El rumbo del país, el rumbo del Gobierno, el rumbo de Chile Vamos

  • 29-07-2020

Las últimas semanas hemos asistido a una tormenta perfecta en la que se han potenciado entre sí el deterioro de la situación social y sanitaria de la población, la popularidad del Gobierno y el funcionamiento de Chile Vamos, la coalición oficialista. La situación difícilmente podría ser más adversa para el Ejecutivo y sería mucho pedir que un cambio de gabinete la resolviera, pero el cambio anunciado ayer se hizo, al menos, cargo de las últimas dos dimensiones: al mismo tiempo intenta corregir problemas del Ejecutivo, como de los partidos que lo sustentan. Porque pocas veces, o quizás nunca, se había visto que las distintas expresiones de la derecha provocaran una confrontación tan aguda en Chile Vamos.

El enroque no solamente de ministros, sino de presidentes de partidos y parlamentarios, está a la altura de la gravedad del problema en el Gobierno y el oficialismo. Con una serie de puntadas precisas que cambiaron sucesivamente a actores en conflicto de lugar, se aspira salir de la fase de la confrontación para enfrentar los desafíos próximos de una manera unitaria, justo cuando el retiro de fondos de las AFPs sigue penando y el escenario electoral-constitucional augura un triunfo de la opción Apruebo.

La jugada, en los hechos, entrelaza al Ejecutivo y a Chile Vamos en un solo tejido. Recoge a las distintas sensibilidades de la coalición, invita al Gobierno a las voces más díscolas como Mario Desbordes, incorpora a las dos almas confrontadas de Renovación Nacional (en cierta medida también de la UDI) y da mayor poder a los partidos más grandes, en desmedro de Evopoli.

Ayer, las oposiciones fueron eficientes en instalar política y comunicacionalmente -todo indica que de modo concertado- la idea de que éste es “el gabinete del Rechazo”. En respuesta, el Gobierno se esmeró en reiterar su neutralidad y en decir, a través del nuevo vocero Jaime Bellolio, que es voluntad de La Moneda que el plebiscito se realice adecuadamente en la fecha pactada. Sin embargo, la llegada de Andrés Allamand a la Cancillería y, muy especialmente, de Víctor Pérez a Interior, dan cuenta de una cara más dura del Ejecutivo, que podría traducirse en la reposición de las banderas más sentidas del sector, justo cuando parece haber un cambio cultural que amenaza a las AFPs, a la Constitución de 1980 y al modelo neoliberal con su idea del Estado subsidiario.

Los vientos de la transformación soplan cada vez más en contra de las ideas del sector. El estallido social de octubre de 2019 ya había instalado la necesidad del re-posicionamiento de lo público y del reencuentro de los integrantes de la comunidad en torno a bienes comunes. Esta vez, y con las AFPs (en tanto corazón del modelo) como símbolos, sectores de la ciudadanía han padecido la falta de un sistema de seguridad social y la incapacidad de este Estado de llegar bien y a tiempo con sus soluciones.

Por ello, el dilema que enfrenta el Gobierno ahora es muy importante, porque podría optar por tratar de entender este abismo entre la vida cotidiana de las personas en el territorio y las autoridades, el por qué del rechazo de la población a las medidas implementadas, para interpretar del mejor modo posible las necesidades del Pueblo, o bien asumir que su tarea en este periodo es defender el modelo (de la propia ciudadanía por cierto) y asumir una posición de resistencia. La idea de un gobierno atrincherado, de bunker, que estaría vinculado con quien llegara a Interior, parece razonable en el punto de partida, aunque siempre cabe la posibilidad de que el Víctor Pérez ministro sea distinto al Víctor Pérez parlamentario. Como sea, su imagen de duro es tan celebrada por su supuesta capacidad de ordenar al Gobierno y a su coalición, como criticada como símbolo de un también supuesto gobierno más intransigente.

La necesidad de un contrato social básico para enfrentar una crisis económica y sanitaria inédita, que tanto se invocaba a fines de marzo, se encuentra hoy en cuestión por una serie de situaciones que han terminado agudizando contradicciones, en la sociedad y en el sistema político. La experiencia de los nuevos ministros debería ayudarlos a asumir posiciones de Estado en un momento especialmente duro, en vez de las trincheras. El cambio de gabinete parece fino y acertada en la reconstrucción del vínculo entre el Gobierno y su coalición, ahora falta ver como ambos logran reconstruir un vínculo con la comunidad, en un momento especialmente difícil.

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