Recibí de SQM, pero sin boleta

  • 03-06-2015

Ustedes comentarán “este tipo siempre ha estado en todas, pero poco le creemos”.

Sin embargo mi vida ha estado nutrida de  vivencias no siempre buenas, pero lo ocurrido, sucedió, aunque se paren de cabeza.

A fines de los años setenta, no afirmábamos el llegar a fin de mes con mi primera esposa.  A la desesperada ingeniamos con un maestro de apellido Acuña una pieza extra para el entretecho en una población de Colon 8000 en Santiago Oriente y repartí volantes titulados La gran solución”, pero nadie picó con la propuesta.

De esta manera, el director actual de Radio Universidad de Chile y ex compañero de Periodismo supo que vivíamos casi en la misma cuadra cuando el panfleto cayó en sus manos…

Como andábamos todos fondeados, nada era de extrañar.

Mientras mi concuñado Jaime de Aguirre y compañía armaban Filmocentro, en la ex Peña de los Parra ubicada frente a una Comisaría en calle Carmen. En uno de los errores más grandes de mi existencia, rechacé su oferta de integrarme al grupo. Todos hicieron billete, menos el suscrito que le temía a los pacos de al frente e incluso encontraba temerario ubicarse en ese lugar.

Mi amigo David de Inglaterra dedicaba parte de su tiempo a los negocios switcher. Esto significaba entre otras cosas, oficiar de intermediario entre países con las relaciones cortadas, asunto común en tiempos de dictaduras a nivel mundial.

Un día me llega un telex, equivalente a los email de ahora, donde me indica: “Si quieres aliviar tu bolsillo, anda a SOQUIMICH, hablas con el señor Ponce Lerou y dile que necesitamos tambores (olvidé la cantidad) de iodine para la URSS”.

Le respondí: ¿Acaso estás demente? “Piensas que voy a meterme a las patas de los caballos donde el yerno de Pinochet. Capaz que me metan preso en el mismo lugar.”

“Tranquilo”, rezaba la respuesta. “Ve y haz la propuesta, nada te va a ocurrir. Una vez despachada la mercadería de un puerto chileno te depositarán el dinero”.

Le manifesté que no tenía cuenta. “Entonces la  mando donde tu padre al Banco de Chile”, respondió.

Partí pues en esta misión a la avenida Bulnes, si mal no recuerdo. Julio Ponce Lerou me recibió muy amable y escuchó el pedido de iodine.

Si, si, no es primera vez que hacemos negocios con ellos. Los tambores con el yodo serán pintados de azul y embarcados a Rotterdam. Allí los recogen los rusos- dijo y luego preguntó: ¿Acordaron su comisión?

En relación al volumen del yodo, y al costo total, el 1,5 por ciento de comisión a ojos de un ignorante en la materia, es una cifra insignificante. Pero, aun cuando con un dólar a 39 pesos, era harta plata entonces y de eso, en tiempos en que tuve que hacerle los horóscopos a Yolanda Sultana y puzzles para diarios regionales, el usufructo proveniente de la famosa iodine, nos sirvió para llegar a varios fines de mes.

El producto es usado para fines médicos, bélicos, de nutrición

De esta manera, queridas lectoras y lectores, les queda claro que en tiempos del cólera también se cocían habas de diferentes maneras, aunque fuera con los señores rusos.

Recuerdo que en 1981 cuando Francois Mitterrand asume para su primer mandato, Regis Debray en una entrevista me afirma: “Jamás venderemos armas a Chile mientras exista la dictadura”. Las pinzas, también utilizaron a los switchers, igual como los belgas y otros que abastecieron de armas al aparato represivo.

Estos intermediarios aun existen y son los que recogen tanques, armas, camiones que yacen botados en lugares donde hubo combate. Los enchulan y los ponen nuevamente a la venta. Operadores políticos, dueños de mucha información sobre el stock de armamento de los países,  venden lo que saben al respecto de un país a otro para erigir las pirámides de armamento y que pican las diferentes fuerzas armadas de determinados países.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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