El 18 de octubre de 2019 marcó un antes y un después en el quehacer del dramaturgo nacional Guillermo Calderón (49). Las vulneraciones a los derechos humanos registradas a partir de esa fecha abrieron, según comenta, una herida que ha sido difícil de cerrar.
Por ello, y durante los días de confinamiento, no ha podido escribir o dar curso una obra que canalice todas las sensaciones surgidas al calor del momento. “Sólo he escrito cosas esporádicamente, pero no teatro. El proceso ha sido tan fuerte que, en mi caso, ha sido paralizante. Hay que esperar a que pase el shock”, cuenta el dramaturgo.
Sin embargo, recientemente, el también actor lanzó una adaptación al radioteatro de su ópera prima: Neva, montaje estrenado en 2016 que transcurre en el San Petersburgo de 1905 y en plena matanza obrera. En la pieza, Olga Knipper, viuda de Antón Chéjov, intenta ensayar una obra, junto a dos de sus compañeros, mientras los oficiales reprimen una marcha en contra del Zar.
“No me sale este monólogo de mierda. Tengo menos verdad que Rasputín. Y ahora tengo pánico. Ya sé lo que va a pasar”, dice la protagonista de esta historia, cuyo elenco está integrado por dos de las actrices originales de la obra: Trinidad González y Paula Zúñiga. Mientras, en reemplazo de Jorge Becker, quien participó en el estreno de 2016, figura Nicolás Pavez. Esta nueva producción estará disponible de forma gratuita hasta el 19 de diciembre en Teatro a Mil TV.
¿Cómo fue proceso de llevar la obra al radioteatro?
Fue interesante, porque no se trató de tomar una obra escrita para llevarla al formato de radioteatro, sino que fue tomar una puesta en escena y esa puesta en escena llevarla al radioteatro. En ese proceso nos dimos cuenta de que era difícil, porque en el escenario hay todo un lenguaje de movimientos, gestos y emociones que es muy difícil traspasar solo al audio. Tampoco queríamos hacer un radioteatro que se alejara mucho del lenguaje de la obra original. No queríamos llenarnos de efectos como poner pasos, por ejemplo. Hay una economía de sonidos, de gestos. Quizás, parte del radioteatro, como lo conozco, está lleno de efectos, lleno de esa fantasía auditiva, pero ésta es una obra que está escenificada.
¿Cuál era tu acercamiento con el género?
Conocí todo ese mundo de las series de radio que se hacían en Chile en los años 60 y 70. Las escuché después, por curiosidad, para ver cómo sonaban. Conocía todos estos cuentos de terror. Principalmente, había escuchado Radiotanda. También había escuchado algunas obras que se transmitieron por la BBC. Tenía ciertas referencias de cómo podría ser esto, pero gran parte del proyecto fue de aprender a hacer.
¿Qué tan contingente es Neva, pensando en el movimiento social después del 18 de octubre de 2019?
La obra ha tenido una extraña actualidad, porque fue escrita en el año 2006 y, de alguna forma, fue un comentario a los movimientos estudiantiles de la época, conectándonos con la idea de una revolución fallida. La obra se trata de un grupo de teatro que llega a ensayar, pero no puede, porque el resto del grupo no llega y no llegan porque afuera hay una tremenda movilización en contra del Zar. Entonces, estos actores viven en la contradicción de seguir haciendo teatro, pero al mismo tiempo, están conscientes de que afuera hay una tremenda matanza. Ahora, con el estallido social, la obra tiene una forma mucho más clara de conectarse con la realidad, porque nos hemos visto enfrentados a ese problema: cómo hacer teatro, como existir en el mundo del arte, cuando afuera, en la calle, están cometiendo este tipo de matanzas.
En la obra, los personajes imaginan la revolución. Macha dice: “No van a haber ricos”. ¿Cómo estas imágenes dialogan con la revuelta del 18-O?
Me he encontrado con gente que me ha dicho que, en redes sociales, han circulado pedacitos de textos de la obra. Este personaje, Macha, al final hace un gran monólogo y expresa, de forma un poco visionaria, mucho dolor ante la idea de que toda esta revolución va a ser traicionada, porque lo más probable es que la revolución fracase. Esta idea está vigente en la medida que el estallido social abrió la posibilidad de un proceso constitucional que es incierto. Hay mucho miedo de que no cumpla las expectativas que la gente tiene.
¿Qué significado tiene para ti el el movimiento que se inició en el país el 18 de octubre?
Evidentemente, es un evento histórico y transformador que va a definir el antes y el después de lo que nos aqueja. Va a definir el mundo del teatro en los próximos 30 años, tal como lo definió el Golpe, pero, por sobre todas las cosas, ha sido un evento doloroso por el nivel de violencia criminal que se ha ejercido en contra de la gente que protesta. Me ha costado mucho tolerar eso. Sé que hay mucha gente que está ilusionada respecto del proceso, pero yo estoy en estado de parálisis. Me encanta que exista el cambio y que esté la posibilidad de escribir una nueva Constitución, pero el nivel de violencia hace que uno, simplemente, no acepte el siguiente paso institucional.
Como que el proceso se invalida con la herida que quedó abierta…
Es difícil entrar en un proceso constitucional sin antes no haber resuelto, profundamente, a nivel de país, el nivel de violencia que se ejercido en contra de la gente que protestó. De alguna forma, me parece que el proceso constituyente está sirviendo para consolidar a las instituciones que ampararon todo este tipo de violencia criminal en contra de la gente. La sensación es bastante amarga y esa amargura no logra ser borrada por el mismos procesos constituyente.
¿Te interesaría escribir sobre este contexto?
Si, esto va a definir mi trabajo y el de mucha gente. Es inevitable que en una próxima obra que haga esto esté presente.
Hay huellas que existen en tu trabajo que tienen que ver con la dictadura. ¿Cuál es tu interés respecto de retratar ciertos aspectos vinculados a este periodo?
Con el estallido social, me es muy fácil de responder eso. La dictadura me marcó profundamente, pero la viví de la misma forma que una persona de ahora que vivió todo este proceso del estallido social durante sus años formativos que son los 15, 16, 17, 18 años. Esas personas van a estar para siempre marcadas por el estallido social y por todo el horror y la violencia y el proceso político detrás de eso. La dictadura me marcó demasiado y gran parte de mi trabajo ha sido una forma de procesar ese trauma.
¿Qué tipo de teatro te interesaría levantar a futuro y tomando estas reflexiones del estallido social?
Decididamente, hecho teatro que cuestiona temas de memoria. En la obra Escuela rescatamos una historia secreta u olvidada de la dictadura y siempre está el recuerdo y una mirada crítica respecto de la violencia política. Pero también hemos hecho obras como Mateluna, donde convertimos el teatro en una plataforma de actividad política. Entonces, creo que el futuro debería ser parecido, quizás, todavía más comprometido políticamente, porque siento que vienen tiempos dolorosos en el sentido de que una vez que el proceso constituyente avance, va a venir el entendimiento colectivo de que estamos metidos en un trauma terrible, que es el trauma de la violencia que se ha cometido en contra de la gente.
¿Cómo el teatro puede ayudar a sobreponerse a este trauma?
El teatro tiene que contar las historias privadas, las personales. Tiene que tratar de elabora ese trauma colectivo, pero también el teatro puede ser un lugar de encuentro, porque tarde o temprano nos vamos a volver a ver las caras en una sala de teatro, pensando colectivamente, tratando de elaborar lo que pasó sobre el escenario. Ese ejercicio colectivo va a ser muy interesante, porque no vamos a estar en la casa, aislados, atomizados frete a una pantalla, sino que vamos a estar juntos nuevamente. El teatro nos va a juntar, nos va a proponer una idea, una imagen, para hacernos cargo de esta historia traumática.
¿Qué te parecen las adaptaciones del teatro a la virtualidad, más allá del radioteatro que estás presentando ahora?
Pienso que el radioteatro es un excelente vehículo. En Chile siempre se debería haber hecho. Es una forma de retomar un género que nunca debería haberse ido y tiene que volver con las instituciones que lo amparan y lo promuevan. La obra por Zoom es un súper género que recién empieza y que puede tomar muchas formas. Puede seguir creciendo estéticamente y dramáticamente. Es democratizador, porque es muy barato de hacer, pero también permite que mucha gente acceda a ver estrenos y obras en vivo. Es un género que no se debería abandonar una vez que vuelvan los teatros.
¿Te gustaría aventurarte en un proyecto vía Zoom?
Si, por supuesto. Me encantaría y pienso que tarde o temprano todos vamos a estar involucrados en ese tipo de cosas, sobre todo, considerando que las salas no se van a llenar por un buen tiempo más.
¿Cómo ves la actitud del Ministerio de las Culturas ante la crisis que enfrentan los artistas?
Ha sido lamentable, aunque en realidad la expectativa siempre es muy baja respecto de cualquier cosa que haga este Gobierno. Ha sido una actitud tan mediocre que en realidad no vale la pena ni considerarlo. Cuando le dispararon a María Paz Grandjean afuera del GAM, cuando iba saliendo de una obra, hubo gente que pensó que las autoridades de cultura iban a decir algo, pero no. Hubo un silencio cómplice. Luego la Ministra se puso del lado de Hacienda y dijo que cultura no era una prioridad y que los presupuestos tienen que estar destinados a cosas más urgentes. Ese tipo de declaraciones son lamentables, pero tampoco esperábamos mucho más de este Gobierno.