Ante la inflación galopante, la fuga de capitales y la sangría de dólares, el gobierno argentino, endeudado con el FMI, decretó medidas urgentes para contener la crisis.
Hasta el 31 de diciembre, el gobierno argentino aplicará límites a las empresas y los exportadores para comprar y transferir dólares. Además, los particulares no podrán comprar más de 10.000 dólares por mes. Ello, con el objetivo de evitar el atesoramiento de dólares y la devaluación del peso argentino.
Tres preguntas a Carlos Quenan, economista de la Universidad París III Sorbona, y vicepresidente del Instituto de las Américas.
La supresión del control de cambios fue una de las primeras medidas que tomó Mauricio Macri cuando llegó al poder en 2015. Hoy, a pocos meses de que termine su mandato, restableció medidas para limitar la fuga de dólares. Aunque son menos drásticas que durante el gobierno de Cristina Fernández, ¿cómo hemos llegado a esta situación?
Es una medida que el propio Macri criticó cuando estaba en la oposición, y que luego eliminó porque había en Argentina una situación de control de cambios popularmente llamado “cepo” y que había instalado en los últimos años de su gobierno la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Se da en el marco de una creciente salida de capitales y de divisas por múltiples razones. El deterioro de la economía argentina se acentuó el año pasado por las turbulencias en los mercados financieros internacionales cuando se planteó una reorientación de los flujos financieros: los dos grandes afectados fueron Argentina y Turquía.
Argentina tenía un déficit de cuenta corriente elevado, de más de 5% del PIB, y un endeudamiento creciente que fue una característica de la administración Macri. Al iniciar su gobierno, eliminó el control de cambios, eliminó o redujo sustancialmente los impuestos a los sectores importadores –impuestos que también ha restablecido desde hace unas semanas– y solucionó un problema con los llamados fondos buitres, los fondos especulativos que no habían entrado en las dos reestructuraciones de deuda externa en 2005 y 2010.
Ese acuerdo (con los fondos buitres), en el cual en lo esencial se les dio todo lo que ellos pedían, abrió la perspectiva de endeudarse masivamente. Y ese endeudamiento masivo fragilizó Argentina. Llevó a que se planteara un acuerdo con el FMI el año pasado. Fue justamente uno de los factores que, por las condicionalidades establecidas de restricción del gasto, llevó al deterioro de la situación social.
Nos encontramos en una situación actual en que hay una sangría de divisas, entonces el control de cambios, junto con el reperfilamiento de la deuda privada a bonos, viene a tratar de frenar esta situación.
¿Cuál es el balance de la política económica del gobierno de Mauricio Macri?
Es un fracaso absoluto y total. Argentina tenía desequilibrios de precios: tarifas retrasadas, fragilidad externa controlada por el cepo cambiario, venía con un crecimiento medio de tres o cuatro años al final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Pero no estaba prácticamente endeudado y los problemas que tenía que enfrentar el país, pienso yo, eran abordables, con una visión más pragmática que la que se implementó durante los primeros momentos del gobierno de Macri.
Hoy nos encontramos en una situación que ha empeorado: la inflación es de más de 50% en ritmo anual, en ese momento era de 25%, lo cierto es que por unas manipulaciones que se habían hecho de las estadísticas no había una precisión absoluta sobre las tasas de inflación, pero está claro que hoy día son superiores. La economía está en recesión. Macri ha fracasado y la situación es peor que en 2015.
¿Qué medida se puede rescatar de la gestión económica del gobierno de Mauricio Macri?
Es difícil rescatar algo. Se intentó corregir la problemática de las tarifas de la energía porque indudablemente esa situación era un peso para el Estado porque había que aportar subsidios y dificultaba las inversiones en el sector. Pero se hizo mal, con marchas y contra marchas, y no por falta de perspectiva racional e inteligente. El ex ministro Martín Lousteau (diciembre de 2007 – abril de 2008) proponía un plan de progresivo aumento de las tarifas. No se hizo así: se hizo de manera abrupta. Probablemente bajo la presión de los lobbies, del sector energético. Ha sido una característica de este gobierno, constituido esencialmente por empresarios. No tuvo grandes economistas. Esto del “mejor equipo de los últimos 50 años” era una falsa idea. Eran traders, operadores financieros. Hernán Lacunza es sí un buen economista, un buen funcionario.
Hay que poner en el activo los ajustes de precios de las tarifas, aunque mal hechos, y que han contribuido a debilitar la demanda doméstica. Macri será recordado no por sus resultados económicos sino por su tremendo fracaso en este plano.