Toda investigación académica debe contemplar la perspectiva ética donde se estrellen las apologías a la pedofilia y todo aquello que vulnere los derechos y la dignidad del ser humano. Más aún si se trata de niños, niñas y adolescentes. Esa ha sido la constante de la Universidad de Chile y su aporte durante 180 años al servicio del país. Sobre el tema de las tesis dirigidas por académicas del prestigio y solvencia de Olga Grau, sin duda hay que esperar los resultados de la investigación y del comité anunciados por la Rectora de la Universidad. En el intertanto no es admisible guardar silencio ante las amenazas de muerte que ha recibido la académica a través de redes sociales ni ante la caza de brujas que estigmatiza los estudios de género, sus publicaciones e investigadoras. Todo aquello nos recuerda lo ocurrido en universidades de Brasil y Estados Unidos, con los seguidores de Bolsonaro y Trump, en un contexto de intolerancia y persecución hacia lo que denominan “ideología de género” y que tuvo su correlato en Chile hace un par de años, con el episodio de las listas de académicas que investigan sobre género que algunos parlamentarios pidieron a universidades públicas.
Sin duda debemos condenar cualquier apología a delitos que vulneren a nuestra niñez, y el compromiso de la Universidad de Chile, de sus académicos, funcionarios y estudiantes con el respeto a la dignidad y los derechos humanos de las personas representa una garantía de que este episodio será clarificado con seriedad. Sin embargo, esta situación lamentable ha servido para que algunos sectores pongan en cuestión la libertad académica de la principal universidad del país en una campaña de desprestigio cuyos objetivos no son la protección de nuestros niños, niñas y adolescentes, sino el fin del pensamiento crítico y de la autonomía de la universidad. Ante esto debemos estar alerta. La hoguera se alimenta en los climas de intolerancia y agresividad.
Faride Zerán, profesora titular de la Universidad de Chile