La planta atómica, dañada por el terremoto y el maremoto de 2011, pretende liberar durante los próximos años los 1,3 millones de metros cúbicos del agua con la que riega 3 de los 6 reactores que se fundieron total o parcialmente por el fenómeno telúrico y marítimo de aquel año. Y, aunque pueden filtrarse hasta 62 nucleidos radiactivos, hay un elemento que es imposible de eliminar: el tritio, isótopo del hidrógeno. Con este isótopo del hidrógeno, que tiene 12,3 años de vida y una radiactividad débil, cada día se generan 100 metros cúbicos que se almacenan en los mil tanques construidos alrededor de la central.
Al quedarse sin sitio para levantar más depósitos, Tepco, la compañía eléctrica que gestiona la planta, ha optado por verter el agua procesada el mar, como hacen el resto de centrales nucleares en todo el mundo de forma regulada y controlada. Para ello, Tepco diluye el tritio en el agua procesada a un límite de 700 becquereles por litro. Dicha cantidad está muy por debajo de los 60.000 becquereles por litro que permiten los estándares internacionales y de los 10.000 que autoriza la Organización Mundial de la Salud (OMS) para consumo humano. Tras el primer vertido, la compañía anunció que las muestras de agua tomadas en diez puntos del Pacífico indicaban unos niveles de tritio de solo 10 becquereles por litro.
Antes de comenzar la segunda fase, y después de volver a medir el miércoles 4 de octubre la concentración de tritio en las aguas radiactivas diluidas con agua de mar, detectaron un nivel de 87 bequereles por litro, una cifra también muy por debajo de su propio límite y de las normas internacionales. Según el diario español ABC, fuentes del Gobierno nipón explicaron al medio que dicha cantidad también es inferior a la que desaguan otras centrales del mundo. Las autoridades niponas explicaron que han venido tomando regularmente muestras del agua de mar y de peces, además de analizar las concentraciones de tritio desde que comenzó la descarga, agregando que no han hallado anomalías.
De hecho, a fines de agosto, el primer ministro japonés, Fumio Kishida, consumió alimentos procedentes del mar junto a varios ministros de su gabinete en un intento por disipar las dudas por la liberación al océano del agua tratada procedente de la central de Fukushima.
Con ello, el Gobierno buscaba garantizar la seguridad de los alimentos procedentes de la prefectura de Fukushima y aumentar su reputación. “Está muy bueno”, afirmó Kishida en la oportunidad después de servirse sashimi de pulpo y lubina, llamando a consumir estos productos del mar japoneses “seguros y deliciosos”, afirmó.
Pese a ello, la federación nacional de cooperativas pesqueras mantiene un firme rechazo al plan del vertido. Su principal argumento es que la medida impedirá que los pescadores de Fukushima puedan librarse del estigma radiactivo que pesa sobre sus capturas desde 2011. También se han posicionado contra el vertido parte de la sociedad nipona, voces de la comunidad científica internacional y organizaciones ecologistas como Greenpeace, que consideran insuficientes las garantías de seguridad presentadas.
No obstante, el Gobierno de Japón y Tepco garantizan la seguridad del vertido, el que ha recibido la aprobación del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Sin embargo, ambos han sido muy criticados por los pescadores de la zona, los grupos ecologistas y países vecinos como China, que ha prohibido la importación de pescado nipón.