Deporte chileno 2023: memoria y futuro

  • 28-12-2023

Indudablemente, los Juegos Panamericanos fueron el hito más importante del año, y no solo en el ámbito deportivo sino cultural y social. De hecho, logró convocar a millones de personas que disfrutaron de un gran espectáculo, tanto presencialmente en los diferentes recintos, como a través de la televisión abierta que excepcionalmente reemplazó su discutible programación comercial habitual por una educativa y entretenida maratón deportiva. Mención especial merecen los miles de voluntarios que esforzada y desinteresadamente ayudaron a sacar adelante impecablemente los juegos, demostrando que mujeres y hombres están siempre dispuestos a colaborar con causas justas y solidarias.

Desde el punto de vista deportivo, los Juegos Panamericanos visibilizaron por fin a  los otros deportes olímpicos y a sus destacadas figuras, terminando con la hegemonía del fútbol profesional masculino con todas sus distorsiones: comercialización desmedida, resultados deportivos deficientes en comparación con sus grandes presupuestos, ambiente de confrontación y chovinismo exagerado, dirigencia con intereses creados, atención desproporcionada de los medios y del periodismo deportivo, endiosamiento de ídolos con grandes sueldos pero discutibles como ejemplos para la infancia y juventud, etc.

Por el contrario, las competencias de las otras disciplinas se realizaron en un ambiente fraterno y alegre que contó con el apoyo incondicional del público hacia los deportistas nacionales y extranjeros, independientemente de su rendimiento. Particularmente reseñables resultaron la maratón atlética y las competencias de ruta de ciclismo, donde todos los deportistas fueron aclamados por su esfuerzo y por su honestidad deportiva frente a los accidentes y las lesiones, sin las demostraciones teatrales a las que nos tienen acostumbrados algunos futbolistas.

Es hora entonces de escuchar y procesar lo que nos dijeron los deportistas y la gente. En primer lugar, corresponde comenzar a trabajar sobre el legado de los Juegos en varias dimensiones. La infraestructura tiene que quedar prontamente disponible para mejorar el nivel alcanzado por los atletas e incorporar especialmente a niños y jóvenes. Esto incluye la apertura al público del “Parque Deportivo (y de la Memoria) Estadio Nacional”.

Respecto de los medios de comunicación, la espectacular audiencia televisiva y radial que tuvieron los Juegos debe ser seriamente considerada, incorporando la cobertura permanente de todos los deportes, y no sólo el fútbol profesional masculino (y la farándula asociada a sus figuras). Paralelamente, se necesita mejorar la preparación de los profesionales de los medios de manera de explicar, educar y difundir apropiadamente acerca de todas las disciplinas, sin estridencias, exageraciones ni protagonismos que no corresponden.

En el ámbito educacional, y aprovechando la motivación de niños y jóvenes, se debe restablecer la enseñanza obligatoria de la Educación Física en escuelas y liceos públicos, fortaleciendo la formación de los profesores de la asignatura. Por su parte, en la educación superior, se debe mantener y ampliar las facilidades para que las universidades dejen de considerarse “la tumba de los deportistas”.

Respecto del derecho al deporte, se debe ir mucho más allá de la última propuesta constitucional rechazada en diciembre y que promovía el “honrar a la patria respetando”, entre otros, a los “deportes criollos” (artículo 11) y que especificaba que “el Estado fomentará la actividad física y deportiva con el fin de mejorar la salud y calidad de vida de las personas” (artículo 16, número 22, letra e). Desde ese punto de vista, la propuesta constitucional de 2022 en su artículo 60 era mucho más explícita en garantizar el derecho al deporte y el involucramiento del Estado para asegurar la función social que cumple.

En síntesis, este año 2023 debe convertirse en un punto de inflexión en el deporte nacional. Es necesario asegurar que el gran acontecimiento de los Juegos signifique un cambio cualitativo en la evolución del deporte chileno. Esto implica también saldar las deudas históricas que continúan pendientes. Por ejemplo, el gran olvidado en los Juegos fue nuestro primer medallista olímpico y campeón latinoamericano por una década, el modesto suplementero Manuel Plaza, que merecería el nombre de nuestro principal coliseo.

Finalmente, es necesario señalar que los Juegos ocurrieron en un año particularmente significativo en la memoria nacional. En el marco de la conmemoración por los 50 años del Golpe de Estado, y en un significativo acto de justicia deportiva, el 30 de abril se asignó el nombre “Sergio Tormen Méndez” al Velódromo del Estadio Nacional. De esta manera, este sitio de memoria recordará por siempre al campeón y seleccionado chileno que fue detenido y hecho desaparecer en julio de 1974 junto a su amigo ciclista, y estudiante de la Universidad de Chile, Luis Guajardo Zamorano. En el mismo contexto, se conoció del caso del ex campeón de boxeo, Wagner Salinas, quien fue ejecutado en octubre de 1973.

Y respecto de los 50 años del Golpe, el recientemente impulsado Plan de Búsqueda debe hacer todos los esfuerzos por averiguar la verdad sobre los deportistas y todos los desaparecidos, tal como lo manifestaron deportivamente los estudiantes en la corrida anual de la Universidad de Chile realizada el domingo 10 de diciembre, coincidiendo con la conmemoración de los 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Juan Alvarez, académico de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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