Cuando el NO es una gran mentira

  • 04-10-2018

 

Algo se esperaba del triunfo del NO, algo. Tantos los años de dolor y muerte.

El triunfo del NO para muchos había sido un ejercicio con el que se podía medir perfectamente el nivel de respuesta en las grandes mayorías que estaban contra la dictadura militar, y luego de ser evaluado se daría curso al proyecto para empezar a generar los espacios y volver a reconstruir bajo el modelo neoliberal heredado de la dictadura, las nuevas instituciones democráticas con la evidente marca de la Doctrina de Seguridad Nacional.

Olvidan los precarios Ulises concertacionistas/nueva mayoría, en su estrecha y egoísta memoria, los tantos y tantas que dignamente, armados de sobrada dignidad, valentía y coraje dieron batalla a la dictadura. Allí está la calle Santa Fe en la comuna de San Miguel, con su nombre y su apellido.

Los que ingresaron clandestinos y fueron a instalarse allá en las montaña del sur. Los que ejecutaron a los esbirros de la dictadura, los que fueron a buscar los recursos para continuar enfrentándose a las Fuerzas Armadas y sus agentes. Los que guardaron los nombres para que la lucha continuara. Para los que hasta hoy nos hacen falta.

Dicen los renovados y revisionistas, esos que claudicaron y aceptaron las migajas que les dejaron caer los militares, que fue el lápiz quien reconquistó la democracia. Entonces hay que seguir preguntándose cual democracia fue la que dejaron que ganara. Que los votos del NO vencieron el miedo. Que el voto NO fue el rechazo al uso de la violencia para conquistar la democracia y enviar a los militares a sus cuarteles.

Olvidan esos que se mantuvieron apertrechados en el silencio y caminando en puntillas para pasar inadvertidos, para que no se les acuse de nada y menos de hacerle el juego a los medios de comunicación, que diariamente denunciaban los crímenes que cometían amparados de la impunidad de los tribunales de justicia el ejército chileno, el mismo que hoy está convertido en una guarida de ladrones, en una caja pagadora para coimeros y estafadores, a los que le rinden pleitecia sin merecer el más mínimo respeto.

Olvidan esos victoriosos y dueños del NO a los que por años caminaron entre los pasillos y fierros de todas las cárceles de Chile y que convirtieron las prisiones en trincheras constante de lucha por la libertad del pueblo y la dignidad para ser hombres libres. No está en la memoria de esos ángeles del NO las incontables ocasiones que hubo que llevar a los caídos a los cementerios, mientras el dictador decía que los enterraban de a dos para hacer economía, es entonces cuando hay que preguntarse en que esquina de la cobardía habitaban esos que soñaban con el miedo, que no golpearon ninguna puerta para hablar en voz alta o cerraron sus ventana para no ver el dolor repartido por todas las calles de todos los barrios y en todos los pueblos.

Esos banderilleros del NO, sois unos mediocres y miserables.

Esperpentos y pusilánimes del NO. Ustedes que corrieron para pactar con los militares la impunidad, que prometieron que los criminales no serían llevados a los tribunales y bajaron la cerviz cuando el tirano les gritó que no aceptaría a sus valientes soldados en el banquillo para el juicio de la historia. Esos que no dieron la batalla para que la puerta de las prisiones de la patria posibilitara a esos hombres y mujeres puedan abrazar a su pueblo y sus cercanos. Los que por meses y más meses habitaron la mazmorra de la dictadura muchos hasta los tiempos actuales siguen siendo presos de su lucha para saber la verdad donde están sus camaradas de combate y compromiso con los que transitaron las calles para ser libres.

Chile no había conocido tanta criminalidad sistemáticamente desatada, fue por eso que todas las formas de lucha eran necesarias y en aquellos días oscuros nadie tampoco se lo preguntaba, sencillamente había que hacerlo, como también en otros lugares Mandela en Sudáfrica, o los sandinistas contra Somoza, o los tupamaros en Uruguay. Nadie podría cuestionar el uso legítimo de las armas y la consecuencia de la rebeldía, en esas horas y con menos razón en estos triste, paupérrimos y miserables tiempos actuales, cuando se condena a una diputada por gritar en la cara la defensa de tantos de nuestros compañeros caídos.

No saben los que se ufanan del triunfo del NO como el fin de la dictadura, de los pasos asustados que daban los hijos de los detenidos desaparecidos o de los ejecutados, escondiéndose de casa en casa, con nombres distintos yendo a las escuelas en las poblaciones para burlar los seguimientos. En esos tiempos hubo solidaridad militante para que el fuego no se apagara, eso, para que no se apagara tampoco la vida.

Y engañaron y levantaron la mayor de las más orquestadas mentiras, esa alegría que nunca llegó y que sin duda deberá ganarse en los tiempos por llegar. Hasta los militares se ufanan en la actualidad de haber devuelto a los chilenos la precaria democracia a las manos de los herederos del binominalismo/concertacionista. La derecha también se siente dueña de la victoria del NO. Todos abrazados entregando a la banca los derechos básicos arrebatados a los chilenos, quieres estudiar debes de pagar, quieres sanarte y no morir, entonces pagas, quieres ser viejo y vivir pobre, deja que te robemos tus ahorros. Un país con las manos en alto en un asalto que dura muchos años.

Pero deben saber esos esas viejas corbatas con olor a naftalina que el fuego no está apagado, que tantos y tantos más han contado la verdadera historia para que se mantenga entre los sencillos, entre sus hijos y se pasee por los pasillos de las escuelas y en las poblaciones, entre los profesores del sur o los que fueron testigos de cómo arrebataron la vida de sus compañeros. Están los que le ponen nombre a los criminales, esos que fusilaron sin juicio a Liendo que se fue insultando a sus fusileros, Barría, Krause a otros valdivianos que despidieron con la consigna de su movimiento. A los campesinos fusilados sin juicio en el puente Pilmaiquen, o en Chamiza cerca de Puerto Montt, o esos mapuches analfabetos que rezaron antes que le disparan sencillamente por ser pobres en la masacre de Chihuio. José Pepone Carrasco de buena pluma armada y Jecar.

El NO es una pequeña parte en la memoria de la patria. Un trozo robado, una puñalada trapera, el soldado arrancado, el cobarde que legisla con el olor al dinero de la corrupción, o el que llega a los tribunales proclamando inocencia. Los del NO son esos que salieron a pedir dejaran en libertad a Pinochet detenido en Londres. Los que se dicen dueños del NO, esos, permitieron se destruyeran las prisiones para dejar que la impunidad se haga eterna.

Los que se sienten dueños del NO, no tuvieron la valentía de cerrar Punta Peuco, es por eso y por otras tantas razones, se han instalado en la ventada de los traidores, derrotados y rendidos. Parados en la puerta mientras por la calle se pasea la impunidad y los tantos asesinos que se han librado de un juicio para pagar los crímenes que cometieron.

Vosotros orquestadores y ladrones del NO…la están debiendo.

 

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X