Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta

Con su cuarta película el joven realizador Ernesto Díaz propone instalar el cine de explotación hecho en Chile, a punta de una historia entretenida y fácil, un personaje femenino de temer y muchas muchas balas.

Con su cuarta película el joven realizador Ernesto Díaz propone instalar el cine de explotación hecho en Chile, a punta de una historia entretenida y fácil, un personaje femenino de temer y muchas muchas balas.

El cine de explotación se desarrolló principalmente en las décadas de los sesenta y setenta y se caracterizó por su bajo presupuesto y alto contenido de violencia y sexualidad. Dentro de esta categoría hay numerosos subgéneros como el Blaxploitation –protagonizado por afroamericanos en Estados Unidos, centrados en temáticas policiales al ritmo del funk y el soul y con la actriz Pam Grier como su principal rostro- y el Britxploitation, desarrollado en Inglaterra y ligado al cine fantástico, sangriento y sensual, de la Productora Hammer. Para algunos también se podría incluir en el cine de explotación subgéneros del terror como el cine de zombies, caníbales o el slasher más gráfico y producido con recursos muy limitados.

Es este tipo de cine el que alimentó a directores como Quentin Tarantino y Robert Rodriguez,  y que ha sido rescatado y reinstalado en casi todas sus películas, pero especialmente en el proyecto “Grind House” que incluía las cintas “Death Proof” de Tarantino y “Planet Terror” de Rodriguez,  desarrolladas en paralelo y con la perspectiva de exhibirlas en conjunto bajo la lógica del cine rotativo que popularizó el cine de explotación hace varias décadas.

Y aunque probablemente para el público general la  vinculación inmediata de “Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta”  sea con el cine de estos directores más contemporáneos, Díaz está bebiendo de la fuente original –la sesentera y setentera- sumando otras influencias comunes con Tarantino como el trabajo Sam Pekinpah y el spaguetti western. La gracia es que –como en sus películas anteriores- la lectura de todos estos referentes son re leídos desde lo local, asumiendo las particularidades de la idiosincrasia nacional y las limitantes de producción de nuestro cine.

Esto es cine de entretención, consciente de su precariedad y de su encanto. La clave para disfrutar de una película como “Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta” es no tomársela en serio. Asumir que lo que se presenta es un juego no realista, algo que está explicitado constantemente en la visualidad de videojuego que se escoge para narrar la película.  La anécdota básica de este joven incauto que se ve envuelto con la mafia santiaguina y que debe asesinar a una sensual y mortal mercenaria, es la excusa para exponer el admirable cuerpo de Fernanda Urrejola y presentarle al espectador una serie de escenas de violencia filmadas con habilidad y buena cultura cinéfila.

Es esta honestidad ante el material y este entusiasmo ante lo lúdico del proceso el que permite que la película funcione, que entretenga y haga reir. Agregado extra es que tal como lo había hecho en “Kiltro”, “Mirageman” y “Mandril”, Ernesto Diaz demuestra que, con ingenio, talento y humor, desde este lugar del mundo se le puede dar una vuelta de tuerca al género ofreciendo un producto fresco y –asumiendo todos los referentes- tremendamente original.

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