Feminismo (s)

  • 10-03-2022

Una de las fechas más importantes del calendario anual es el 8 de Marzo, porque se conmemora el Día Internacional de la Mujer, jornada en la que se recuerda la lucha constante de las mujeres por su participación en la sociedad en igualdad de condiciones con los hombres. Un 8 de marzo, en 1857 y luego en 1909, trabajadoras textiles realizaron huelgas exigiendo derechos laborales. En ambas ocasiones más de cien de ellas fueron asesinadas. En 1975 las Naciones Unidas celebraron por primera vez el Día internacional de la Mujer. Veinte años después, 120 países, entre ellos Chile, reconocieron las graves repercusiones de la desigualdad hacia la mujer en el bienestar general, por ello el 8 de marzo es un día de reflexión, de acción y de compromiso para lograr relaciones igualitarias y horizontales entre hombres y mujeres.

El feminismo es el movimiento en que se han organizado las mujeres desde hace más de doscientos años con el fin de levantar sus demandas colectivas.

La filósofa y teórica argentina Diana Maffia entrega una conceptualización acerca de cuándo puedo decirme “feminista”. Ella señala que “soy feminista cuando reconozco una desigualdad a nivel de sexo género, es decir, las mujeres están peor que los varones en todas las sociedades y considero que eso es injusto. Busco no reproducir esa injusticia y, en la medida de que eso me sea posible, hago algo porque eso desaparezca” ésta pareciera ser una buena definición porque tiene que ver con el compromiso de cada quién y no necesariamente con una conceptualización que excluye. Otra dimensión interesante que menciona otra filósofa argentina, Daniela Suárez Tomé tiene que ver con cómo hacer el cambio de consciencia, cómo hacer que las mismas mujeres, y otros sujetos que se encuentran oprimidos dentro de este sistema jerarquizado de sexo género en el que vivimos y que recibe el nombre de patriarcado; cómo es que pasamos de vivir inmersas en esa opresión a comprender que somos oprimidas, y eso tiene que ver con el momento en que comprendemos que algo que pensábamos que padecíamos de manera individual, en realidad responde a una estructura opresiva que es colectiva. Ese cambio es personal y si bien puede ser doloroso, también es muy emancipador.

Las estrategias feministas hasta ahora han sido dos, revalorizar lo femenino, pero mantener que existen ciertas cosas que son naturalmente femeninas, que es lo clásico del feminismo de la diferencia propio de los ’80 y luego otro feminismo que ha ganado terreno a partir de los ’90 que tiene que ver directamente con desexualizar, es decir, terminar con la concepción binaria de que todo es o masculino o femenino.

Somos herederas de grandes mujeres que han pensado y han tenido una práctica antes que nosotras. La socióloga chilena Julieta Kirkwood habló de “los años del silencio” entre los ’50 y los ‘60 etapa en que, si bien las mujeres incrementaron su participación en movimientos populares y partidos políticos, estos espacios no articulaban demandas feministas.

Desde un orden político afectivo, aporta a la reflexión, escuchar la voz inconfundible y tan actual de la Gabriela Mistral, cuando el año 1906 nos interpelaba con cariñoso delirio “La instrucción suya, es una obra magna que lleva en sí la reforma completa de todo un sexo. Instruir a la mujer es hacerla digna y levantarla. Abrirle un campo más vasto de porvenir”

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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