Los peronistas siempre ganan

  • 28-10-2015

Que el peronismo haya ganado las últimas elecciones en Argentina no es algo nuevo, porque ello viene ocurriendo desde 1947 cuando empezó el predominio de ese partido en la vida política de esa importante nación latinoamericana. El justicialismo rompió las orillas políticas tradicionales cuando se hizo carne en el conjunto de la nación Argentina, terminando con las hegemonías de izquierda nacionalista y derecha.

Hoy, a grandes rasgos la fidelidad sigue incólume, desde que Perón fuese llevado al poder hacia fines de la segunda guerra mundial. El proyecto italiano sigue fiel como entonces a un populismo conservador y populista, seguidor de movimientos de renovación conservadora que tuvieron visos de seguimiento de los movimientos falangista español y franquista.

Tan fuerte fue la impregnación argentina con tales servidores ideológicos, que se piensa que muchos jóvenes llegaron en algún momento de sus vidas a hacer peronistas, incluso jesuitas como el Papa Francisco. Que muchos de esos elementos se hayan convertido con el tiempo en neoliberales, fue una manera de ensanchar tan amplio abanico de corrientes que iban desde la extrema izquierda hasta la derecha más anticomunista, al punto que ambos lo reciben juntos en Septiembre de 1973 en el aeropuerto de Buenos Aires.

Los grupos social demócratas que los intercedieron en el gobierno federal no pudieron nunca terminar sus periodos, dejando que lo hiciesen los justicialistas, incluso pactando con peronistas y aliados circunstanciales.

Por eso que el domingo pasado ganaron de todos modos los peronistas.

¿Cuánto durara este reinado peronista?

Esto dependerá de cuanto sea capaz el justicialismo de modificar las actuales improntas negativas, que se refieren no solo a los desgastantes signos económicos y estadísticos actuales, sino también a las costumbres consagradas por el justicialismo, entre ellas el asistencialismo los “ñoquis sueldos pagados a los empleados públicos” y las variadas formas de corruptela.

Varios analistas piensan que es el miedo al cambio lo que puede frenar los imperativos mayores.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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