Esto, pues el palestino vive el día a día, trabaja, atiende sus quehaceres, hace vida social pero, todo ello, en un entorno inquietante, virulento, de una paz aparente que puede estallar en mil pedazos cuando menos se espera. Un ambiente de situaciones invisibles, que sólo se develan cuando ya han sido ejecutadas con efectos devastadores,
La visita y el recorrido en Al Jalil – Hebrón – dejó una sensación de impotencia difícil de soslayar. La ocupación militar, la violencia diaria ejercida por un grupo de colonos extremistas en esa ciudad de la Ribera Occidental, contra los habitantes palestinos; no vislumbra perspectivas halagüeñas para un proceso de paz interrumpido, que ha resultado estéril y que sólo ha servido para que el régimen israelí, día a día intensifique y amplíe los asentamientos violatorios del derecho internacional en los territorios palestinos ocupados.
La jornada que se avecinaba tras Al Jalil tuvo de dulce y agraz, como la vida misma, ni más ni menos. Dulce como un dátil palestino del Valle Al Aghwar –Valle del Jordán- al visitar, conversar, discutir y aprender de la juventud palestina en una de las Universidades cercanas a Ramallah: Birzeit, donde pudimos constatar las difíciles condiciones en que 10 mil estudiantes palestinos deben llevar adelante sus estudios pero sin perder la claridad de objetivos respecto a la importancia de prepararse y perfeccionarse para el desarrollo de su país. Como dulce es también apreciar la responsabilidad social de empresario como Bassam Khoury quien través de su empresa Pharmacare PLC es capaz de romper el círculo de presiones y bloqueos que Israel genera en el pueblo palestino. Una farmacéutica que investiga, produce y vende medicamentos de una amplia gama y en especial, a la Unión Europea, fármacos para la lucha contra el cáncer.
Y de agraz pues esa misma noche, cuando los habitantes del lugar ya dormían en sus hogares, tropas israelíes a unos cuantos cientos de metros del lugar en el cual alojábamos irrumpieron en la localidad de Qalandia – donde se ubica uno de los campamentos de refugiados palestinos – y a punta de buldóceres y maquinaria pesada demolieron, hasta los cimientos, seis viviendas palestinas, bajo el pretexto que se encontraban en una zona militar protegida a pocos metros del Muro de la Vergüenza. Piedra sobre piedra diez familias palestinas vieron destruidos años de esfuerzo tras la barbarie de un ejército ocupante y su práctica violatoria de los derechos humanos. Lo que se une a la labor de complicidad de ciertos funcionarios internacionales más proclives a servir al ocupante que las víctimas de la ocupación.
Estudiar Bajo la Ocupación
La Universidad Birzeit se ubica a 10 kilómetros al norte de Ramallah, en el pueblo homónimo. Establecida inicialmente como una escuela el año 1924 gracias a la labor de la familia Nasir, pionera en materias educativas. Tres décadas más tarde se comenzaron a impartir cursos superiores en artes y ciencias, que el año 1961 se ampliaron a dos años lo que permitió otorgar títulos asociados, que permitieron a los estudiantes de esa zona del país trasladarse a otras universidades, del mundo árabe principalmente, para completar sus estudios de licenciatura. El año 1967 marcaría a fuego el desarrollo de Birzeit pues tanto el West Bank – la Ribera Occidental – como la Franja de Gaza caerían bajo la ocupación israelí lo que implicó una serie de restricciones, principalmente de viajes, para los residentes de la zona y de aquellos que venían de otras áreas a estudiar.
Este entorno obligó a Birzeit a enfocarse más en otorgar una educación superior en todo su nivel, que permitiera a la juventud de la región estudiar cerca de sus hogares. El año 1972 Birzeit comenzó un programa de formación d cuatro años que llevaba a una licenciatura en artes y ciencias. El año 1975 Birzeit adopta, oficialmente el nombre de Universidad convirtiéndose en la primera Universidad árabe establecida en Palestina. Una Universidad que no sería ajena a la represión ejercida sobre el conjunto del pueblo palestino, que implicó cierres temporales, el exilio durante 20 años, a partir de 1974 del presidente de la universidad el Dr. Hanna Nasir. El cierre total de la Universidad entre el 8 de enero del año 1988 y el 29 de abril del año 1992 – período de la primera Intifada– etapa en la cual a pesar de la enorme coerción ejercida por las tropas ocupantes, los estudiantes continuaron preparándose en pequeños grupos de estudio.
En la actualidad la Universidad de Birzeit cuenta con 900 docentes altamente cualificados, 10.100 alumnos, de los cuales el 64% son mujeres procedentes de todas las regiones de la Cisjordania lamentando la ausencia de alumnos de la Franja de Gaza impedidos de salir de la “prisión a cielo abierto más grande del mundo” por determinación de las fuerzas ocupantes y que constituían cerca del 25% de la matrícula total. Este año 2016 sólo se cuenta con 40 estudiantes extranjeros, que cursan estudios que no pueden superar los tres meses, que es el máximo permitido por las fuerzas ocupantes. Aparte de las ocho facultades tiene 12 institutos para estudios ejemplo: derechos de la mujer. Los convenios son netamente académicos, como parte de una política de romper el aislamiento.
El financiamiento de esta universidad depende del pago de los estudiantes. Los alumnos pagan el equivalente a 250 dólares mensuales para estudiar en sus ocho facultades y 12 institutos para diversos estudios, por ejemplo: derechos de la Mujer. Los aportes privados – palestinos de la diáspora – han significado dotarse de modernos edificios donde se ubican las distintas facultades, que se signan con el nombre del respectivo mecenas. Las autoridades de este centro de estudios han resaltado que los profesores y estudiantes están firmemente comprometidos con los principios de libertad académica – que no es ajeno en lo absoluto con los principios de luchar por una sociedad libre – y el objetivo es preparar a las futuras generaciones de líderes palestinos, de cuadros profesionales y técnicos haciendo hincapié en la conciencia social y el compromiso nacional.
Palabras que escuchamos directamente de los estudiantes y de sus dirigentes quienes se mostraron vivamente interesados en conocer también como eran los procesos de estudio y elección en los países de donde proveíamos. Y hablaban de elección pues una de las críticas fundamentales que esos jóvenes hacían hacia sus líderes políticos tienen dos líneas principales: primero, la forma en que se han enfrentado las reivindicaciones del pueblo palestino a partir del fracaso de los Acuerdos de Oslo y haciendo hincapié, en segundo lugar en la ausencia de elecciones en los últimos diez años y la necesidad de un recambio generacional y de nombres para encauzar el proceso de lucha palestino. No es casual que la gran parte del Consejo de Estudiantes sea presidido por militantes de Hamas, en desmedro de los representantes de Al Fatah, replicando en ello lo que sucede en gran parte de las 8 universidades que existen en Cisjordania y las tres que siguen resistiendo en su funcionamiento en la Franja de Gaza.
Para Ahmed Alayesh Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Birzeit, militante de Hamas y que triunfo con más del 50% explica esta victoria, partir de la desazón de los jóvenes que no se ven representados por la burocracia de Al Fattah, las acusaciones de corrupción y sobe todo el letargo frente a los acuerdos internacionales violados una y otra vez por Israel. El espíritu palestino de rebeldía, para Alayesh, se expresa en el ejemplo de Gaza y no en la claudicación percibida en las actuales autoridades de los territorios ocupados en Cisjordania, que en una década han sido incapaces de llevar adelante elecciones “aquí en Birzeit les estamos demostrando, sostiene Alayesh, que puede existir la democracia a pesar de vivir bajo una ocupación de las características a las que nos somete el sionismo”. Nos fuimos de Birzeit constatando que el pueblo palestino tiene futuro en estos jóvenes, cultos, inquietos, luchadores, amables y donde entristece e indigna la falta de perspectivas en el actual estado de cosas donde se incrementa la presencia israelí mientras se sigue retrocediendo, en materia de enfrentar a la entidad sionista.
Salud desde Tierras Palestinas
En tiempos de oscuridad y crimen la creatividad de los pueblos suele ampliarse. No es la excepción el pueblo palestino, que ofrece al mundo, tanto en los territorios ocupados como en la diáspora lo más granado de sus siglos de cultura e inteligencia. Tras la visita a Birzeit y acompañado del Edil del Municipio de Recoleta en Santiago de Chile, Daniel Jadue – cuyos abuelos se radicaron en Chile a principios de la década del 20 del siglo XX – visitamos un Centro de investigación y producción de fármacos Pharmacare PLC, establecida en Ramallah el año 1985.
Allí, junto al creador y quien impulsa este trabajo, el Sr. Bassam Khoury – ex Ministro de Economía de la Autoridad Nacional Palestina – hablamos sobre su empresa – fundada por su padre, un pionero farmacéutico Subhi Khoury, el año 1985 – sus problemas y sus grandes proyectos. Incluso la posibilidad que estos medicamentos de calidad – sobre todo los de lucha contra el Cáncer – lleguen a bajo costo a la Municipalidad que dirige Jadue, a través de lo que se conoce como Farmacias Populares.
Pharmacare es una empresa Palestina que con esfuerzo y mucha inteligencia desarrolla productos farmacológicos y los exporta incluso a la Unión Europea. Parte de su trabajo ha tenido que trasladarlo a Malta pues el bloqueo y las trabas israelíes a este trabajo implican buscar alternativas. Todo un ejemplo de innovación y creación bajo la ocupación sionista. La misión, dada a conocer por el Sr. Khoury signa que Pharmacare PLC se ha propuesto participar, activamente, en la prestación de productos farmacéuticos para cubrir las necesidades del país, en lo que se refiere a medicamentos esenciales y complementarios con el fin de lograr la seguridad farmacológica para el pueblo palestino. Para, de esta manera, contribuir a la economía nacional a través de la producción y exportación de la medicina y en la obtención de empleo y de oportunidades de formación para el personal técnico en el campo de fabricación de productos farmacéuticos. Una labor difícil en el marco político en que dicho trabajo se desarrolla y con excelentes resultados.
Hoy, PharmaCare PLC es la columna vertebral del Grupo Pharmacare con diversas sedes, destinadas a romper el bloqueo, las sanciones y las trabas que día a día le impuso la potencia ocupante. Por ello tiene una filial, Pharmacare Prima Limited, que es una compañía de fabricación de productos farmacéuticos con base de Malta especializada en productos oncológicos. RI-Pharma, una compañía de distribución de productos farmacéuticos en el Reino Unido y Pharmacare International, una empresa con sede en Belarús responsable de la comercialización y la distribución en la ex Unión Soviética. El grupo también posee una participación del 10% en el IPI, la compañía farmacéutica más antigua de Irak. Una empresa que da empleo a 500 palestinos y que expresa también una forma eficiente, creativa y sustancial de resistencia.
QALANDIA
Terminamos la visita a Pharmacare, con un fuerte apretón de manos a Bassam Khoury, uno de esos empresarios “patriotas” como él mismo se define, en función de proporcionar empleo, futuro, capacidad productiva a la tierra que ama y defiende. Salimos de Pharmacare PLC henchidos de orgullo pero con la mente puesta en nuestra siguiente parada: Qalandia, donde nos habían informado que la noche anterior fuerzas militares habían demolido 6 viviendas. Precisamente esa noche escuchamos disparos y fogonazos en el sector que visitaríamos. Al llegar a Qalandia constatamos una de las acciones más recurrentes de la política de ocupación israelí: la demolición de viviendas palestinas en la idea de intensificar ya sea la construcción de carreteras exclusivas para los colonos de los asentamientos que rodean los pueblos y ciudades palestinas y al mismo tiempo permitir la ampliación de esos asentamientos con el objetivo de desplazar al pueblo palestino de sus tierras.
En Qalandia, donde habitan 15 mil personas, flanqueadas por uno de los check point más fuertemente custodiados de toda la Cisjordania, vimos la otra cara de la medalla, la de aquellos que no desean ver al pueblo palestino en paz, que impulsan la destrucción y el crimen, mediante procedimientos destinados a sembrar el terror y la desesperanza. Arribamos a Qalandia cuando ya 6 casas habían sido destruidas, demolidas hasta los cimientos, piedra sobre piedra afectando, con esta acción, a 11 familias que habitaban esta media docena de hogares.
Las familias víctimas de esta acción nos relataron que los militares y la maquinaria pesada, incluyendo Buldóceres llegaron cerca de la medianoche, cuando sus moradores ya dormían, siendo obligados a salir de sus viviendas y contemplar la manera en que eran destruidas por los representantes de la «mayor democracia de Oriente Medio» con que suele vestirse Israel, ante los medios de comunicación internacionales. El objetivo es generar terror, amedrentar a la población, afectar sicológicamente a hombres, mujeres y especialmente a los niños, que contemplan impotentes esta acción de barbarie. Qalandia me hizo recordar lo sucedido en el poblado checo de Lidice, cuando tropas de asalto nazis, el 10 de junio del año 1942, demolieron cada una de las viviendas de este pueblo, asesinando hombres y mujeres, deportando a otros y apisonaron la tierra para que no quedara rastro de nada, en una estrategia repetida 72 años después en Qalandia, Khirbet Tana, en Nablus, Tulkarem, Beit Jala, entre otras, que sólo este año 2016 suma 700 viviendas demolidas.
Al contemplar la destrucción en Qalandia, la tristeza de su moradores, la ingenuidad de los niños que se subían en los escombros de lo que hasta hace unas pocas horas eran sus hogares, se hicieron patentes las paradojas de un pueblo que al mismo tiempo es capaz de ofrecer avances como el de Pharmacare y vivir bajo la ocupación, la barbarie sionista, el sometimiento impulsado desde el gobierno de Tel Aviv, bajo la premisa de someter al pueblo palestino y lograra su expulsión de sus tierras ancestrales. Recluirlos en bantustanes miserables. Qalandia hoy es la prueba de lo que se viene denunciando hace décadas. Israel es una potencia ocupante: colonialista, racista y criminal.
La gravedad de lo descrito se vislumbra también en una arista relacionada con el deber de los organismos internacionales. Esto, pues la conducta de la potencia ocupante se expresa a vista y paciencia de la mal llamada comunidad internacional. Bajo el conocimiento de la Organización de las Naciones Unidas – ONU- y sus agencias de apoyo para los millones de refugiados palestinos, como lo son aquellos que habitan el campamento de Qalandia. Labor que se agradece, que duda cabe pero, que se presentan impotentes e ineficaces cuando se trata de defender los derechos humanos de la sociedad palestina, sometidos a esta política nacionalsionista.
Suelen alegar que ese trabajo no está dentro de sus atribuciones pero, ¿de qué sirve una labor destinada a observar la manera en que segregan, discriminan y asesinan impunemente? No basta apoyar con coordinaciones de las distintas agencias involucradas, la distribución de alimentos o la constatación de los crímenes. Las Naciones Unidas deben comprometerse más allá de lo que realiza, en el marco de fuertes presiones de las potencias occidentales aliadas de Israel, el lobby judío en Estados Unidos a través del AIPAC – pero también superar conductas de la cual fuimos testigos en una de las presentaciones más surrealistas que he escuchado de un funcionario internacional.
Efectivamente, tras Qalandia, en las Oficinas de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios – OCHA por sus siglas en inglés – situada en Al Quds, que cuenta con personal bien remunerado, uno de los funcionarios a cargo de darnos a conocer la labor de esta repartición, de nombre Ezequiel – de origen argentino – contratado por OCHA – repitió como una cantinela ideas y opiniones, que solemos escuchar más desde las oficinas de comunicaciones del régimen israelí, pero que resulta inaceptable cuando surgen de la boca de un burócrata de un organismo internacional. Un discurso que a esas alturas, a quienes presenciábamos esta exposición generó impotencia, frustración, indignación y el lógico reclamo ante tan despreciable conducta.
Una perorata estándar, inaceptable, que tergiversó notoriamente la realidad del pueblo palestino y el proceso de ocupación que vive. Una sarta de inexactitudes y conclusiones más propias de la campaña de desinformación del gobierno sionista, que de una entidad como la ONU. Una lamentable, dolorosa e inexcusable labor de complicidad. Es lo dulce y agraz también en el seno de organismos como OCHA, que de tanto profitar de las bondades de un organismo internacional se pierden en el objetivo principal: proteger a las víctimas y no bailar al compás del opresor.
Fue una jornada plena de emociones, desde Pharmacare y su lucha por levantar a Palestina desde la creación, la investigación, el esfuerzo. Por Birzeit y el compromiso de los estudiantes palestinos de salir adelante, a pesar de las dificultades y el deseo de la entidad sionista de negar el derecho a estudiar a miles de palestinos. Una jornada también amarga al observar los crímenes en Qalandia, el ejemplo claro, concreto e indiscutible de la política de ocupación de Israel en los territorios de la Ribera Occidental y la Franja de Gaza. Y el comprobar la pasividad y hasta la complicidad de ciertos organismos o funcionarios dentro de ese entramado, que de tanto habitar bajo las luces, los oropeles y el agasajo de la potencia ocupante suelen terminan pensando, actuando y hablando como ella.