Desasnar a los aburridos

  • 19-03-2018

“La gente tonta se aburre”, es lo que se solía escuchar de parte de los adultos cuando los niños, de hace unas cuatro décadas, no sabían dónde encontrar la entretención y reclamaban mayor atención de sus padres. No se disponía entonces de una televisión con programación continua infantil, menos canales dedicados a ellos ni tampoco computadores personales ni celulares. Niños que no asistían todo el día a colegio, excepto una minoría, y que disponían, por tanto, de muchas horas de ocio. Un bien que hoy miran con envidia los niños y niñas de hoy que, traicionados por la Reforma Educacional que prometió una jornada escolar completa dotada de clases de arte, deporte y tareas incluidas, permitiría que no “perdieran el tiempo”. Ya sabemos que eso fue un gran engaño y que deben regresar cada día a sus casas agotados, sin clases, talleres artísticos ni deporte a hacer las tareas y estudiar para el día siguiente.

Ni tiempo para aburrirse tienen los niños de hoy. No así sus padres, quienes con todo desparpajo responden que no leen, no van al teatro ni a una exposición de arte, porque “les aburren”. Esa es la respuesta que entregó un 46 por ciento de los encuestados en la reciente Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017 (ENPC) que entrega información reveladora sobre los hábitos culturales de los chilenos hoy. Una instantánea que entrega muchas luces de lo que somos y que permite entender hacía dónde debemos ir.

Los anteriores instrumentos que medían la relación entre cultura y personas hablaba de “consumo cultural”, un concepto que quienes saben del tema consideran no se sintoniza con la obligación que tiene el Estado en este tema. “…el acceso a la cultura que se pregona en todos los tonos como derecho ciudadano, se refiere, básicamente, y a veces de manera exclusiva, al consumo cultural y no a la participación personal, a la producción cultural a la que todos tenemos derecho como sujetos culturales”, dice Claudio Di Girólamo. Y es que artista y voz ineludible a la hora de hablar de cultura en Chile,  considera a las personas como “prosumidores culturales”, esto es, primero productores y luego consumidores de cultura, lo que se olvida demasiado a menudo por parte del Estado, gestores u organismos vinculados a este tema. Se hace demasiado habitual considerar a la población como un grupo humano que no tiene cultura ni la cultiva, en la idea de que la gente es “inculta” o que hay que “darles cultura”, lo que corresponde a una mirada paternalista que este estudio, entre otros objetivos busca erradicar.

¿Qué significa participar de la vida cultural de Chile?¿Cuál sería el mínimo esperable que se debiera garantizar? ¿Qué está en juego en la definición y el uso de la categoría participación cultural?, son las preguntas que busca responder de manera global este estudio, como lo señala Constanza Symmes, jefa del Departamento de Estudios del CNCA, con el objetivo de que sus resultados se conviertan en “un dispositivo para la toma de decisiones a nivel de la política pública” en el marco de la instalación del debutante Ministerio de las Culturas, Artes y Patrimonio.

Porque datos como que en el último año a un 46% de la población le aburren las actividades culturales;  38,9% ha leído un libro; 43,4% ha asistido al cine; 34% ha comprado artesanía; 30% ha asistido a un recital de música actual; 20,9% a un espectáculo de danza; 16% a una exposición y solo un 1,9% a una ópera son cifras muy elocuentes de lo que se debe hacer. Más aun si tomamos en consideración la tríada grupo socioeconómico, escolaridad y edad que surgen, una vez más, como aspectos determinantes a la hora de evaluar la participación cultural. Y es que, solo un 13% de los encuestados señaló haber tenido asistido a lecciones de alguna disciplina artística, como música, danza o pintura, fuera del horario escolar. Esta es la deuda del Estado que debe ser exigida: educación artística durante toda la formación escolar. Así es como lograremos convertirnos en una sociedad constituida por personas sensibles y críticas, pero también más felices, como lo demuestran los estudios en este sentido en naciones más avanzadas.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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