La semana del Colegio o Viña tiene festival

  • 19-03-2023

La semana del colegio es uno de los momentos axiales dentro de las calendarizaciones de cada establecimiento escolar en Chile, y si al principio las participaciones de los grupos de enseñanza básica tienen que ver más con la obsesión del profesor o la profesora jefe, cuando los estudiantes comienzan a tener más autonomía, son los propios cursos los que se adueñan de esos cinco días de juegos, partidos de fútbol, básquet, vóley, handball, festival de la canción, obras de teatro y competencias en general. Ahora que lo pienso, se generaba un ambiente bastante tóxico entre las clases, nos convertíamos en pequeñas barras bravas y por una semana legal odiábamos al curso espejo. “Nunca salimos del horroroso Chile” −en palabras de Lihn− en esos momentos de competitividad extrema.

Se cerraba la semana con una fiesta de día viernes en la tarde. Recuerdo que mi curso fue una maquina organizacional, de tal suerte que siendo Terceros medios le ganamos a los dos Cuartos del colegio que eran un grupo de cabros que ya les importaban tres carajos esas lógicas de competencia exacerbadas que nos planteaban. Y seguramente estaban más preocupados de practicar con los facsímiles de la P.A.A. que otra cosa.


Karol G en el Festival de Viña 2023

Se acabó la enseñanza media, pero pasa que desde esa experiencia me da la impresión que cada Grammy, cada Oscar, cada Sundance, cada Goya, cada Festival de Berlín, incluso los mundiales de fútbol y las olimpiadas me recuerdan a esa semana del colegio. Por varios años abominé de esos certámenes y show deportivos porque me parecía inconcebible que tuvieran la misma vibra de ese tiempo. Ni digo el programa televisivo Rojo fama contrafama, fue como una dictadura televisiva de una semana del colegio eterna. Viña tampoco se salvaba de aquello, si bien tengo recuerdos pre escolares del Festival –nací el ‘83 algo me acuerdo de Viña ‘88 y de ahí para adelante- saberme la cancioncita de “Viña es un festival música junto al mar laralaralaralalá laralaralarara” y de terminar el día viernes y sábado más temprano los juegos en el  pasaje de mi casa, durante  el verano, para ir a ver esos festivales noventeros horrendos de Canal 9.

Con el paso del tiempo entendí que la lógica de la competencia  era como un festival de la voz estudiantil. Y debo decir que recientemente fue Karol G  la que, con gaviota en mano, señaló: “me siento como cuando estaba en el colegio que participaba en el festival de la canción y me ganaba un premio”. La frase pasó desapercibida, nadie en televisión dijo: “Pero cómo se atreve a comparar nuestro Festival de la Canción, el más importante de Latinoamérica con un festival de la voz colegial”, el comentario solo reafirmó mis sospechas. Y hay algo de estudiantil con eso de hacer parejas heterosexuales de todo, animador con animadora, comediante con jurado, es todo muy juvenil y la gente encantada pide el beso y los solicitados acceden todos colorados a darse piquitos.


Rojo Fama Contrafama

Cuando entré en la adolescencia,  justo con el periodo más álgido de las semanas del colegio en la vida de una quinceañera en proceso de escolarización, aborrecí el certamen viñamarino. Creo que de manera inconsciente solo podía tolerar una semana del colegio al año y eso que yo era de las que se trataba de invisibilizar para flotar en un sentimiento sartreano de la nada y pasar en buzo del colegio desapercibida, contando las horas para luego hacer nada hogareñamente. Un poco presa de la bomba hormonal que agarra a los jóvenes en ese tiempo que los deja un poco lentos y algo groguis. Me tocaron sí momentos clave, tuve que cantar y tocar el bajo una vez, creo que ganamos y la cantante oficial del otro curso ofendidísima alegó que el fallo estaba viciado, que nos daban el galardón porque nos tenían buena, porque éramos más ordenados. No había instancias superiores para levantar reclamos y esa vez los puntos se quedaron con nosotros, para desgracia del B.

Que el Festival de Viña sea la semana del colegio de Chile durante varios años me pareció algo pesadillezco. Con el paso del tiempo me he reconciliado con la idea que es una instancia juvenil generalizada, como estamos huérfanos de jolgorio, quizá el Festival junto con las Fiestas Patrias sean nuestros carnavales. Otra cosa que me parece increíble y que con el paso del tiempo se va valorando es la longevidad del certamen y que tenga la capacidad de modernizarse. Yo no soy de las nostálgicas que habla del periodo 1973-1989 como “otra cosa mejor”. Se sabe que la dictadura cívico militar gastó muchísimo dinero en orquestar esta fiesta del verano, mientras en paralelo se torturaba y desaparecían opositores políticos. No olvidemos que el señor de la bohemia en el Chile dictatorial, Álvaro Corbalán, era el jefe de la seguridad del Festival, de hecho existen algunas imágenes del susodicho tras bambalinas.


Álvaro Corbalán

También son bien lateros algunos miembros de la progresía intelectual que durante años se han desentendido del certamen, como esos actores que trabajan en televisión y dicen no tener tele –cómo se puede vivir sin ver el resultado objetivo de tu trabajo−. La izquierda erudita alega cual señora malhumorada del rasquerío, de la enajenación, de lo chabacano de lo feo y bla bla bla, cuando veo esos comentarios en twitter entiendo porque nos quedamos hablando tan solos los del 38%. La alcaldesa Ripamonti dio cátedra, no se restó de nada y durante  la gala hizo uso de sus 5 minutos en cámara, se los tomó políticamente, quizá si nuestro rutilante progresismo culto entendiera que  todo espacio es válido para hacer la consabida disputa ideológica otro gallo podría cantar.

Y así como no soy melancólica de los festivales de la dictadura, igualmente hoy miro el vaso medio lleno; se comienzan a visibilizar disidencias sexuales y otras corporalidades como la gente mayor en las galas. Si estuviéramos en el 2009 María Ximena Pereira hubiera tenido que ir sola a caminar por la alfombra roja, le hubieran preguntado por algún novio y ella hubiera tenido que seguir ese absurdo juego, mientras que ahora pueda entrar de la mano con su esposa y ya nadie se desmaya, no es tema. Otra cosa que me impresionó es que se generaran  unos crossover impensados; en una misma pasarela Mary Rose McGill de Jarpa y después Flor de Rap, supongo que es simplemente la democracia. Por supuesto que falta un montón; el nivel de gordofobia sigue siendo infinito, la gran mayoría de los cuerpos son hegemónicos y sinceramente quede aburridísima de las transparencias, ojalá que pasen de moda por los próximos sesenta años.


Natalia Valdebenito en el Festival de Viña 2016

Cosas rescatables del certamen mismo, por lejos el humor, se acabaron esos chistes espantosos de suegras, las imitaciones homofóbicas o mujeres golpeadas que hacían las delicias de nuestro patriarcado chilensis, En la comedia hay más mujeres que hace décadas atrás y el monstruo ya no es tan devorador de humoristas, se nota el cambio generacional del público, los chicos jóvenes se toman el tiempo de escuchar las propuestas. También entre las comediantes y artistas promueven algún tipo de empoderamiento femenino que, aunque con diferencias ideológicas, igualmente nos parece interesante. Como el caso de Karol G que tiene una perspectiva feminista comprobada, solo tenía músicas en su staff y con un respeto por sus mayores, habida cuenta del homenaje a Myriam Hernández. Lo complejo es que siempre la organización del Festival debe hacer un esfuerzo enorme para que las audiencias le demos la importancia debida a la competencia internacional y folclórica.

Las semanas del colegio que recuerdo estaban teñidas de tensión, la competitividad erosionaba bastante la convivencia escolar en esos días, peleas internas, llantos y divisiones algo melodramáticas, todo era bastante denso, de hecho nunca hubo presentación de comediantes en esa época  como parte de los juegos. Quizá nos hubiera hecho bien reírnos en medio de ese estrés de laboratorio creado para practicar el trabajo en equipo y otras cosas del currículo oculto. Sin embargo, no concebíamos transitar el año sin esa semana dentro de nuestra Carta Gantt escolar, de igual forma que Chile no puede vivir sin Viña.

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El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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