Nuevamente se observa que quienes más sufren las consecuencias de esta pandemia son las poblaciones más vulnerables, y eso se acentúa más cuando las ciudades no han sido pensadas para todos y todas. Si nos remontamos a los efectos que tuvo la Revolución Industrial, se tienen ciudades que crecen exponencialmente, pero las condiciones de la ciudad no crecen de igual forma, y quienes viven y experimentan sus impactos negativos son, nuevamente los más vulnerables. Aparecen problemas de hacinamiento en conjunto con las enfermedades, y son la vivienda y salud pública los protagonistas para hacerles frente. Conventillos, condiciones de habitabilidad insuficientes, enfermedades transmisibles son problemas sociales que emergen y marcan pauta en la conformación de las ciudades. Chile no está ajeno a esta experiencia y bien lo muestra Vicente Espinoza en “Para una Historia de los pobres de la ciudad” .
Desde una mirada social, se observa como un siglo después miles de familias hoy son víctimas del sistema desigual, quedan excluidos y sufren los impactos de una ciudad/ sociedad que los invisibiliza y siguen experimentando la precarización de sus vidas. Fuertemente suena el concepto de “Cuestión Social”, que podría entenderse como una “categoría teórica que brinda la explicación de esta desigualdad inherente al desarrollo del capitalismo”1(Simoes da Mota, 2019), y que en términos generales era observada en la crisis sanitaria y social de ese entonces, ligada principalmente a los problemas de vivienda y salud publica, mismos problemas que hoy resuenan en este contexto de pandemia.
Para mejorar la calidad de vida de los sectores excluidos y marginados es inviable pensar en acciones aisladas y de temas específicos, pues dependerá de muchos factores -por algo se habla de la pobreza multidimensional-pero hay un especial énfasis en los temas de vivienda Y de ciudad. En mayúscula conscientemente pongo el “Y” pues hay que trabajarlos simultáneamente y dejar de tener el trade off tan característico entre ellos, y que lamentablemente ha estado presente en las acciones urbano habitacionales chilenas que vienen desde la dictadura en adelante.
No se puede pensar en la vivienda sin pensar en la ciudad, la vivienda debe estar adecuadamente provista y bien localizada para que todos (as) puedan participar de la ciudad; una ciudad basada en el bien común permitiéndole el acceso efectivo de bienes y servicios de toda índole, como salud, educación, trabajo, recreación, transporte público, etc., que permitirán garantizar una mejor calidad de vida y bienestar para todas las personas.
Hay que pensar en la ciudad integral, una ciudad que resguarde a su gente, lo que implica pensarla en sus términos culturales, simbólicos, relacionales, funcionales y sociales, y no sólo en términos materiales o espaciales. La ciudad es un soporte que refleja pero que también influye en todas esas dinámicas, por lo mismo, pensar soluciones de políticas publicas de manera sectorial ante los problemas que alberga se hace insuficiente.
Lo observado últimamente, manifestaciones de pobladores en plena cuarentena exigiendo alimentos porque la mayoría ha sido desvinculado de sus fuentes de trabajo (o por tener miedo de serlo prontamente) da un golpe de realidad para muchos (as). Esa marginalidad, esa exclusión y condición de vulnerabilidad que tiene una gran mayoría de la población hoy se ve expuesta, no se esconde, y se manifiesta para exigir soluciones. El llamado de atención es a un Estado que se ha caracterizado por ser sectorialista e hiperfocalizado en sus soluciones urbano sociales, no considerando la realidad de una gran parte de la población recordar cuando una de las primeras medidas de las autoridades en Santiago fue cambiar frecuencias en el transporte público, dejando grandes estragos para quienes deben desplazarse diariamente a sus fuentes laborales, demostrando con ello que cualquier acción que altere algún aspecto de la vida cotidiana de las personas, éstas se verán afectadas en su multidimensionalidad, y la ciudad aquí tiene un rol central.
No basta con tener en común una definición de lo que se quiere, sino considerar ciertos mínimos que lo permitan. Una sociedad que no tiene derechos garantizados, mercantilista y subsidiaria no puede ser cohesionada. Esto implica un Estado más activo, con incidencia directa en el tema. Hoy la sociedad chilena con su modelo neoliberal, deja a otros la responsabilidad de brindar soluciones sociales y urbanas, con un extremo dominio del sector privado. Se requiere de una participación mas directa del Estado que resguarde, proteja y cuide a sus ciudadanos, que pueda crear oportunidades para todos y todas, en los diversos ámbitos de la ciudad, con acceso real y efectivo a la vivienda y a la ciudad (bienestar) y que incluya la participación de todas las personas. Hoy más que nunca se requieren soluciones integrales e incidencia de los actores públicos para ver en esta crisis una oportunidad de repensar las practicas de superación de la pobreza, donde la vivienda y ciudad deben ser consideradas.