El profesor de la Facultad de Sociología de la Universidad de Chile y experto en movimientos sociales Miguel Urrutia identificó dos momentos distintos de los movimientos sociales chilenos. El primero, enfocado en las demandas sectoriales y luego, un segundo momento, en el que el movimiento social debe instaurar sus lineamientos políticos.
Para el profesor, el movimiento social nacional está entrando en esa fase. Ahora, indica, es momento de consolidar desafíos aún mayores a los vividos en 2011, por ejemplo, lograr aglutinarse en una única corriente.
“Entre otras de las cuestiones que tienen que revisar los movimientos sociales está la necesidad de una coagulación más consistente de sus intereses. Tampoco se trata de que cualquier tipo de llamado o convocatoria vaya a producir un acto mágico en que los movimientos sociales se articulen y logren ponerse en el camino de desarrollar sus capacidades instituyentes”.
El proceso, según describe, partió con fuerza en diferentes demandas sectoriales, por ello, es tiempo de reunir esas reivindicaciones en un proceso que permita ejercer el poder político y crear un nuevo sistema.
Para Urrutia, es tiempo de que la ciudadanía ejerza directamente el poder. Para ello, detalla como necesario poder institucionalizar las prácticas y no encasillarse únicamente en ser correas trasmisoras de demandas sociales hacia los sistemas de partido y hacia el Estado ya institucionalizado.
Esto produce, para Urrutia, la falsa idea de que el movimiento social se mueve más despacio que en el 2011 donde las demandas eran sectoriales. Sin embargo, en su opinión, es comprensible este estado de “mayor retracción”, de cavilación porque “la tarea es de gran envergadura”.
El próximo paso del movimiento social
En medio de la crisis política que vive el país, algunos sectores como los estudiantes o los trabajadores han demostrado su molestia con la forma en la que se han llevado las reformas.
Sin embargo, para el profesor es clave que entre todos logren encontrar un factor único, que los motive a todos, para que puedan desarrollar sus capacidades instituyentes.
Miguel Urrutia plantea otro desafío en esta fase. Para él es necesario encontrar un eje que articule la fase sectorial (con las demandas ya conocidas y que han tenido respuestas insatisfactorias para los movimientos) con la fase programática. Es ahí, donde asegura que es la asamblea constituyente una alternativa de articulación, pero que tiene que ser bien hecha para evitar que sea perjudicial para los movimientos.
“Una Asamblea Constituyente implica una gran maquinaria, un gran aparataje social de articulación que, por ahora, siguen teniendo mucho más preparado los partidos políticos convencionales. Los movimientos, por las privaciones a las que han estado sometidos, no tienen las mismas condiciones para articularse que los partidos ante un proceso como el de la Asamblea Constituyente”.