Hoy jueves, la policía tuvo que rechazar con sus escudos y algunos bastonazos la aglomeración de personas en Punta Favaloro, el terminal portuario local. Esta mañana se contabilizaron 6.112 inmigrantes llegados en 24 horas y los desembarcos han continuado a lo largo de este jueves, según muestran los medios de comunicación locales, con enormes aglomeraciones de migrantes (que presentan las obvias necesidades naturales), quienes estaban siendo contenidos a duras penas por las autoridades locales.
Los arribos masivos provocaron la saturación del sistema de acogida de la isla y el Ayuntamiento ha decretado el estado de emergencia, mientras que en los muelles del puerto se vivieron momentos de tensión, forcejeos y aglomeraciones durante el reparto de comida, dada la escasez de provisiones. De esos más de seis mil, casi dos mil ya han sido trasladados este jueves a otros puntos del sur italiano y cientos más esperan en el puerto para continuar su viaje, esta vez de forma segura. Algunos habitantes de Lampedusa han ayudado con comida y elementos de aseo e higiene a los migrantes que permanecen cerca del puerto, donde a veces se producen momentos de tensión en los que intervienen las fuerzas policiales que intentan controlar la situación.
Hay casos dramáticos y profundamente conmovedores. Es lo que sucedió cuando se supo de una joven de 17 años cuya hijita, de 5 meses, murió durante la operación de rescate de la barcaza en la que viajaban. Según las primeras informaciones, el peso de las personas que se inclinaban hacia los guardacostas durante el rescate hizo que el barco volcara y la bebé cayera al mar. Fue recuperada poco después, pero ya estaba muerta.
El buen tiempo ha beneficiado las travesías marítimas, aunque esta semana se produjo un nuevo naufragio en el cual cuatro migrantes tunecinos perdieron la vida, pero 21 salvaron las suyas nadando hasta alcanzar ilegalmente la costa italiana. La inestabilidad de la región subsahariana es dramática: desde esos países hay un empuje constante hacia el norte del continente, en particular hacia Túnez, para desembarcar en Italia y, luego de un tiempo allí, llegar a otros países. De hecho, el gobierno de Italia ha pedido la ayuda internacional tras la llegada masiva de 10.000 migrantes en tres días, muchos de los cuales superaron la travesía marítima de 370 km., a veces tan sólo con lo puesto y una botella de agua dulce para combatir la deshidratación.
El alcalde de Lampedusa, Filippo Mannino, ha pedido tomar medidas de emergencia como la intervención del ejército italiano. El centro de acogida de la Cruz Roja italiana, que tiene una capacidad de atención para 400 personas máximo, ahora acoge a 6.000. Una situación “insostenible”, ha explicado Mannino. “Claramente, la situación es altamente compleja -añade, a su vez, Francesca Basile, portavoz de Cruz Roja- pero seguimos garantizando, aunque con enormes esfuerzos, el poder brindar servicios básicos a las personas a las que ayudamos”, aseveró. Ante la crítica situación, el vicepresidente del Ejecutivo italiano, Antonio Tajani, ha pedido a las Naciones Unidas, a la Unión Europea y al G20 que se involucren en este drama que significa la crisis migratoria a nivel global, pero que se ha focalizado particularmente en este punto del Mediterráneo.
“Ni siquiera Europa por sí sola es suficiente para abordar un problema tan enorme, que afecta no sólo a casi toda África, sino también a la afluencia procedente de la ruta desde los Balcanes. Por eso hemos implicado a las Naciones Unidas y al G20”, subrayó Tajani en una entrevista publicada hoy jueves por el diario Il Corriere della Sera. Según el también jefe de la diplomacia italiana, el Ejecutivo “hace todo lo humanamente posible”, pero la “acogida de inmigrantes irregulares pesa enteramente” sobre Italia con “enormes costos”.
Por ello, el Gobierno de la primera ministra Giorgia Meloni trabaja en una “gran conferencia internacional que debe ser el inicio de un verdadero proceso de estabilización del Sahel”, apelando a Europa para que se cumplan los acuerdos previos para el reparto de migrantes, lo que ocurre cuando Alemania ha suspendido temporalmente la acogida de solicitantes de asilo y Francia cierra sus fronteras australes para evitar lo que las autoridades galas llamaron “llegada de migrantes indeseados”.