Argentina: Scioli cerca de llevar al Kirchnerismo a una nueva victoria

Son pocos los votos que marcarán la diferencia entre una victoria en primera vuelta o la cita a un balotaje. La primera consagrará la capacidad del Kirchnerismo de renovarse con otros apellidos; la segunda dará una nueva posibilidad a una oposición hasta ahora inepta en la tarea de la unidad.

Son pocos los votos que marcarán la diferencia entre una victoria en primera vuelta o la cita a un balotaje. La primera consagrará la capacidad del Kirchnerismo de renovarse con otros apellidos; la segunda dará una nueva posibilidad a una oposición hasta ahora inepta en la tarea de la unidad.

Sobreponiéndose a las dificultades de la economía argentina, a los desgajes del Frente para la Victoria y a la turbia muerte del fiscal Nisman, el candidato del Kirchnerismo, Daniel Scioli, avanza decidido hacia un triunfo en primera vuelta que es tan posible como fue inimaginable meses atrás. Sus principales oponentes, Mauricio Macri y Sergio Massa, no han sido capaces de oponer una oferta electoral más atractiva que el fuerte énfasis hacia las políticas de protección social del oficialismo.

El próximo domingo 25 de octubre, los argentinos tendrán una nueva cita electoral para renovar, además de la dupla presidente-vicepresidente, las cámaras de senadores y diputados. Las distancias se han ensanchado y prueba de que se apuesta a ganador es la decisión del diputado que hasta ayer adhería a Sergio Massa, Francisco de Nárvaez, quien había hecho esfuerzos sostenidos por unir a la huestes de Massa y Macri, y que ahora se volcó a Scioli. Sus razones son una buena síntesis para una de las claves de la elección: “muchos piensan que el kirchnerismo ha sido malo, pero sería injusto dejar de confesar que nosotros, como oposición, fuimos incapaces de unirnos y solo hemos peleado entre nosotros. No hemos sabido asumir responsabilidades”, lamentó el diputado.

El progresismo moderado de Scioli (“está a la derecha de Néstor y Cristina”, dicen) es en este contexto una situación que le ha permitido volcar muchas indecisiones a su favor.

Lo que falta por definirse es si el candidato del oficialismo, pese a su ventaja, será capaz de llegar al 40 por ciento de la votación que le permitiría ganar en primera vuelta si tiene una ventaja de más de 10 puntos sobre el segundo, según la legislación argentina. En caso contrario, su más probable competidor en el balotaje sería Mauricio Macri, cuya intención de voto no supera en ninguna encuesta el 30 por ciento, pero que podría beneficiarse si logra aglutinar a las hasta ahora incompatibles sensibilidades que componen el anti kirchnerismo.

Para esos propósitos, lo más difícil de contrarrestar es una obra con la que se puede estar en desacuerdo, pero que ha sido consistente y vertiginosa. En los 12 años del oficialismo, y desde la perspectiva del desmontaje del neoliberalismo, las medidas tomadas son impactantes e inimaginables para un país como Chile. En 2003 se declaró la nulidad de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida. En 2005 se hizo la reestructuración de la Deuda Externa. En 2006 se efectuó la Cancelación de la Deuda con el FMI. En 2008 se re-estatizaron Aerolíneas Argentinas y las AFJP (las AFPs chilenas). También en 2008, se constituyó la UNASUR, con una participación tan significativa de Argentina que hoy el edificio institucional, ubicado en Quito, lleva el nombre de Néstor Kirchner. En 2009 se instaló la Asignación Universal por Hijo que se extendió al embarazo en 2011. También en 2011 se estableció el nuevo Estatuto del Peón Rural. En 2012 se re-estatizó YPF, en 2014 se aprobó el nuevo Código Civil y Comercial y en 2015 se re-estatizaron los Ferrocarriles.

Para darle continuidad al ciclo, ya sin Néstor Kirchner ni Cristina Fernández, no fue sencillo para el oficialismo la evolución de los acontecimientos en favor de Scioli. Luego de constatar que no existía un relevo con la pureza ideológica de los antecesores, se optó por una decisión considerada pragmática al ungir al gobernador de la provincia de Buenos Aires, considerado un dirigente en la periferia y a veces hasta en el bando opuesto del círculo presidencial, pero que era sin embargo el mejor posicionado en las encuestas. Entonces, para generar una transición con equilibrio en un escenario donde Cristina Fernández tampoco ocupará ningún cargo en el Parlamento, se puso en la candidatura a la vicepresidencia a Carlos Zannini, uno de los principales operadores políticos e incondicionales de la presidenta. Incluso, algunos con desdén y otros con ilusión, lo ven como el guardián del proyecto kirchnerista, el comisario, la garantía del no desvío de Scioli.

En una perspectiva más amplia, las transformaciones llevadas a cabo desde 2003 en Argentina no son aisladas, sino que forman parte de un giro en las políticas de la región. Por eso, las consecuencias de la elección no solo son relevantes para Argentina, puesto que en cualquier sentido serán importantes para el ciclo de gobiernos progresistas en Sudamérica. La llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela, en 1998, abrió un periodo, en principio a completo contrapelo del Consenso de Washington, que tuvo como uno de sus grandes momentos de consolidación el triunfo de Néstor Kirchner, cinco años después. Desde entonces, electoralmente, todo ha sido ganar y aún no asistimos a ningún retroceso, pero quienes esperan que las cosas cambien han alimentado esperanzas por las dificultades de los gobiernos de Venezuela, Brasil y la propia Argentina. Un triunfo de Scioli les supondrá perder una de tres opciones.

En todo caso, y de ganar, el candidato del oficialismo deberá hacer frente a un país golpeado por la crisis económica y la corrupción, además de las dificultades de liderar a una coalición que, por las características de la política argentina, requiere ser conducida con muñeca y sabiduría, arte en el que Néstor Kirchner se mostró insuperable. Pero de todo eso habría que hablar después del domingo, si los aires exitistas del oficialismo están en lo correcto.





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