A diez años de su muerte: "Mi libro favorito de Gabriel García Márquez"

En recuerdo de un nuevo aniversario de la partida del fundamental novelista y periodista colombiano, un grupo de personas del mundo de la cultura se anima a compartir cuál de las lecturas del Premio Nobel marcó sus vidas.

En recuerdo de un nuevo aniversario de la partida del fundamental novelista y periodista colombiano, un grupo de personas del mundo de la cultura se anima a compartir cuál de las lecturas del Premio Nobel marcó sus vidas.

El 17 de abril del 2014 es una fecha que marcó a la literatura universal. Esa tarde, Gabriel García Márquez, el indiscutible maestro de las letras y el periodismo latinoamericano, fallecía a los 87 años en su residencia ubicada en la Ciudad de México, en un húmedo día primaveral.

Desde 1999 que el escritor colombiano estuvo conviviendo con un cáncer linfático que le provocó una última crisis poco antes de morir. Hoy, a 10 años de su partida, la vigencia de su legado permanece intacta. Y no solo por su tremendo trabajo como novelista, que entregó al mundo imaginarios tan excepcionales como los de Cien años de soledad” y “Crónica de una muerte anunciada“, y que lo harían merecedor del Nobel de Literatura. También por su gran aporte al desarrollo del periodismo en Latinoamérica, el que hoy es resguardado por la Fundación Gabo.

Escoger una sola obra entre tantos clásicos que desfilan por su bibliografía resulta una tarea titánica. Sin embargo, un grupo de personas del mundo de la cultura consultadas por Radio y Diario Universidad de Chile se animaron a definir su libro favorito del universo de García Márquez.

Jorge Coulon, músico fundador de Inti-Illimani

Me dan ganas de decir “Crónica de una muerte anunciada” por la perfección de ese relato, pero no cabe duda de que mi libro favorito de García Márquez es “Cien años de soledad“. Esa novela funda no solamente un estilo, sino que es una piedra miliar, un bloque fundamental de la construcción de una identidad latinoamericana.

Creo que para la gente de nuestra generación está clarísimo lo que fue “Cien años de soledad”. Imprescindible para explicar nuestro encantamiento, nuestra fascinación, nuestro enamoramiento por lo que ese libro significó para nuestra identidad.

La contingencia de la literatura de García Márquez tiene que ver con los clásicos. El por qué “El Quijote de La Mancha”, “La Odisea”, “Los Miserables”, “La Guerra y Paz” siguen siendo tan actuales, tan interesantes, y siempre uno vuelve a ellos como al agua de la vertiente, es algo que sucede con los clásicos.

Y García Márquez logró encajar un gol de media cancha. Que “Cien años de soledad” sea un clásico no es algo que lo determine él. No es que él se haya sentado a escribir un clásico, sino que sucede cuando esas obras tocan una fibra de la sensibilidad que es explosiva, que nos lleva al éxtasis.

Yo creo que tiene que ver con eso. Además, me parece que la mirada de García Márquez, aparte de su maestría literaria y su oficio formado en el periodismo, es especial. García Márquez mira el mundo con el asombro de una cultura tal vez recién adolescente. No pontifica, sino que mira sorprendido las maravillas que su propio entorno le ofrece. Y nos hace maravillarnos de nosotros mismos. Eso también tiene una fuerza tremenda en mi opinión.

Nos descubrimos, nos dignificamos a través de la historia de la familia Buendía. Y decimos “estos somos nosotros”. Somos capaces de vernos rescatados en nuestra dignidad cultural por ese relato.

Vivian Lavín, conductora de “Vuelan las plumas” de Radio Universidad de Chile

Gabriel García Márquez es un maestro imprescindible para quienes vivimos en el oficio del periodismo. Su trabajo, su talento, su genio, es la inspiración para los que hemos hecho del periodismo no solo una manera de informar, sino que también de encantar con nuestros relatos.

En este sentido, para mí es muy importante “Relato de un náufrago”, una serie de crónicas que escribió como maestro de la crónica en el año 55, y que luego se publican como libro en el año 70. Este género que él desarrolla para mí, como periodista, fue fundamental.

Tuve la suerte de participar en tres oportunidades, también en Santiago de Chile, en los talleres que ha venido desarrollando durante muchos años la Fundación Nuevo Periodismo Gabriel García Márquez. Esta fundación es la que ha formado a muchos periodistas de América Latina, y que nos ha abierto a la idea de que entre la literatura y la narración periodística no tiene que haber tantas diferencias.

Como periodistas trabajamos con hechos. Pero las herramientas que nos presta, que nos puede dar el género de la ficción, son muchísimas y nos permiten contar grandes historias utilizando todas estas maravillosas herramientas.

Con todo esto del realismo mágico creó un género literario que identifica a todo un continente. Y la verdad es que es maravilloso desde todo punto de vista, no solo por su lectura, sino porque nos deja a nosotros, los latinoamericanos, en un reino de la fantasía, de lo maravilloso. Y creo que esa es la esperanza, la maravilla que tiene América Latina, y que él le muestra al mundo.

Sin embargo, y a pesar de que mi más grande admiración es como periodista, debo decir que mi libro favorito es “El amor en los tiempos del cólera”. Para mí, resulta un libro imprescindible. Me caló muy hondo. Creo que el amor entre Fermina Daza y Florentino es un amor que pasa todo el tiempo, el envejecimiento. Habla de la escritura, de la poesía. De la vejez, por cierto. Y sobre todo la memoria. Ese amor que perdura a pesar del tiempo.

Es un libro preciosísimo y justamente en Cartagena, en un taller al que asistí, tuve la suerte de poder recorrer lugares claves de este libro junto al hermano de Gabriel García Márquez, que nos llevó a un grupo de periodistas que estábamos asistiendo a uno de estos maravillosos talleres que da la Fundación Nuevo Periodismo para periodistas de toda América Latina.

Nos llevó a los lugares que hacía mención el libro, pero que también son claves dentro de la propia vida de los hermanos García Márquez, ya que este libro está inspirado en la vida de sus progenitores, de su madre y de su padre.

Patricio Jara, escritor y periodista

Yo separo la obra periodística de García Márquez de su obra literaria de ficción. Siento que ambas corren por caminos distintos, pero se cruzan y se complementan. Por un lado, podría decir que aprendí a leer en tercero medio con “Cien años de soledad”, el año 90. Y digo que aprendí a leer porque aprendí a disfrutar la lectura, lo que fue algo determinante para lo que me dedicaría poco tiempo después.

Sin embargo, sobre su obra periodística, creo que más que un libro en especial destaca la manera que él tenía de enfrentar el reportaje. Siento que su forma de escritura y de cruzar el periodismo con la narrativa de autor es súper esencial.

De unir el periodismo duro con formas narrativas más novedosas. Y eso es algo que nos distingue mucho como continente. Como gente que habla una misma lengua y, aun así, da cuenta de realidades distintas. Ahora, dentro de la obra periodística rescato “De viaje por Europa del Este”, que son crónicas de los años de la Guerra Fría que están muy bien hechas.

Es un libro pequeñito, pero que tiene relatos de viaje muy contundentes en los que me parece que se despliega todo el potencial de García Márquez. Y otro, que también es reciente, es un compilado que se llama “El escándalo del siglo”, que también es una buena muestra del rescate del periodismo de García Márquez y que, a la vez, puede ser muy nutritivo y de interés para quienes comienzan a acercarse a su obra periodística.

Mónica González, Premio Nacional de Periodismo

No tengo. Me gustan varios, entonces no hay un solo libro favorito. Todos sus libros son importantes, algunos más que otros, obviamente. Pero a mí, lo que me marcó fue su discurso cuando ganó el premio Nobel. Porque estábamos en dictadura y porque lo leí tantas veces. Era una ventana a una luz de esperanza.

Recuerdo que estaba en Chile y era todo oscuro. Todavía el signo de muerte nos marcaba. Y ese hombre maravilloso fue a decir las cosas que en Chile no se decían, que en América Latina no se decían. Que éramos un continente marcado por la muerte, pero que podíamos dar vuelta el signo de la muerte. Que éramos fuertes, que teníamos historia, que teníamos identidad. Eso me marcó mucho.

Él fue un tremendo sostén y aporte a la lucha contra la dictadura chilena. Y nosotros, que somos siempre tan desmemoriados, nunca le hemos agradecido a García Márquez eso: su tremendo aporte a la libertad, al derecho a la vida en Chile. Su tremendo aporte a que contáramos los crímenes de la dictadura.

Tengo el privilegio de haberlo conocido, de haberme integrado a la Fundación Gabo cuando él estaba vivo. Ahí entendí cuál era su convicción de lo que es el periodismo. Y es que el periodismo está para tener una convicción. Del derecho a la vida, que es lo más importante, y la ética. El rigor, que para lo otro están las novelas.

Me marcó muchísimo compartir con él y con grandes periodistas de América Latina. Fueran grande, más pequeños o más jóvenes, siempre les entregó lo mejor de sí. Y la enseñanza de que no se es periodista por cualquier cosa. Si no, mejor dedícate a hacer otra cosa. Estás al servicio del bien público. Eres un servicio público. Le debemos un gran homenaje a un hombre extraordinario. Y en algún momento se lo haremos, estoy segura.

Su literatura es tan importante porque, primero, tenía una profunda identidad y orgullo de ser latinoamericano. Por lo tanto, sus historias son imperecederas. O sea, no mueren. Sus personajes siguen viviendo. Y porque alimenta esa identidad con una magia, con un sabor, y con alegría también. Incluso desde la muerte, que él no la oculta, no la maquilla.

Hay una alegría que se desprende de nuestra identidad y yo creo que eso no muere nunca. Por eso él es el gran, gran novelista latinoamericano. Y su legado del lado que conocemos menos, el periodista, es tan importante como el otro. La Fundación Gabo trata de mantener ese legado. Y creo que lo ha logrado hasta ahora, porque crearon la red de periodistas más grande, más importante, más poderosa de América Latina en función de mantener el periodismo como servicio público.

Ese era el objetivo de Gabo cuando fundó la fundación con parte del premio del Nobel. Otra cosa que muestra su generosidad, su excelencia como ser humano. Y la excelencia de su mujer, Mercedes, que tras su muerte siguió dando un apoyo a la fundación. No por el honor de su esposo, sino porque a ella le importaba que se conservara ese espíritu de mantener una red de periodistas que se apoyan y luchan por un mismo objetivo. Y no por su ego, que es la gran podredumbre que nos corroe. Siento que ahí hay un lado no todavía explorado a mundo, y que revela a un ser excepcional.





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