Represión y censura: Memorias sobre la quema de libros en Dictadura

La actividad organizada por el Observatorio del Libro y la Lectura de la U. de Chile y la Cámara Chilena del Libro, se llevó a cabo este jueves 7 de noviembre, y contó con la participación de Arturo Navarro, Isabel Jara, Jorge Montealegre, José Navarro y Óscar Contardo, como moderador.

La actividad organizada por el Observatorio del Libro y la Lectura de la U. de Chile y la Cámara Chilena del Libro, se llevó a cabo este jueves 7 de noviembre, y contó con la participación de Arturo Navarro, Isabel Jara, Jorge Montealegre, José Navarro y Óscar Contardo, como moderador.

Recuerdos dolorosos de la represión vivida se mezclaron con anécdotas algo más felices, entre los invitados a participar de este encuentro, que se vincula a la reflexión que la U. de Chile, ha instalado en torno a la conmemoración de los 40 años del Golpe Militar en Chile.

“Había dejado de trabajar en Editorial Quimantú meses antes del Golpe, pero el día del Golpe estaba muy cerca de Quimantú, era militante del Mapu Obrero Campesino (MOC), y mi casa de seguridad en caso del Golpe, era la casa de la viuda de Rodrigo Ambrosio -fallecido Secretario General del MAPU- que quedaba al lado de la casa de Neruda y a media cuadra de la casa de Fernando Flores, que era ministro de Allende, en una calle sin salida ¿Qué es lo hicimos? Quemamos y caminamos”, comenzó recordando Arturo Navarro,  sociólogo y periodista, Director Ejecutivo del Centro Cultural Estación Mapocho y profesor de Políticas Culturales en el Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile.

El relato continúa de la siguiente manera: El día del Golpe, tras reunirse el Comité de Comunicaciones del MOC en dicha casa de seguridad, descubren que ahí estaban guardadas las diez mil firmas que el partido había reunido para inscribirse. “Entonces lo primero que hicimos fue empezar a quemar todo. Quemamos las firmas en el patio y lo último que quemamos fue el carnet de militante, y luego cantamos la Internacional en silencio. Después nos despedimos y nos fuimos a la casa”, relató Navarro.

Esas firmas del partido, fueron a penas la antesala de lo que vino después, cuando Navarro decide comenzar la quema de los libros que le habían sido regalados mientras trabajó en Quimantú. “La urgencia por quemar los libros se dio gracias a un reportaje de Canal 13, en que mostraban debajo de las Torres de San Borja cómo quemaban los libros, las cámaras puestas sobre la fogata. Era el mejor llamado para que cada uno quemara los suyos. Yo empecé a quemar por colección: los libros políticos, los clásicos del pensamiento social, los que yo consideraban que eran los más peligrosos, el Manifiesto Comunista….lo cual fue bastante estéril porque a los pocos días llegó un amigo que se iba al exilio ¿Y qué creen que hizo? Me trajo de regalo su colección de Quimantú”, contó entre risas el sociólogo.

Quema de libros en la Facultad de Medicina: Memoria y reivindicación

“Una de las experiencias más dolorosas de mi vida fue la quema de libros que se hizo en los zócalos de la Facultad de Medicina. ‘Hay que quemar todo lo que huela a marxismo’, decían los militares.” Esta frase, dicha por la Dra. María de la Fuente, académica de la Escuela de Salud Pública al momento del Golpe Militar,  grafica una vivencia que muchos de los entonces miembros de la Facultad de Medicina mantienen en la memoria.

José Navarro Académico del Laboratorio de Citogenética y Genética Poblacional de Vertebrados Instituto de Ciencias Biomédicas de la U. de Chile y director y gestor del Rincón Gabriela Mistral de la Biblioteca Central de Medicina, fue quien citó los recuerdos de la Dra. De La Fuente, durante este panel de conversación, agregando que en el relato, la académica recuerda que los militares ingresaron a la Facultad de Medicina, incautaron libros, muchos de los cuales eran de ciencias, y en el zócalo de estas dependencias, específicamente frente a la sala 150, realizaron la quema de éstos.

“Muchos libros no fueron quemados y después fueron escondidos, guardados en el entretecho, enterrados. Después de eso vinieron dos años de silencio, de temor, de miedo”, dijo José Navarro quien también vivió la represión en la Facultad. Pese a estos dolorosos recuerdos, el académico destaca que un acto de reivindicación con todos esos libros quemados, ocurrido décadas después en la misma Facultad. “El año 2000 se crea un espacio en la Biblioteca de la Facultad de Medicina que se llama Rincón Cultural Gabriela Mistral, que lo hacen los alumnos del Centro de Estudiantes quienes empiezan a juntar libros, y el año 2008 yo presento un proyecto cuando decido empezar a donar mi biblioteca a ese espacio Rincón Cultural Gabriela Mistral, espacio que hoy alberga más de 4 mil libros donados”, contó el académico, quien volvió a citar las palabras de la Dra. De La Fuente, quien dijo que “la quema de libros sufrida en la Facultad queda vengada con la creación y la existencia del Rincón Cultural Gabriela Mistral”.

Los libros y el prisionero

Los recuerdos compartidos en la actividad por Jorge Montealegre, poeta y periodista, prisionero político durante la Dictadura Militar, no sólo trajeron de vuelta las quemas de libros, sino también, algunos otros más felices recuerdos de los libros en prisión.

“A mí me allanaron la casa, me quemaron libros, y me llevaron a la Escuela Militar, paradójicamente llamada escuela, y en la Escuela Militar quemaron los libros que se llevaron de mi casa”, recordó Montealegre, quien para el Golpe Militar tenía tan solo 19 años y estaba saliendo de 4to medio.

Tras ese episodio de sus libros cayó preso al Estadio Nacional, y desde ahí fue trasladado a centro de prisioneros de Chacabuco en el norte del país.

“En Chacabuco habíamos unas mil personas, entraba y salía gente. Chacabuco había sido una oficina salitrera, por lo tanto tenía casas y calles, y uno tenía domicilio, que es muy distinto a estar en una cárcel con celdas. Pero en medio del desierto nadie pensaba en irse, además no teníamos condenas, podíamos salir al día siguiente, o quedarnos por años, nadie sabía eso”, señaló a los presentes Montealegre.

“A mí, que era un cabro de liceo súper inútil, me encargaron que me hiciera cargo de la biblioteca, y la biblioteca era una caja con libros que donó una señora de Antofagasta. Pero teníamos biblioteca, y eran casi puros libros de teatro, de Ibsen, y muchos Reader’s Digest. Esos Reader’s Digest a mí me significaron de alguna manera empezar a escribir, entonces, en mis primeros poemas, tengo unas palabras súper rebuscadas que están sacadas de la sección ‘Enriquezca su vocabulario'”, relató el poeta, agregando, “bueno, qué quiero decir: que había biblioteca, que la gente que iba saliendo iba dejando sus libros, etc. Y yo tenía un cuadernito en que le preguntaba a mis compañeros presos qué libro tenían, pero no se los pedía, si no a otra gente que quería leer, le decía, ‘tal fulanito tiene el perseguidor de Cortázar’, qué sé yo, entonces les hacía gancho para que obtuvieran sus libros”.

Entre anécdotas y reflexiones sobre esos tiempos de prisión, Jorge Montealegre, concluyó su intervención diciendo: “Creo que ese fue el antecedente previo a caer a este mundo en que me interesa de la escritura, la biblioteca, leer y cosas de ese tipo. Yo sé que lo que estoy diciendo es paradójico y no quiero decir que hubiera un cautiverio feliz, pero en cierto sentido, también lo hubo”, dijo.

Una mirada histórica a la censura de libros

Isabel Jara, Historiadora, Doctora en Historia por Pompeu Fabra de Barcelona, y autora de diversas Investigaciones vinculadas al tema de las políticas culturales, ofreció una mirada histórica, sobre el contexto en que se sucede la represión y censura sobre los libros.

“Todavía está en discusión respecto si hubo una política cultural durante la dictadura. Podríamos pensar que sí, sabiendo que por política también podemos incluir a la censura, la omisión, la represión, pero al mismo tiempo una serie de iniciativas dispersas y heterogéneas que no necesariamente se sustentaron en un programa de un proyecto definido, sistemático, financiado y estable durante los 18 años de dictadura”, señaló la historiadora.

Considerando los hechos, Isabel Jara, aseguró que claramente durante la Dictadura hubo “estrategias que tenían que ver con derrotar ideológicamente a la Unidad Popular, borrar la memoria de la Unidad Popular, la memoria no solo en términos de los libros, la memoria de la estética de la ciudad completa, la memoria de los cuerpos de izquierda, la operación de corte y limpieza, sacar los murales, una serie de dispositivos completos, en los cuales se inserta y hay que entender la política de censura sobre los libros. Y efectivamente ahí hay operaciones, líneas de discursos”, afirmó.

 





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