La polémica respecto a los dichos de Irina Karamanos en Madrid es absurda, más deja algunas lecciones respecto al modo en que se está procesando en Chile el resultado del plebiscito del pasado 4 de septiembre. Las dos preguntas del millón siguen siendo ¿Por qué ganó el rechazo? Y ¿Por qué ganó por tanta diferencia?
Las respuestas a estas preguntas están en construcción y serán necesariamente colectivas y multifactoriales. Para estos efectos el debate debe ser promovido y no reprimido, por lo que no se ve el motivo de tanto alboroto por el punto de vista de una ciudadana que, como recordó el presidente de la República, no ostenta ningún cargo público. Entre los argumentos aparecidos a propósito de estos dichos se encuentran que los partidarios del Apruebo carecen de autocrítica y que la ciudadanía rechazó la propuesta constitucional, simplemente, porque era mala. Todo ello, para desdeñar el argumento de que habría existido una campaña del terror y desinformación durante el plebiscito.
Al respecto, así como sería poco serio decir que esta práctica sería la única causa del resultado, también lo sería -como lo hemos escuchado en las últimas horas- decir que no existió. Pero sí, existió. Dichos falsos que circularon y no se pudieron desmentir del todo hubo varios: que con la nueva constitución habría que ceder una pieza de la casa a los migrantes, que le quitarían la casa a las personas, que todas las personas deberían atenderse en la salud pública, que si se atropellaba a una persona indígena el infractor sería juzgado por la justicia indígena, que se ponía en riesgo la soberanía de Chile en la frontera norte y otros señalamientos por el estilo.
A estas alturas sabemos que la manipulación de las elecciones es una práctica que no solo existe, sino que ha sofisticado su modus operandi valiéndose de los algoritmos de las nuevas redes sociales. Ha sido muy importante en los comicios de Estados Unidos de 2018, en los de Brasil del mismo año y en otros similares. La construcción articulada de mentiras a gran escala también opera, como en 2016 en España, cuando el canal La Sexta difundió de modo consciente información fraudulenta sobre Pablo Iglesias, un mes antes de las elecciones donde era favorito. Entonces se difundió, a sabiendas que era falso, que el candidato tenía una cuenta en el paraíso fiscal Las Granadinas y que había recibido una transferencia de 272.000 euros del gobierno de Venezuela. Suponer que estas prácticas no podrían ocurrir en Chile sería ingenuo.
Más allá de que los mecanismos de manipulación de la ciudadanía son múltiples y se hacen más eficientes cuando hay concentración mediática, hay un dato que no se puede minimizar en el análisis: la diferencia de 24 puntos entre el Rechazo y el Apruebo. La manipulación mediática puede inclinar contiendas estrechas, pero difícilmente podría ser responsable de una diferencia de tal envergadura. Ahí es donde, más allá del juego de las culpas, está en desarrollo la reflexión sobre por qué una propuesta redactada por un órgano elegido democráticamente terminó por no hacerle sentido a la ciudadanía. Es imposible que aquello se deba solo a la manipulación mediática.