Como es esperable, cada crisis supone la ruptura, detención, quiebre o al menos la modificación de las condiciones, hasta ese entonces, habituales en las que la vida de las personas tenÃa lugar y desarrollo. Y ante ese panorama, la extraordinaria plasticidad de los organismos supone, también, el despliegue de estrategias novedosas de acomodación, basadas en las capacidades para imaginar, inventar y crear posibilidades inéditas ante la novedad de las circunstancias emergentes. Esto es lo que conocemos como un comportamiento inteligente.
La potente irrupción de la naturaleza, a través de un virus que apenas comenzamos a conocer ha expuesto a la cultura humana, una vez más, a un tremendo desafÃo de creatividad e inventiva para hacer frente a la preservación y el cuidado de la especie, convocándonos a inteligir, de manera racional y sensible, el conjunto de variables que sean requeridas para seguir adelante con un proyecto de humanidad acorde con todos los logros y desarrollos que hasta ahora hemos alcanzado en términos sociales, económicos, culturales, cientÃficos y éticos.
De este modo, y tal como ha sucedido en las diversas esferas del desarrollo de la humanidad frente a la compleja y peligrosa amenaza que atraviesa el mundo entero como efecto de la pandemia, la conducta inteligente ha de llevarnos a pensar e idear nuevas realidades, a través de la reformulación, el replanteamiento, la modificación, la reorganización y la repriorización, por sobre todo, la repriorización, de las condiciones hasta entonces conocidas en pos del cuidado general de la humanidad.
Las inimaginables afectaciones que está produciendo una situación absolutamente inesperada, quizás sólo podrÃa ser abordada con la inventiva de la razón y la ética sensibilidad de los seres humanos, más allá de la soberbia de algunos cuyas propuestas se asientan en una presunta experticia sobre una experiencia desconocida, sólo sabida por los antecedentes históricos de otros instantes, y más acá de las rÃgidas resistencias de otros que insisten en conservar las formas y las estéticas de un tiempo que ya no es.
El trabajo, la escuela, la vida cotidiana, el futuro y la historia, asà como todos los organizadores vitales de la existencia humana quedan absorbidos por la irrupción de lo desconocido, y el sostenimiento de lo vivo requerirá de necesarias acomodaciones de las viejas fómulas para recomponer lo que inevitablemente pudo haber quedado detenido, y seguir construyendo un insoslayable porvenir. Los protocolos imponen marcos normativos, pero no organizan la existencia. Las obligaciones acotan la conducta pero no permiten el despliegue de la creatividad. La ley mandataria regula pero no produce transformación ética.
Es en este sentido que las circunstancias de un tiempo que no podÃamos anticipar pudieran ser aprovechadas como el pretexto para recoger lo mejor del pasado y comenzar con la construcción de un futuro diferente de las memorias que aguardan los lastres de tantos malestares sociales. Recordar para no repetir. Ampliar la imaginación. Materializar la creatividad. La historiadora Sandra Raggio, dice que el dolor no enseña nada, sino que es en la elaboración de la experiencia dolorosa donde aparece la novedad y en donde yace la memoria.
Entonces, ¿cómo queremos imaginar la sociedad y los lazos entre nosotros?, ¿cómo querrÃamos que fueran las condiciones para vivir?, ¿cómo nos imaginamos la escuela y la educación de los niños?, ¿qué nos gustarÃa que aprendieran?, ¿cómo quisiéramos que lo hicieran? Quizás no se trate de un volver a, sino de un hacer venir, que es la raÃz misma de la palabra inventar, del latÃn in (hacia dentro) venir (algo que se asoma). Quizás no se trate de un retorno, sino de un nuevo punto de partida. Quizás no de un comienzo, sino de un origen.