La primera señal pasó totalmente desapercibida. Malicho Vaca, uno de los directores más inquietos de la escena teatral local, estaba en el GAM presentando la obra “Identidad #38” cuando una mujer se acercó para conversarle.
Él no la conocía, pero tampoco era una situación extraña. El montaje, protagonizada por el fallecido actor y médico Roberto Hoppmann, estaba en la cartelera del centro cultural en el marco de la edición 2023 de Teatro a Mil, un espacio donde las personas vinculadas al mundo de las culturas suelen intercambiar opiniones.
La mujer era Magda Bizarro, co-directora artística del Festival de Avignon, uno de los certámenes de teatro más importantes a nivel mundial. En ese minuto, la charla no pasó a mayores. Fue al tiempo después, cuando Vaca se estaba presentando por tercera vez en el Festival Internacional de Buenos Aires (FILBA), que lograron agendar una entrevista en un pequeño café de la capital argentina, donde también estuvo presente el director de Avignon, Tiago Rodrigues.
“Fue un café chiquitito, muy amable y familiar”, recordó el artista en una entrevista con Radio y Diario Universidad de Chile. “Ahí me explicaron que ellos habían visto mi trabajo en un video al que habían tenido acceso y que les interesaba mucho que formara parte de la siguiente versión del festival, porque la lengua invitada iba a ser la lengua española. Al menos de Chile, lo que más identificaba o representaba era esta pieza”.
La obra a la que se refiere Vaca es “Reminiscencia“, una propuesta que surgió en plena pandemia y a través de Zoom que recibió los elogios del Círculo de Críticos de Arte de Chile, que la galardonó como la mejor obra de teatro online del 2020. Con este hito -que lo tendrá en la ciudad francesa entre el 17 y el 21 de julio-, Vaca se transforma en el tercer chileno en llegar a dicho escenario, después de otros grupos tan fundamentales para las artes escénicas criollas como La Troppa (1999) y La Re-Sentida (2014).
“Como artista, no estuve apuntando nunca a llegar a una instancia de esta envergadura”, afirmó con honestidad. “Primero porque la desconocía, y también porque en Chile ya era lo suficientemente difícil y precario como para imaginarse algo así. Un artista escénico en Santiago de Chile sin tener acceso a fondos o financiamiento de algún lugar, de algún centro cultural. Y con una obra que tampoco tiene un espacio físico porque es digital, es virtual, está en el universo de lo audiovisual. Que estén interesados en tu trabajo, tanto en la obra como en la forma en que uno piensa, crea y reflexiona las artes escénicas, es súper surrealista”.
Una obra en constante construcción
Para Malicho Vaca, el origen de “Reminiscencia” está en la resolución de una serie de inquietudes personales. “Recopilé algunas cosas con las que estaba obsesionado y que venía trayendo desde hace mucho tiempo, como unas placas de metal que están en las calles que descubrí, y que mucha gente las ha descubierto. Pero yo las conocía desde que era chico, y desde entonces que tenía intenciones de entender qué había ahí”, ejemplificó.
“Después me metía a blogs de notas, a Fotolog, a miles de páginas de gente que estaba interesaba por lo mismo, para encontrar alguna vez una respuesta”. Al principio, toda esta recolección de inquietudes, imágenes, lugares y lazos familiares tuvo como resultado una verdadera cartografía personal. Sin embargo, y hasta ahí, todavía se trataba de un ejercicio cuyo último fin era satisfacer su curiosidad.
Fue con la llegada de la pandemia cuando el director comenzó a revisar todo el material, que permanecía almacenado en su computador. “Ahí tengo la oportunidad medio de pensar que la pantalla de mi computador es donde yo he guardado todas las cosas que me interesan. Ahora solo había que geolocalizarla. Y al geolocalizar aquellas cosas o esos espacios a los que ya no podía acceder, quise ver hasta donde, qué tan profundo podía entrar. Y ahí fueron aparecieron otras cosas. La verdad es que el relato no se articuló antes de contarlo, sino que fue en la medida en que yo lo narraba. De pronto abría Zoom, como nosotros ahora, y te decía ‘mira, yo soy Malicho y tengo esta carpeta, y en esta carpeta tengo estas fotos, y en Google Earth tengo esta otra cosa'”, explicó el director sobre el ejercicio, que se extendió durante dos meses y con personas anónimas.
¿El resultado? Un relato que, valiéndose de herramientas como los mapas virtuales, las fotografías de archivo que almacenan y los reproductores digitales, constituye un verdadero recorrido por la historia de Malicho a través de las calles que marcaron su infancia y los recuerdos familiares. Todo esto, relevando el rol de la ciudad, las revoluciones fallidas y la memoria de dos figuras tan importantes como sus abuelos.
Las cosas cambiaron cuando recibió un llamado del Teatro del Puente que, en medio de la crisis sanitaria y la imposibilidad de hacer teatro presencial, le propuso trasladar este ejercicio como una obra digital. “Cuando me propusieron hacerlo a través de sus plataformas yo pregunté ‘¿qué vamos a mostrar?’. ‘Lo que tú acabas de hacer’, me decían. ‘Acabas de hacer esto y está listo, hay que mostrarlo’. Todo el mundo hablaba de la obra, y yo estaba en un proceso de contar cosas y de mostrar”.
“Para mí no era una obra“, agregó Vaca. “No había noción de que yo estaba haciendo eso. Porque claro, tampoco sabía lo que hacía la gente al otro lado de la pantalla cuando yo les contaba lo que les contaba. No tenía noción de espectador, de que la gente pasa por una serie de emociones alrededor de este relato. Al principio no entienden nada, después se emocionan, después empatizan, después sienten la presión de la revuelta y después terminan llorando emocionados y empáticos porque el presente es ahora y no nos queda nada más que eso”.
“Me atrevería a decir que mis abuelos son un poco más los protagonistas de esta obra. Y la ciudad. Solo que los abuelos y la ciudad han vivido en el mismo lugar geográfico que yo. Yo he sido testigo de esas historias. No descubrí que era un teatro documental nunca. Tampoco le puse nombre ni estaba buscando eso, sino que hablaba en primera persona porque sentía que la necesidad que teníamos en ese minuto, del encierro, era de poder lograr hacer que la pantalla se convirtiera en una especie de fogata, como la narración oral”, sumó.
De Zoom a las tablas
Con el comienzo de la pandemia, el desafío para muchos artistas fue adaptar su trabajo habitual a las nuevas plataformas. Con “Reminiscencia”, Vaca se vio enfrentado a un ejercicio totalmente opuesto: tras el término del confinamiento y la apertura de los teatros, el objetivo pasó a ser trasladar una obra cien por ciento digital al escenario.
“Cuando hicimos la primera temporada en el Teatro del Puente, pensaba que la obra solo iba a vivir en contexto de encierro, porque era a través de Zoom. E intuía que el Zoom después no iba a ser una herramienta para transmitir artes escénicas. Dije ‘esto se acaba acá, voy a tener que seguir con otra obra y con otros proyectos’. Pero FIBA y Federico (Irázabal, director del festival argentino) me proponen hacerlo presencial. Federico me dice ‘Malicho, tengo la idea de que hagamos Reminiscencia en un escenario tal cual como tu lo haces, pero en vez de ser a través del computador, la gente va a ver una pantalla gigante'”.
“Yo jamás lo había hecho, no sabía qué significaba, qué iba a provocar. Y la verdad es que fue hermoso. Primero, porque pude comprobar que mi presencia en el escenario tiende a jugar un rol muy importante. Antes pensaba que estaba en completo silencio. Y descubrí otras capas de la obra, cosas que jamás pensé que eran chistosas. Y vi a 150 personas reírse al mismo tiempo de algo que para mí era súper serio o un detalle que parecía ser algo bien sensible, pero que me gustaba decir. Y al final era una parte clave de la obra”, confesó el director sobre la experiencia de esta transición.
Además, agregó que el contexto social en que se presentó el montaje tras la crisis sanitaria hizo que su sentido también mutara. “Con eso, también la obra fue cambiando un poquito. Hay una diferencia en cómo se siente, en la sensibilidad sobre el encierro y la pandemia. Pero se mantienen las temáticas que trabaja la obra como la ternura, como la cartografía, las revoluciones fallidas, aquello de los abuelos, ser nieto, la música, las canciones, la reminiscencia, el volver al pasado, ver la ciudad en capas y saber que esto es una memoria colectiva”.