Con un hermoso y sinuante título y en una bella edición, “Matriarca“ de Gabriela Mistral es una obra que se desmarca de las conformidades distintivas de las publicaciones póstumas, presentando una recopilación de textos que resuenan con una fuerza lírica y una profundidad introspectiva únicas. Editada por la Biblioteca Nacional de Chile y con un texto introductorio de Gustavo Barrera Calderón, este libro de 171 páginas se erige como una muestra de textos hasta ahora inéditos (en su mayoría) de una de las poetas más influyentes de la literatura hispanoamericana.
En el primer poema, y solo en este, el lector se enfrenta a una inesperada y desconcertante composición de cuartetos alejandrinos y cada estrofa está compuesta por pareados de rima cruzada, una forma métrica muy parecida a la cuaderna vía medieval que evoluciona hacia la tendencia modernista, pero cuya fusión no es común y que Gabriela Mistral utiliza con maestría. Este recurso no solo sorprende, sino que también marca el tono de un viaje poético que oscila entre la tradición y la innovación. A medida que avanzamos en la lectura, notamos un predominio del eneasílabo, una elección métrica que sugiere una elaboración cuidadosa y que podría proporcionar pistas sobre las fechas aproximadas de escritura de los poemas. Sin embargo, hacia la mitad del libro, aproximadamente, vuelve a cambiar el predominio; esta vez desde el eneasílabo hacia el pentasílabo. Esta atención a la métrica, unida a la forma en que los editores ordenan el texto, viene a dar pistas de que estos poemas pertenecen a épocas concretas de la escritura mistraliana; teoría que toma fuerza a través de su contenido.
Los temas abordados en “Matriarca“ son variados, pero profundamente interconectados. La importancia de la palabra poética emerge como un eje central, explorada a través de la creación y el ritmo del poema. El desarraigo, otra constante en la obra de Mistral, aparece aquí con una intensidad renovada, permitiendo al lector empatizar con las experiencias de pérdida y búsqueda que siempre acompañaron su poesía.
El prólogo de Gustavo Barrera Calderón merece una mención especial. Su explicación sobre la elaboración del libro no solo es esclarecedora sino también fundamental para entender el contexto y las decisiones editoriales que han dado forma a esta recopilación. Barrera Calderón ofrece una guía imprescindible que enriquece la lectura, proporcionando claves interpretativas y revelando detalles que podrían pasar desapercibidos en una primera aproximación. De suma importancia es la declaración de que se trató de fijar muy fidedignamente los textos, siempre y cuando fuera posible hacerlo. Así, también, el libro culmina con fotografías de manuscritos y transcripciones, todos sin fecha de creación, aunque el primero “Ladera” contiene la fecha de transcripción, que data del año 1989.
Sin embargo, mi deformación profesional me lleva a buscar notas que señalen dónde y dónde no se realizaron ajustes en el texto. Este deseo de transparencia editorial no es un defecto de la obra, sino una necesidad personal de comprender las intervenciones que moldean la voz de Mistral tal como se nos presenta hoy.
Los textos que componen “Matriarca“ parecen haber sido desechados de otras compilaciones; en ellos encontramos huellas, sobre todo, de “Lagar” y “Poema de Chile”, intuición que complementa la idea de que fuesen escritos en una misma época y que, por lo mismo, me aventuro a afirmar que deben haberse compuesto entre las décadas de 1940 y 1950.
Los textos que componen “Matriarca“ parecen haber sido desechados de otras publicaciones; en ellos encontramos huellas, sobre todo, de “Lagar” y “Poema de Chile”, intuición que complementa a la idea de que fuesen escritos en una misma época y que, por lo mismo, me aventuro a afirmar que deben haberse compuesto entre las décadas de 1940 y 1950.
“Matriarca“ no es solo una colección de poemas, sino una apuesta por dar a conocer los textos no publicados por Mistral, cuya relevancia trasciende el tiempo. La profundidad temática y la excelente guía proporcionada por Gustavo Barrera Calderón hacen de este libro una lectura imprescindible para quienes desean comprender y apreciar la complejidad y la belleza de la poesía de Gabriela Mistral.
El trabajo incesante que la Biblioteca Nacional está haciendo por conservar y poner en manos de los lectores el legado mistraliano que Doris Atkinson donó en 2017 está dando sorprendentes frutos. Buena prueba de ello es este libro que nos acerca a ese otro cúmulo textual que, quién sabe por qué, quedó entre pilas de papel, versiones varias de otros textos, escritos en prosa, y correspondencia que, estoy convencida, en no tanto tiempo estarán disponibles para todos los que deseamos acercarnos aún más al cuerpo creado por Gabriela Mistral.
Por Zenaida M. Suárez Mayor, doctora en Literatura y escritora.