Un escupo

  • 31-05-2013

Un escupitajo, en mi concepto, es un claro gesto de menosprecio (salvo las justas en las que se debatían peculiares competidores en nuestros tiempos escolares, midiendo mayor distancia gracias al impulso bucal). Esta vez, el blanco de tan despectiva protesta dio de lleno en el rostro de la ex mandataria y candidata presidencial Michelle Bachelet. No es la primera que es víctima de un ataque de esas proporciones. Tampoco será la última. La “finada” Thatcher, durante su gobierno, fue objeto de similares denuestos gestuales con algunos otros objetos en evidente estado de descomposición. Pareciera que fuera éste, a veces, el costo que haya que pagar por desempeñarse en el servicio público. Es indigno, ¡que duda cabe…! Y que también supera el umbral de la tolerancia y gatilla en otras iras incontenibles, ¡ también es cierto! Recuerdo, hace un tiempo, a la salida del Palacio de Tribunales de la capital, al General de Ejército ® Alfonso Videla quien fue objeto de “una funa” luego de declarar en una causa de derechos humanos que le afectaba. Uno de los manifestantes lanzó, con artera puntería, su proyectil salivoso impactando de lleno en la solapa de su bien lucido traje azul. Sin vacilaciones, de forma súbita , el ex oficial da un ágil giro sobre el eje de su cuerpo y con gran aponía asestó un recto en el mentón al camélido manifestante y que lo tumbó sin más en las inmediaciones de la Plaza Montt-Varas. Acto seguido, el retirado militar, al cabo de unos cuantos finteos recobrando la compostura, le manifiesta al caído “… di lo que querai h…, pero no con escupos, mi amigo…eso no, poh ”. Enseguida, hizo abandono instantáneo del lugar. El piquete protestante apostado se le fue encima. La anécdota la traigo a colación nada más que para demostrar cuanto malestar es capaz de generar un hecho como el descrito.

Muy distinto es lo sucedido con Bachelet. “Tirios y troyanos” le han expresado su solidaridad, algunos con declaraciones grandilocuentes; tal vez, para que no les ganen “el quien vive…”. Al final, tan indignante proceder capaz le reporte una impensada rentabilidad electoral… ¡ Vaya a saber uno…! diría algún oriundo coterráneo colchagüino. El chileno (el ser humano, más bien) es compasivo y reacciona en consecuencia.

Sin embargo, este episodio, pintoresco a la vez, es nimio en contraste con “el escupitajo con desgarro” del que ha sido víctima al interior de su colectivo, el diputado UDI Iván Moreira. Algo conozco al citado político (no mucho, tampoco). Para ser sincero, nunca me han deslumbrado sus posiciones. Menos sus intervenciones. Sí pienso, en cambio, que es del tipo: “gallo de pelea”. Empero, por sobre todo, su lealtad, eslogan que alcanzó a utilizar publicitariamente en la Región Metropolitana, hacia quien le brindó un porvenir político desde sus inicios no resultó gravitante para su propósito de alcanzar el Senado por Santiago. Nunca deja de recordar cuando el mismísimo General Pinochet lo designó Alcalde en La Cisterna. No necesito fijar mi posición frente al régimen militar ni respecto de sus adláteres, pero caramba, en política que es escaso ¡ser leal! y, en mi concepto es altamente destacable quien la profesa y ejerce, cualquiera sea su credo. En este orden, en la UDI no hay nadie, ¡ ningún otro ! que pueda competir con Moreira. Desde que se le conoce ha marcado inequívocamente una actitud frontal de defensa del régimen militar y de quien fue su máxima expresión. A mayor abundamiento, es curioso, en la misma UDI, ya es una posición mayoritaria la de aquellos que se han “desmarcado” por completo del gobierno de las FF.AA. Algunos, incluso, hace rato reniegan de su adhesión olvidando que son lo que hoy día representan y tienen, gracias única y exclusivamente a las prebendas y facilidades prodigadas durante la dictadura. La cosecha para Moreira no puede ser más deficitaria. A la consistente inversión promocional realizada en pos de la senaduría por la Metropolitana Oriente, que ha sido duramente abortada, se añade la NULA posibilidad de elegirse en la Región de Los Lagos. Allá, con toda razón, alcaldes, concejales, Cores y dirigentes UDI reclaman y dan la lucha por uno de la región, impugnando al afuerino. Moreira, en el intertanto, abatido y demacrado junto con ver esfumarse su opción senatorial por su zona, por donde es conocido y ha servido, debe contentarse con la socarrona consideración presidencial: “la vida es injusta, diputado”.

A fin de cuentas, Bachelet limpiará e higienizará la mejilla donde recibió el impacto salival y continuará su marcha del modo como lo está haciendo, vale decir, “cuidando y velando por su ganado para que no se le disperse”. El aterido parlamentario, en cambio, sin haber experimentado agresión física alguna, no oculta su dolor. La determinación de la élite política de su partido, que todavía hace llamar “demócrata” a su epónimo ha sido capaz de consagrar el mayor menosprecio hacia un disciplinado soldado de sus filas y, en la hora actual, describe, además, un indiscutido “golpe de estado” en el plano interno.

He aquí -en mi opinión – las razones de por qué la ciudadanía suele tomar distancia de este tipo de procederes y la derecha, así y tal cual la venimos viendo y conociendo, no es temerario afirmar que sólo gobierna en dictadura o una vez cada 50 años. Procedimientos como el descrito provocan los más imperecederos resentimientos de quienes alguna vez pertenecieron a sus huestes, dándole un sentido inverso a la célebre frase de Castelar repetida hasta la saciedad por don Arturo Alessandri Palma: “El odio nada engendra, sólo el amor es fecundo”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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