de organización retrocedemos nuevamente a una política lejos del pueblo, por ello, frente a los desafíos de hoy y de mañana, la Revolución Democrática sigue firme y presente.
Lorena Cisternas Herrera
Coordinadora Nacional de Redes Ciudadanas Revolución Democrática