“Tengo una revolución en mi cuerpo / tengo una revolución en mi corazón”. La canción que Fernando Milagros (Talcahuano, 1980) estrenará el próximo 3 de octubre avanza con pulso reggae, timbres acústicos y guitarrazos eléctricos en segundo plano. A medio camino se tuerce y su voz cede espacio a Catana, una de las más atractivas entre las voces del hip hop chileno actual.
Se llama “Antirrevolución” y será el tercer avance de Serpiente, el sexto disco del cantante y compositor, programado para editarse el viernes 1 de noviembre en servicios digitales.
Será también la primera vez que el rap se haga espacio en una de sus composiciones, dice Fernando Milagros: “Fue bonito porque el disco no tenía ninguna colaboración, pero un amigo me dijo que esa canción podría tener una voz de rapera. Por otro lado, otro amigo me dijo algo parecido y me mostró a Catana, a la que yo cachaba por un sencillo que encontraba genial: ‘Ulalá’”.
“A diferencia de otras colaboraciones que he hecho, fue más libre. Ella armó su letra y su respuesta a mi canción, entonces para mí fue más arriesgado soltarla. Nunca lo había hecho”, compara.
Los dos minutos y 22 segundos de “Anti revolución” son explícitos. “¿De qué me hablas cuando me hablas de amor? / ¿De qué me hablas cuando me hablas de revolución?”, preguntan los primeros versos. Más que una declaración en contra, es un cuestionamiento: “La antirrevolución es algo más interior que exterior”, cree Fernando Milagros.
“Mucha gente quiere cambiar las cosas de la boca para afuera y está reclamando todo el tiempo, pero en ningún momento ponen objeciones en cómo son ellos mismos. La canción habla de eso: si vamos a cambiar las cosas, partamos por casa. Puedes estar toda tu vida luchando contra el mundo, pero si no cambias antes, nunca vas a cambiar nada”, añade.
“Antirrevolución” será una de las canciones que Fernando Milagros interpretará el próximo miércoles 16 de octubre en el Teatro Nescafé de las Artes, en un concierto que él describe “como una premiere” de su nuevo álbum: “Es como la presentación del show y del concepto, pero el lanzamiento oficial lo vamos a hacer después, cuando ya haya rotado un poco”.
Ahí estará con Los Chipitos de Chapultepec, su nueva banda de soporte, que conforman el bajista Ismael Oddó, el baterista Mauricio Galleguillos y el multinstrumentista Martín Benavides. Y ahí pondrá a prueba también su oficio como diseñador teatral: “Vamos a hacer una puesta en escena con varios bloques de canciones. La intención es hacer un viaje bien 360, que tenga más que música: un juego de luces rico, una dinámica alta, con puntos muy íntimos y otros muy arriba, con visuales”.
Junto con su nuevo sencillo, Fernando Milagros tocará al menos “Tú” y “Serpiente”, los dos primeros adelantos de un disco que grabó entre Santiago y el bonaerense estudio Romaphonic, el mismo que se llamaba Circo Beat cuando su propietario era Fito Páez.
¿Por qué allá? “Fue una locura”, responde. “Llegó una plata inesperada y justo estábamos pensando qué pasaba si grabábamos en otro país, para no tener la urgencia capitalina de volver a la casa. Sacamos cuentas y eran muy parecidas, así que nos fuimos y fue intensivo. Cinco días, todo el día”.
¿Ibas con el disco más o menos armado?
Según yo, sí – se ríe Milagros. Pero mis procesos siempre son así, hay una cuota de vértigo que me gusta. Cuando tengo control de toda la composición empiezo a sobre producir y al final queda algo muerto. Me hace bien. Como un deportista, si estás en el ejercicio constante de la composición, esa presión debería funcionar.
Has dicho que es un disco compuesto con menos computador y más guitarra. ¿Por qué?
Con Cristián (Heyne, el productor) coincidimos en que las canciones mías que más recuerda la gente son las que nacieron de esa manera más suelta y sencilla. Entre junio y julio del año pasado empecé a arrancarme solo a Valparaíso, a cuidar la casa de unos amigos, y empezaron a salir ideas de guitarra y voz que luego se fueron puliendo. Hay un par de canciones que grabamos y descarté porque tenían una intención más rockera. Este disco es un poquito más cálido, tiene harta percu, no es tan… no sé cómo decirlo. No es tan masculino.
“Serpiente” suena muy latina, tiene algo de Santana…
Sí. En el ejercicio de buscar referentes primarios te empiezas a dar cuenta que los más arraigados, aunque no quieras, son los que escuchaste cuando chico. A esa canción le dimos harta vuelta y con Cristián dijimos: ¿qué pasa con Santana? Buscamos “Soul sacrifice” o “Samba pa’ ti”, cosas que escuchaba mi mamá y nunca me gustaron, pero ahora pones play y es la raja cómo suena, la intención, la perso con la que está interpretada. Ya, sigamos ese camino, dijimos. Descubrimos algo que estaba desde antes, fue como hacerse un scanner y ver lo que realmente tienes en alguna parte.
¿Por qué dices que no es un disco tan masculino?
Porque no tiene una energía tan rockera. No tiene tanta caja, por ejemplo. Los temas descartados eran de un lugar más rabioso y esta etapa tiene que ver con una cosa más amorosa y amigable antes que masculina, en un sentido negativo. Es más cálido, con percusiones latinas, con guitarra acústica, melodías no tan filudas y más coreables.
¿Eso no estaba tanto en otros discos?
Siento que hay una luz que no había en otros. Quizás es un disco que debí hacer hace muchos años, con canciones consistentes. Me importa que la gente escuche la letra, la música es el acompañamiento. Es un ejercicio de hacer canciones con todo lo que la palabra implica. Hay mucha gente que dice que hace canciones, pero no entiendo nada de lo que dicen. Si cantas en español y usas el idioma para expresar un par de ideas, ¡qué ganas de que la gente pueda entenderlas!
¿Es algo que entiendes mejor cuando llevas más tiempo tocando?
Puede ser, pero el contacto con la gente ayuda mucho. Hay canciones que a uno le gustan un montón y no funcionan tanto con el público, para mí es súper importante ese feedback. Si no pa’ qué, toca solo.
Es un premio súper bonito cuando la gente canta tus canciones, nunca termina de sorprenderme. Hay muchas historias en las cuales mi música estuvo involucrada, gente que se ha casado con canciones o las ha puesto en funerales. Cuando logras traspasar a los demás con melodías, con ideas, dejan de ser tuyas. Creo que esa es la misión.
Más que elementos musicales, eso es la música pop, ¿no?
Claro, es hacer música popular, es muy bonito darse cuenta de esa cultura. El otro día un cabro me mandó una foto de una esquina, al lado de una botillería, con una letra mía rayada con plumón. Chucha, eso es.
Después de más de una década tocando, ¿con qué expectativa sacas un sexto disco?
Es difícil lidiar con expectativas, pueden convertirse en un monstruo, pero he tenido suerte desde que me dediqué por completo a la música. Es difícil mantenerse libre de tanta influencia, negociar lo artístico con lo comercial, pero de alguna manera siempre llega la retribución. El error es pensar en la plata, traducir tu arte a cuánto cuesta.
O a reproducciones, en este tiempo.
Y es lo que más pasa, porque si buscas Fernando Milagros en Spotify ves de inmediato cuántas reproducciones hay y eso lo puedes traducir a plata. Estamos educando muy mal a las nuevas generaciones en relación a eso, porque las personas no somos números, menos el arte. Todos estamos un poco esclavos de eso. Alguien es un número en Instagram, una cantidad de seguidores, y a los músicos les pasa eso todo el tiempo. Hay que separar las aguas: uno es un ser humano, no es la plata.
En vivo
Fernando Milagros se presentará a las 20 horas del próximo miércoles 16 de octubre en el Teatro Nescafé de las Artes (Manuel Montt 032, Providencia). Las entradas están disponibles en boleterías de la sala y en el sistema Ticketek, con valores entre ocho y 15 mil pesos. Más información acá.