Según las cifras entregadas por el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas en marzo del 2020, el 55% de las personas seleccionadas para ingresar a la universidad fueron mujeres. Pero, a pesar de ser mayoría, solo el 10% ingresaron a carreras de Ingeniería y Construcción y el 6% en áreas de ciencias, muy por debajo de las cifras del 28% y 13 % de los hombres admitidos en dichas carreras.
Algunos de los motivos para estas diferencias podrían ser las que menciona la astrofísica y cofundadora de Star Tres Javiera Rey en su columna del diario El Mostrador “Por más mujeres en carreras científicas”: “Por un lado, desde la infancia, las mujeres estamos inmersas en fuertes estereotipos de género que muestran las ciencias exactas como áreas masculinas, además de la validación constante, el síndrome de la impostora, las pocas oportunidades de ascenso a posiciones de liderazgo, la maternidad y el constante temor al fracaso, son solo algunos de los obstáculos que debemos sortear”.
Si nos detenemos en los impedimentos que las mujeres deben resolver para acercarse a esta área según Rey, ninguno está asociado a diferencias en las capacidades intelectuales. De hecho, muchos estudios encuentran que casi no hay diferencia entre la inteligencia o los rasgos de comportamiento de hombres y mujeres. Es más, las neurociencias – desde hace décadas- han destruido el mito según el cual hombres y mujeres tendrían distintos cerebros. Por tanto, si queremos encontrar diferencias, debemos mirar el papel que cumple la cultura en estos asuntos y no tanto en el rendimiento ni en las capacidades en el ámbito científico. Si el problema está en los estereotipos de género y la masculinización de ciertas carreras como tecnología e ingeniería ¿por qué se sigue apuntando a entregarles a las mujeres un enfoque explicativo de las ciencias como para hacérselas más llevaderas?
Consecuente con lo anterior, llama la atención que los esfuerzos para resolver este problema sea impartir cursos para que las mujeres desarrollen “competencias” científicas o la idea de regalar kits de ciencias especialmente diseñados para las niñas, como una manera de “acercarlas” a dicha modalidad de conocimiento. Con esta aproximación lo que se transmite es la idea de que las mujeres tendríamos menos capacidades que los hombres y, por este motivo, necesitaríamos que “nos enseñen y expliquen” de manera diferenciada el saber científico.
El paternalismo con el que se está intentando resolver la menor participación femenina en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas conocidas por su acrónimo en inglés STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) perpetúa el problema más que resolverlo. Se trata de una actitud que, aplicado a las vocaciones científicas, debilita el avance hacia la igualdad, aumentando las brechas y asimetrías en las oportunidades y fomentando la desconfianza.
Incentivar la participación femenina en carreras STEM centrándose en la idea de que el problema es la diferenciada capacidad de las mujeres para enfrentarse a las ciencias no debiera ser el camino. Tampoco que las niñas sean como los niños, ya que la mayoría de estos debates se presentan a menudo desde un punto de vista que gira alrededor de los hombres.
Las soluciones deberían estar centradas en reducir los estereotipos de género y dejar de masculinizar o feminizar las carreras. Una medida de este tipo garantizará que todos/as tengamos el mayor número de opciones posibles. Abandonar el trato condescendiente en la resolución de problemas, así como confiar en las capacidades de las niñas para que los esfuerzos estén en el desarrollo de espacios educativos sin estereotipos pudiera ser la vía. Lo señala bien la experta Paulina Segovia en su columna “El eslabón perdido de los sesgos de género”, publicada en el Observatodo: “Incorporar la equidad de género en la escuela uno de los espacios esenciales donde se reproducen, pero también pueden revertirse los estereotipos y sesgos de género” , además de abandonar la idea que el problema está en el conocimiento, seguro permitirá que las carreras STEM sean una opción natural para una persona a la que le guste el área”.
La autora es Psicóloga, Doctora en Ciencias Biomédicas, Fundadora Científicamente_Mujeres.