La salida del ministro de hacienda Rodrigo Valdés y del ministro de economía señor Céspedes constituye una decisión positiva por parte de la presidenta Bachelet. Son dos ministros de postura neoliberal en un gobierno que mostró interés por los problemas sociales. Por otra parte, fueron ministros poco exitosos en los propósitos tras los cuales llegaron al gabinete: recuperar la economía y definir rumbos sólidos hacia una agenda social definida.
Por cierto, estos ministros no lograron-a pesar de su crédito ante el empresariado que reclamaba falta de confianza en el anterior gabinete- recuperar las cifras del crecimiento, sino que, por el contrario, la caída se agudizó, pasando del 2,5% en el 2014 a 0.5% en el año presente.
Esto habla que las políticas de orientación neoliberal no son la solución milagrosa que se espera, y que la tendencia paralizante de esas políticas se transforma en una corriente final procíclica, que termina profundizando y prolongando la caída en el ciclo recesivo.
Valdés se negó a incrementar el gasto fiscal y más bien lo redujo para estos períodos de desaceleración, con lo cual se ven los resultados, con una economía que reduce la inversión y el consumo a límites peligrosos y comprometedores.
El mismo Rodrigo Valdés se opone al fortalecimiento financiero de las universidades públicas, empujándolas a una postura desventajosa frente a los entes privados y definiendo la desinversión en educación superior en un tiempo en que Chile necesita más y mejores cerebros para la innovación y el trabajo de alta calificación, pues se remarca la certeza de ser esta la única salida en el mediano y largo plazo, para un país cuyo ciclo de las materias primas mostró ser un factor de inhibición más que de desarrollo de las competitividades modernas.
Rodrigo Valdés fue también un hombre que a la cabeza del Banco Estado se postuló como un fiero exprimidor de los bolsillos de los humildes cuenta ahorristas; que respecto a las AFP no disimuló su conformidad con su desempeño; que frente a lo laboral y salarial siempre estuvo conteniendo todo tipo de mejoras.
En fin, un ministro que bien denunciamos cuando asumió el cargo como una elección poco afortunada, junto a su pareja de entonces el señor Jorge Burgos, otro ministro de triste memoria.
Estos personajes nunca debieron ser ni actuar en una coalición como la Nueva Mayoría; constituían una contradicción esencial, pues borraban con sus posturas todo lo que el programa de Bachelet escribió e intentó realizar en su corta primavera. Literalmente, los ministros neoliberales del segundo gabinete político y económico de Bachelet, impusieron una hibernación prolongada, lo que ha terminado por transformar a este gobierno en una verdadera nulidad en las cifras después de la raya.
Es de esperar que hombres de la experiencia de Eyzaguirre y Rodríguez puedan enmendar el rumbo y activar una economía exangüe, antes que termine haciendo perder el gobierno a manos de una derecha refractaria al progreso y a un real desarrollo, y amante fiel de los negocios de corto vuelo y de alto rédito para el bolsillo de los mismos privilegiados de siempre.
Menos mal que Bachelet tuvo el valor y la decisión de expulsar de manera expedita este tapón molesto y obstruccionista, cosa que nadie sabe cómo pudo aceptar cuando se le propuso para el gabinete, junto a otro conservador retardatario como fue el ministro Burgos, una dupla nefasta y momificante, en tiempos que se requería una cualificación decisiva y experta de los cambios planteados en su programa. Lo advertí en un artículo: ese nombramiento representa el fin del gobierno de Bachelet y su empeño transformador; y así fue.
Esta decisión de la presidenta, representa una señal muy importante, porque justamente define la orientación de las cosas para el futuro gobierno afín al actual, es decir deslastrarse de los elementos obstruccionista a los cambios y avanzar en agendas de cambios impostergables. Ahora el candidato Guillier puede sentirse apoyado por una decisión que va en la misma senda de su programa y podrá darse una sincronía sinérgica clara y positiva, y no esa nebulosa anodina en que se mantenía Guillier frente a un gobierno saturado de contradicciones y de neutralidades insanas. Sevilla de Rossini).
* “Poco Fa”: Una voce poco fa (voz apagada, de corto alcance, cantada en la ópera “El barbero de Sevilla de Rossini).