En la reciente Cuenta Pública, el Presidente Gabriel Boric anunció, en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe cívico-militar; que impulsará la creación de un Archivo Nacional de la Memoria, junto con otras acciones en las que la sociedad civil sería protagonista.
Como archiveras, desde la vereda de las artes y la cultura, nos alegra que por fin sea parte del debate público la necesidad de fortalecer los archivos para la memoria en el país. Nos interesa recalcar la importancia de que esta reflexión sea en conjunto con la sociedad civil y reconociendo el trabajo que muchas comunidades e instituciones sostienen en torno a acervos documentales. A través de nuestro trabajo hemos comprendido que el archivo no es solamente un repositorio de información, sino un terreno en disputa a través del que compartimos imaginarios y generamos narrativas para nuestro futuro. Y es por eso que resulta relevante reflexionar en torno a qué, cómo y para quiénes archivamos; ya que para que el trabajo archivístico sea significativo para la ciudadanía y sustentable en el tiempo, debe pensarse desde las comunidades. Fundamental en este punto es recoger las iniciativas ya existentes, que luchan constantemente por subsistir, y no pensar en un nuevo archivo desde cero sino como un soporte a esta red que viene resguardando la memoria y disputando la apertura a una lectura conjunta.
Ahora bien, en el contexto nacional las comunidades son diversas, y así también sus memorias. Resulta entonces central considerar los espacios de archivo que ya existen en nuestro territorio, tales como los Archivos Regionales que empiezan a gestarse en coordinación con el Archivo Nacional; los archivos universitarios que por largo tiempo han custodiado el patrimonio como el Archivo Patrimonial de la USACH, el Archivo de la Universidad de Concepción, los diversos Archivos Patrimoniales de la UC, el Archivo Bello; los archivos de arte como el CEDOC, el archivo del Teatro Municipal, el Archivo de la Cineteca Nacional; los archivos de organizaciones civiles como el Archivo de la Fech; archivos de artistas como el Archivo de Guillermo Núñez, el Archivo Víctor Jara, el Archivo de Violeta Parra, el Archivo del CADA, y por supuesto, el trabajo de custodia que ha hecho con mucha prestancia el Archivo del Museo de la Memoria. Cada uno de estos archivos, enfrenta a diario problemas de presupuesto, de espacio, de soporte técnico. Qué decir de los archivos independientes o que nacen al alero de proyectos autogestionados en la vitalidad de las prácticas sociales. Estos, después de esfuerzos titánicos logran levantar su organización, algunas veces digitalizar sus documentos y activarlos, pero luego se exponen a una pronta desaparición por falta de recursos o por dificultades técnicas. Nosotras mismas, como parte de Colectivo Arde hemos tenido muchas veces conversaciones en busca de una red de apoyo. Sabemos, se ha hecho un largo trabajo en archivos del campo de las Artes Escénicas, del que provenimos, luego del Catastro Nacional levantado por un grupo de investigadoras. Solo en esta área, según los resultados de esta consulta, se pesquisaron 152 iniciativas de archivo. ¿Cómo sobreviven, dialogan y colaboran a una memoria conjunta sin apoyo del Estado?
En este sentido, nuestra invitación es que el trabajo de archivo propuesto por el Presidente se realice de la mano de los archivos que ya están activos, considerando sus trayectorias y experiencias en el campo. No sabemos cómo se ha pensado este Archivo de la Memoria, pero nos gustaría imaginarlo como un lugar que aúne las memorias en un ámbito diverso, no que las absorba o aplane, sino que permita su vida enfrentando el trabajo con los documentos desde el presente y con apertura real a la ciudadanía para que se comprometa su permanencia en el futuro. Hay muchas memorias que ya existen, que se han levantado a pesar de todas las dificultades que se puedan presentar en la conformación de un acervo documental. Y es por eso que instamos a que la conformación de un Archivo Nacional de la Memoria sea en pos de generar políticas e invertir en herramientas que faciliten el trabajo de estas comunidades, que estén orientadas a armar red, y que fortalezca el encuentro entre estos espacios, sin dejar de reconocer su heterogeneidad a lo largo y ancho del territorio nacional.
La gran memoria no es una memoria que parte de cero, sino una memoria que parte haciendo un tejido de todas. Queremos confiar en un Estado que se suma al proyecto de su ciudadanía. “Imaginar es el núcleo del deseo”, dice Anne Carson en su ensayo Eros, el dulce amargo. Imaginar un archivo que de verdad nos incluya a todas y todos es el motor que nos permite desear un futuro más armónico, respetuoso y diverso.
Javiera Brignardello
Pía Gutiérrez
Katha Eitner
Constanza Alvarado
Fabiola Neira
Integrantes de Colectivo Arde
www.proyectoarde.org