“Hay dos tipos de seres humanos: Unos que los llamo humanos y otros, humanoides. Los humanoides pertenecen al Partido Comunista”, dijo sobre los militantes y simpatizantes del Partido Comunista chileno, en 1986, el Almirante José Toribio Merino; de acuerdo al acervo del marino todos quienes eran opositoras/es a la dictadura eran unas/os comunistas.
Esta frase, aparentemente inocua y excéntrica, representaba la voz maligna de un régimen que dividía a las personas entre quienes merecen la dignidad de ser tratados como seres humanos y quienes en apariencia lo son, pero deben ser sometidos a las maldades del infierno, pues personifican todo lo que ellas y ellos no son.
Las declaraciones de la diputada María Luisa Cordero, psiquiatra de la Universidad Católica, panelista de televisión, acusada de traficar licencias médicas y actual parlamentaria, son la continuidad de las declaraciones de Merino y otras/os tantos que han construido su humanidad en base al odio, el desprecio, el rencor hacia quienes piensan y actúan de una manera diferente, opuesta a sus antojos y veleidades.
Tienen conciencia del daño que provocan, lo justifican, lo profundizan y se apoyan en el coro de las “Maldonado”, los “Kayser”, los “Carrera”, que, con tanta torpeza como degradación, extienden el perjuicio que quieren provocarle a una persona.
Hemos construido un país en base a la indolencia hacia las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, sustentado en la omisión de ese dolor, de ese atropello y la señora Cordero viene a relevar aquella condición constitucional de la transición a la democracia, que se extiende hacia las víctimas de las violaciones a los derechos humanos durante el estallido social del 2019.
¿Son graves las palabras de la señora Cordero?, no tengo dudas de que lo son, como son graves las declaraciones del Teniente de carabineros Martín Blanc en torno a las consecuencias físicas y psicológicas de la tortura que le practicaron a Moisés Ordenes; como lo son las explicaciones al Ministerio Público que entregó el general director de Carabineros, Ricardo Yáñez: “la mejor demostración de que no se produjeron abusos en ese periodo es que nadie muriera por el actuar policial”; como lo es el paupérrimo avance en la verdad y justicia en aquellos abusos policiales.
Nos horrorizan las declaraciones de la señora Cordero y también nos ofende que estos actos inhumanos cometidos por humanos continúen impunes: la señora Cordero volverá al hemiciclo y seguramente continuará como invitada de diversos medios de comunicación, el teniente Blanc seguirá en su Comisaria ejecutando su actuar represivo y el general Yáñez, prolongará, como director general de Carabineros, su versión enmarañada de las violaciones a los derechos humanos, ahora como imputado frente a la Fiscal Ximena Chong.
A cincuenta años del Golpe Militar, de la calamidad colectiva que traumó a varias generaciones, no es aceptable que estos personajes sigan en la esfera pública, indemnes, profitando de instituciones estatales. Para obtener garantías de no repetición y no dejarlo solo como una consigna: la democracia no debiera dar espacios para el odio y la crueldad que representan estos personajes.