Memoria y memoriales

  • 14-10-2015

La condición telúrica de nuestro territorio y la actividad volcánica han provocado mucha destrucción en nuestro patrimonio material. Si bien, las culturas originarias del sur de nuestro país no eran del tipo monumental como las de nuestros vecinos del norte del continente, también ellos han visto cómo el territorio ancestral ha ido cambiando y accidentándose en su geografía producto de los movimientos de la tierra.

La escasa permanencia del paisaje, sea urbano o rural, tiene también un correlato en nuestra memoria histórica que se traduce en el olvido de lo que hemos sido y en el permanente deseo de refundarlo todo de nuevo, de hacer borrón y cuenta nueva.
La estatuaria es un síntoma de todo esto. A diferencia de nuestros vecinos argentinos, por ejemplo, nuestras plazas y avenidas no están marcadas por grandes monumentos. La norma general en cuanto a estatuas en Chile es el tipo “cuchepo”, sin brazos ni piernas, esos bustos que muy poco honran a quienes recuerdan.

No existe en Chile una conciencia respecto del rol que cumplen las estatuas, los memoriales ni los sitios de memoria. Por eso no es raro escuchar que porqué mejor no se destina el dinero que se invierte en ellos en otros fines más prácticos. Como es lo que han dicho un grupo de vecinos de la comuna de Providencia debido a los 40 millones de pesos que invertirá este municipio para la realización de un memorial a los tres profesores degollados en el año 1985.

El hecho que el sitio de memoria sea dentro de un condominio despierta la polémica entre sus habitantes, que temen que las tres bancas que llevarán el nombre de Nattino, Parada y Guerrero se conviertan en un espacio de juerga para los jóvenes. Y puedes ser comprensible la aprehensión de estos vecinos, sin embargo, esto no debiera ser obstáculo, por el contrario, debiera ser considerado un honor que se dignifique el espacio en el que viven con un memorial de estas características.

Pero el problema no está en los habitantes de este condominio de Providencia sino que en la conciencia histórica que tenemos como nación. Porque en el país de la escasa memoria, no tienen mucho sentido estos espacios ni monumentos de los que poco se sabe, porque además de ser discretos en sus dimensiones, también lo son en la información que entregan. Lo mismo sucede con el nombre de las calles, que aluden a personajes y lugares de los que no se tiene la menor idea sobre el aporte e importancia.

Con este estado de cosas, resulta interesante que en el Congreso se haya aprobado de manera unánime las mociones que proponen erigir un monumento en homenaje a los ex mineros del carbón en la comuna de Coronel y otro en memoria del poeta Jorge Teillier, en la comuna de Lautaro.

Un monumento colectivo que busca reconocer el aporte y sacrificio de aquellos hombres que solo por el sustento, bastante escaso, además, hicieron de sus vidas una gesta heroica de la que poco y casi nada se recuerda. Los viejos, como se llaman entre sí los mineros, se convertían en ancianos en unas pocas décadas producto de la toxicidad de la mina. Un trabajo que ennegrecía sus pulmones y también vestía de luto a sus almas cada cierto tiempo con la muerte de sus compañeros producida por las explosiones del gas grisú. La riqueza del carbón no quedó en Coronel ni en Lota, pero sí en el Palacio de los Cousiño y el gran parque que lo rodeaba, que hoy conocemos como Parque O´Higgins.

La historia de la vida de estos hombres ha quedado en la literatura, pero no en la memoria de un país que ignora aún las condiciones infrahumanas en las que vivieron y trabajaron. Por eso la construcción de un memorial por los mineros en Coronel es una inversión y no un gasto.

Hacemos votos para que esas familias que se enriquecieron con el trabajo de estos hombres, sean generosas y donen importantes sumas de dinero que permitan construir un monumento que los dignifique a ellos mismos, que represente el agradecimiento por esos mineros sobre las cuales se fundan sus fortunas. Que piensen en sus largas estancias en París o Viena, y recuerden esos inolvidables paseos por avenidas rodeadas de árboles y magníficas estatuas y memoriales para inspirarse…

En casos como estos, es cuando la idea de una campaña por las redes sociales, que busque despertar a ese monstruo virtual que tiene el poder de presionar y hacer conciencia se hace necesaria. Para que los vecinos de Providencia en lugar de sentirse intimidados por un Memorial en homenaje a los tres profesores degollados, se sientan orgullosos de esa parte de la historia que encierra el barrio en el que viven. Que lo valoren y se apropien de esa memoria como una clase de humanidad para las nuevas generaciones. Para que las familias que se enriquecieron por el trabajo de los mineros del carbón refresquen la memoria y se comprometan con una historia que de tanto ocultarla los mancilla a ellos, no a los ennegrecidos mineros.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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