Hoy conmemoramos un nuevo Día Internacional de la Mujer, en que volvemos a reflexionar y tomar acciones en torno a las condiciones en que la sociedad patriarcal y neoliberal nos tiene viviendo a mujeres y disidencias, bajo sus lógicas persistentes de dominación. Hoy nos toca salir nuevamente a las calles exigiendo justicia para Fernanda Maciel y su hija Josefa, Gabriela Alcaino y su madre Carolina Donoso, Antonia Barra, Anna Cook y muchas otras mujeres que han sido víctimas de la violencia machista.
Nuestro punto de partida es que la violencia de género no es un problema meramente cultural, sino que se ancla y fortalece sobre la estructura política de nuestra sociedad.
La violencia de género se cimienta sobre las formas de reproducción económica que hay en nuestro país y en el mundo, las que históricamente han relegado a las mujeres a encargarse, sin pago, de las labores domésticas y de reproducción en sus múltiples manifestaciones.
En 2020, un estudio de ComunidadMujer estimó que el valor económico del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en Chile ascendía cada año a $44 billones, superando incluso el del sector minero en la economía nacional. ¿Somos las mujeres el real sueldo de Chile? Y digo mujeres, porque dicho trabajo ha sido ejecutado en una abrumante mayoría por mujeres, y no sólo por “dueñas de casa”, sino también por millones de trabajadoras remuneradas que, al finalizar su jornada, llegan a sus hogares a encargarse de las labores domésticas pendientes, en lo que se conoce como la “doble jornada”.
La relegación de la mujer al hogar y la desvalorización de su rol en la vida pública, ha llevado a que se establezca una diferenciación brutal entre los géneros no solo en tema de roles, sino en derechos, oportunidades, calidad y posibilidades de vida.
De acuerdo a datos revelados este lunes por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la desigualdad en los salarios de las mujeres respecto a los de los hombres sigue dando cuenta de una importante brecha y el acceso generalizado al empleo ha empeorado en las últimas dos décadas, a pesar de los esfuerzos locales e internacionales por combatir la discriminación de género.
Así, la igualdad de derechos y oportunidades no está vinculada únicamente a la perspectiva de género, sino también a problemas estructurales de nuestra sociedad y tiene que ver con la reproducción de distintas formas de dominación de un grupo de personas sobre otros.
Derribar el machismo implica un trabajo transformador en la elaboración de políticas públicas, trabajando codo a codo en coordinación nacional e internacional con quienes construimos desde el feminismo, entendido siempre como proyecto político de sociedad que busca su democratización y la igualdad de oportunidades para todas las personas, sea cual sea su género, etnia, raza o clase.
En este nuevo 8 de Marzo, no podemos bajar los brazos en la lucha de las mujeres por alcanzar la participación plena e igualitaria en la sociedad. Llevamos años trabajando por ello, sacando adelante proyectos y leyes como los de Igual Pega Igual Paga, de Reparación Integral a Víctimas de Femicidio y sus Familias, la Ley Gabriela, Ley de Paridad en los Órganos del Estado, las 40 Horas laborales, Sin Consentimiento es Violación, y por supuesto, la ley marco en que llevamos años trabajando que establece el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
En este Día Internacional de la Mujer, millones de nosotras juntas saldremos a copar las calles en todo el mundo: Y estoy convencida de que esa es la única forma de lograr las transformaciones necesarias que nos permitan vivir en igualdad de condiciones, oportunidades y derechos en nuestras distintas sociedades, actuando en conjunto y articulándonos de manera transfronteriza para erradicar todas las formas de violencia y dominación que el neoliberalismo y el patriarcado han generado sobre nosotras.
Tenemos la convicción de que la institucionalidad debe siempre estar vinculada con la ciudadanía, sus organizaciones y la movilización social. El movimiento feminista ha sido fundamental para pavimentar este camino, y estoy segura que más temprano que tarde nuestra voz firme y convencida, será capaz de llegar a nuevas personas que quieran construir un futuro más seguro para la humanidad y especialmente para nuestras hijas, en que todos los seres humanos gocen de la misma dignidad y valor.
Nos queremos libres y vivas.