Nació como Carmen Koppel, hija de Emil y Frida, en Viena. Muy joven, la muchacha decidió aprender taquigrafía para poder tomar mejores notas durante sus estudios de idiomas en la Universidad vienesa, donde también conoció al que sería su primer marido, Sascha Weitmann. Ya casados, el matrimonio se trasladó en 1936 a Cracovia, donde, tres años más tarde y ya al borde de la guerra, nacería su hijo, Sasha. Con apenas unos meses de vida, la pareja decidió ponerle a salvo de los nazis que habían ocupado Polonia, trasladándolo clandestinamente y con documentos falsificados a Budapest, para protegerle en el hogar de su abuela Frida, quien residía por entonces en la capital húngara.
Fue a su regreso a Cracovia que los esposos Weitmann fueron arrestados. Cuando eran sacados del ghetto de esa ciudad a un campo de concentración, se produjo una balacera debido a que una decena de judíos aprovecharon el momento para intentar fugarse, siendo brutalmente reprimidos por los sabuesos nazis. Una de esas balas le quitó la vida a Weitmann. Tenía 30 años.
Como represalia, los alemanes quemaron el ghetto y junto con otros cientos de judíos, Mimi fue transportada al campo de concentración de Plaszow, en los Sudetes. Como sabía taquigrafía y hablaba perfectamente alemán, pronto la emplearon en la administración del campo. Allí, en octubre de 1944, conoció a Oskar Schindler. La joven ya tenía el antecedente de que este empresario alemán, militante del partido nazi, trataba bien a sus trabajadores judíos. Entonces le pidió a Schindler ser su secretaria.
Fue cuando éste solicitara más trabajadores judíos a Amon Göth, el comandante SS del campo (a quien Schindler pagaba altos sobornos), que Mimi comenzó a elaborar la lista de trabajadores que luego serían trasladados a otro campo de concentración, en Brünnlitz, donde Schindler esperaba continuar con su fábrica y negocio de armas. Una fábrica en la que los obreros forzados judíos primero fabricaban ollas y sartenes enlozados, y luego armamento. Sin embargo, la lista de empleados judíos elaborada por Mimi los habría de salvar de las cámaras de gas.
Pero, en el otoño de 1944, el tren que debía llevar a los trabajadores judíos (de la lista) desde Plaszow a Brünnlitz -donde estaba la fábrica de Schindler- fue desviado a Auschwitz. Así, Mimi Weitmann y los otros “Schindlerjuden” fueron internados allí durante unas dos semanas, tiempo que ella describiría posteriormente como “sacado directamente del Infierno del Dante”. En ese momento, Schindler trataba de sacar a “sus” judíos de Auschwitz y llevarlos a Brünnlitz, empeño que salvaría la vida de aquellos 1.200 judíos, que pudieron sobrevivir así hasta la caída del Tercer Reich y la liberación de Polonia por el Ejército Rojo en mayo de 1945. Schindler tardó dos semanas en el porfiado empeño por salvar a sus trabajadores de la maquinaria de exterminio en Auschwitz, probablemente la única vez en la terrorífica historia del Tercer Reich que un tren que transportaba judíos salió de Auschwitz con ellos vivos.
Después de concluida la segunda guerra mundial, Mimi pudo viajar a Budapest para reencontrarse con su pequeño, con quien se mudó posteriormente a Tánger, Marruecos, intentando construir allí una nueva vida lejos del horror que había conocido tan de cerca. En Tánger conocería al que se convirtió en su segundo marido, Karl Reinhardt, gerente por entonces de un hotel local. En 1957 la familia se mudó a Nueva York y, después de 50 años, a sus 92 y ya viuda, Mimi Reinhardt tomó la decisión de radicarse en Herzliya, Israel, junto a Sasha, quien había emigrado a ese país con anterioridad. Allí, la secretaria que elaboró la lista de Schindler vivió aún tres lustros más rodeada del cariño de sus nietos y bisnietos hasta este viernes, cuando falleció a los 107 años de edad.
En declaraciones al diario El Haaretz cuando se mudó a Israel, la secretaria recordó a Oscar Schindler con estas palabras: él no era ningún santo, pertenecía al partido nazi y bebía cada noche con jerarcas nazis. Pero… “arriesgaba su vida cada día haciendo lo que hacía. Era humano. Debe haber tenido un corazón de oro”, añadió.
(Imagen de portada: Washington Post)